Mar 23.07.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › PAGINA/12 YA HABìA PUBLICADO LAS DECLARACIONES TEXTUALES DEL IRANI

El misterioso regreso del testigo “C”

› Por Miguel Bonasso

Este diario lo publicó in extenso el 30 de setiembre del año pasado, pero ahora es The New York Times el que dedicó gran parte de su primera página de ayer a las declaraciones del famoso “Testigo C” de la causa AMIA; el arrepentido que acusa a Carlos Menem de haber recibido un soborno de diez millones de dólares para tapar la presunta autoría iraní en el atentado contra la mutual judía.
El extenso artículo, que lleva la firma del corresponsal Larry Rother, causó escándalo a nivel internacional, sacudió a la influyente comunidad judía neoyorquina y no benefició ciertamente al ex presidente, que se presenta aquí como el candidato de Estados Unidos. Pero no es la primera vez que el tema se aborda a nivel periodístico. El 1º de junio del 2000 Daniel Santoro y Gerardo Young “destaparon” en el diario Clarín la existencia del “Testigo C”. Young volvió sobre el tema en julio del año pasado. Dos meses después este articulista accedió a la grabación completa de los dos testimonios prestados por el Testigo C ante el juez Juan José Galeano y otros funcionarios judiciales argentinos. El 30 de setiembre publicó en este diario un extenso resumen, con citas textuales del arrepentido que permanecían inéditas.
“C” prestó testimonio por primera vez en 1998, en Alemania. Dos años más tarde declaró en la embajada argentina en México. El misterioso testigo es un desertor de la inteligencia iraní que dice llamarse Abolghasem Mesbahi y colabora con los servicios secretos de Alemania a quienes ayudó de manera eficaz en la investigación de un atentado ocurrido en ese país en 1996.
La publicación en Página/12 del testimonio que ayer reprodujo el New York Times, produjo fuertes reacciones políticas e institucionales en el agonizante gobierno de la Alianza. Varios personajes del oficialismo acusaron entonces a la diputada frepasista Nilda Garré de haber sido la que entregó las cintas a este cronista para perjudicar a Menem. Naturalmente, como es costumbre y derecho constitucional, nos negamos a revelar la fuente. Y nos seguimos negando.
Sin embargo, la diputada Garré, que en ese momento estaba a cargo de la Unidad Especial de Investigaciones de la Causa AMIA en el Ministerio de Justicia, fue denunciada por los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, por haber violado el secreto del sumario. También fue acusada por el presidente de la DAIA José Hercman y hubo quien se exaltó y pidió prisión contra Garré, asegurando que, por su presunta indiscreción, el Testigo C había desaparecido de los lugares que solía frecuentar y ya no podría ser hallado nunca para que volviera a declarar. Dos meses después, el propio arrepentido les calló la boca a los airados acusadores al afirmar que estaba dispuesto a declarar en Buenos Aires si le pagaban el viaje y la estadía. Nadie lo convocó.
Garré, por su parte, se defendió: no había violado ningún secreto porque el primer trascendido periodístico se había producido muchos meses antes de que ella se hiciera cargo de la Unidad Especial. Pero el mar de fondo siguió y tuvo que renunciar ante su jefe en el ministerio, el hermano del presidente, Jorge de la Rúa. Por debajo quedaba la sospecha de que el gobierno agonizante priorizaba el diálogo con el menemismo por encima de una real búsqueda de la verdad.
La investigación oficial no ayudaba a despejarla. El juez Galeano, que había considerado muy valioso el primer aporte de “C” en 1998, se desinteresó por este segundo testimonio, donde el desertor introdujo un nuevo dato que ahora The New York Times pone en primera plana: que Carlos Menem habría absuelto de culpa y cargo al gobierno de Teherán a cambio de 10 millones de dólares, depositados a su nombre en el banco de Luxemburgo, en Ginebra. Según el corresponsal norteamericano, el fiscal Eamon Mullen habría confirmado que el depósito fue hecho en una cuenta manejada por Carlos Menem en el banco indicado por el señor Mesbahi.
Menem no quiso contestar a la requisitoria del diario neoyorquino, pero su ladero Alberto Kohan sugirió que la reaparición de “C” obedecía a una maniobra política. En la que, sin embargo, no quiso involucrar al gobierno de Eduardo Duhalde.
El colega Larry Rother no le puso nombre y apellido a su fuente, pero dijo que la transcripción de 100 carillas había sido provista por personajes “oficiales de la Argentina, frustrados porque el atentado permanece sin ser aclarado”. Podría ocurrir, dada la subordinación hacia todo lo que provenga de la Madre Patria, que esta vez alguien se ponga las pilas y le pague a “C” un pasaje a Buenos Aires.

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