EL PAíS • SUBNOTA
› Por Federico Kukso
A falta de bolas de cristal o cartas capaces de dictaminar el porvenir, los climatólogos se valen de simulaciones y modelos para la confección de escenarios futuros. Y como cualquier construcción simulada, estas proyecciones no escapan a la incertidumbre. “A través de supercomputadoras se generan simulaciones del clima y proyecciones para los próximos cien años”, explicó a Página/12 la doctora en ciencias de la atmósfera Inés Camilloni, investigadora y docente del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “No son modelos exactos, porque en ellos se incluyen bastantes factores como la incorporación de gases de efecto invernadero, la variación en la composición de la atmósfera, los océanos, vientos y otras variables sin predicción concreta.”
Si bien los modelos climáticos se confeccionan a escala global, de ellos se pueden extraer ciertas tendencias futuras a nivel regional: “En la Argentina se percibirá un aumento de temperaturas, sobre todo en la zona norte. Buena parte del país va a tener un aumento de las precipitaciones, si bien hay zonas como Cuyo en las que las lluvias descenderán notoriamente”.
El pronóstico local corre en paralelo al pronóstico global: en el planeta entero se advierte que la temperatura aumentará (durante el siglo XX el mundo se calentó 0,7 C), se incrementará el nivel del mar y aumentará la severidad y frecuencia de ocurrencia de inundaciones, sequías y tormentas. La Argentina se ha vuelto más húmeda, o como se cree, orilla la tropicalización: en promedio llueve un 20 por ciento más que hace 40 años, y las tormentas intensas se hicieron más frecuentes. Y no sólo eso: investigadores del Instituto Argentino de Nivología y Glaciología (Ianigla, del Conicet), por ejemplo, han determinado a través de fotografías aéreas e imágenes satelitales que 48 glaciares han retrocedido en el área del hielo patagónico sur a causa del aumento de la temperatura. Además, durante el siglo pasado el mar creció 17 centímetros en la desembocadura del Río de la Plata y se calcula que en las próximas décadas suba 50 centímetros más. Otro cambio advertible es el del desplazamiento hacia el sur del anticiclón del Atlántico Sur a partir de la década de 1960, provocando una mayor frecuencia de vientos de dirección Este sobre el Río de la Plata.
“Lo que también está aumentando es la frecuencia y los eventos atmosféricos son cada vez más extremos. Se advierten tormentas con mucha precipitación como también sequías más fuertes –concluyó Camilloni–. Aun así, el clima de los próximos 20 o 30 años ya está determinado: dado que los gases contaminantes tienen una expectativa de vida en la atmósfera de alrededor de 100 años, el cambio climático que estamos sintiendo es consecuencia no de emisiones actuales, sino de las realizadas hace décadas.”
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