Dom 29.04.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Matices

› Por Washington Uranga

Quienes tuvieron a su cargo la redacción del documento episcopal tuvieron muy en cuenta la preocupación de la mayoría de la asamblea reunida en Pilar: no resignar la posibilidad de dar a conocer sus posiciones, incluso de manera crítica, pero evitando un lenguaje que pudiera interpretarse como una profundización del debate con el Gobierno. Buscaron también reivindicar su derecho a pronunciarse sin que se los señale como parte de una fuerza de oposición política. Todas las afirmaciones tienen matices. Trataron con ello de obviar el tono polémico que el cardenal Jorge Bergoglio le imprimió a su homilía de la misa inaugural de la asamblea, cuando sostuvo que “la Iglesia fue, es y será perseguida”. Algunos trascendidos hablan del “cansancio” del presidente de la Conferencia Episcopal de que todos sus dichos se interpreten políticamente. Varios de los colegas de Bergoglio también hablan de cansancio, pero para referirse precisamente a la utilización política que el primado de la Iglesia Católica hace de su posición privilegiada como autoridad del Episcopado y arzobispo de Buenos Aires. Y se quejan de que la impronta personal que el cardenal le imprime a su gestión termina por dejar de lado los acuerdos y las recomendaciones de la mayoría de los obispos. Tal el caso, dicen las mismas fuentes, del pedido expreso que desde el año anterior viene recibiendo el Presidente del Episcopado de encontrar las formas y los caminos de diálogo institucional con las autoridades políticas. Todo esto fue objeto de discusión en la asamblea episcopal. En virtud del clima de tensión generado con el Gobierno, para no agravar ese frente y también para no mostrar las propias divergencias internas, los obispos decidieron cancelar todo diálogo con la prensa. No querían exponerse a la incomodidad de las preguntas, por una parte, y mostrar ante la opinión pública las divergencias que prefirieron discutir a puertas cerradas. Pero estas últimas tienen que ver sobre todo con cuestiones de método y de estilo político. A muchos no les cayó bien la homilía de Bergoglio. Por eso el texto comienza por reconocer “los pasos dados para superar la crisis”, el “crecimiento económico” y “los esfuerzos realizados”. Esto es, sin duda, un gesto hacia el Gobierno, que siempre ha pedido que junto con las críticas se reconozcan los avances. Pero al margen de ello los obispos no se ahorraron ninguno de los temas que son objeto de sus preocupaciones. Desde la afirmación de que el crecimiento no alcanza si no se combate la pobreza y la inequidad, hasta las demandas por la institucionalidad democrática basada en la división de poderes y en la vigencia del federalismo y el reclamo de políticas de Estado.

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