EL PAíS • SUBNOTA
› Por Miguel Jorquera
Para el gobernador Jorge Sobisch no fue un buen día. Al salir de votar eludió unas de las preguntas que más lo incomodaban: las repercusiones que tendrá en el electorado el asesinato del maestro Carlos Fuentealba. “Ustedes lo ven, la gente viene a expresarse libremente”, dijo, displicente, señalando las mesas de votación. Antes de terminar su charla con los periodistas, un conductor que pasaba frente a la escuela paró su vehículo, sacó medio cupo afuera y le gritó “¡asesino!”. Sobisch se retiró de la misma forma en que llegó a votar, rodeado de un grupo de partidarios. Entonces, otros votantes que salían de la escuela volvieron a gritarle “¡asesino!”. Hasta entonces se había mostrado triunfalista. “Vengo a apoyar a los candidatos del MPN, luego estaré con la junta de gobierno (partidaria) junto con los candidatos para festejar el triunfo”, dijo después de afirmar que había reunido con Sapag el sábado y reiterar que estaría con él en los festejos porque “hoy (por ayer) va a ganar nuestro partido”. Y hasta se animó a decir que en estos días definiría si continuará o no con su campaña presidencial, de la que está “más cerca de retomar que abandonar”. No imaginaba que Sapag, como hizo durante toda su campaña, evitaría su compañía en público. Sobisch no pudo mostrarse junto al vencedor de la elección ni subirse al escenario de los festejos.
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