EL PAíS • SUBNOTA
El presidente Kirchner no habló de la salida de Miceli. Pero desempolvó un discurso con acento en “el modelo industrial y productivo”, en coincidencia con el perfil del flamante ministro Peirano. En Gobierno aseguraban que no habría más renuncias.
› Por Fernando Cibeira
Aunque aseguran que tomó con buen ánimo el affaire que concluyó con la salida de Felisa Miceli de Economía, el presidente Néstor Kirchner no hizo ningún comentario público sobre el tema. El único indicio a propósito del cambio en la cúpula de Economía que ahora ocupa el ex secretario de Industria Miguel Peirano fue el repentino sesgo productivista que adoptó su discurso. “Hay que defender con fuerza el modelo industrial y productivo y la reconversión de la economía”, sostuvo el Presidente durante el acto que encabezó ayer en la localidad santafesina de Las Parejas. En la Casa Rosada se mostraban convencidos acerca de que la saga de renuncias que arrancó con el caso Skanska y se prolongó con Miceli había concluido, con lo que Kirchner no se vería forzado a más cambios de aquí al fin de su mandato. El entrelineado de esa afirmación era que en Gobierno consideran que ni el caso de la secretaria de Ambiente, Romina Picolotti, por supuestos manejos irregulares en su área ni el del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, por injerencia en el Indec tendrían el mismo final.
“Está con un ánimo bárbaro”, repetían ayer los voceros de la Casa Rosada. Se referían al “día después” del Presidente, obligado a desprenderse de su ministra, de nuevo corrido por los tiempos judiciales. “El Gobierno no hizo ni bien ni mal. Miceli se olvidó una bolsa en el baño. Cuando la Justicia avanzó, el Presidente tomó la resolución que debía tomar”, subrayaba una fuente de la Casa Rosada, marcando una dicotomía entre Miceli y el Gobierno en sí.
En el punto en que esbozaban un despunte de autocrítica era en cómo se había salido a responder ante la revelación del dinero oculto. “Miceli estuvo una semana sin salir a responder y después dijo que se la había prestado el hermano. Nosotros le creemos, pero hubiera sido muy diferente si respondía al otro día de la aparición de la noticia”, agregaba.
Y si se trataba de mostrar buena cara, Kirchner la mostró ayer en el acto que compartió con su esposa y candidata del oficialismo, Cristina Fernández, en Santa Fe. Firmó acuerdos para la promoción y producción de maquinaria agrícola, lo que le sirvió para estrenar un discurso con eje en lo productivo, una impronta que vendría de la mano de la asunción del joven y desarrollista Peirano. No hay mal que por bien no venga.
Kirchner habló de su “compromiso absoluto con la Argentina del trabajo, productora y agroindustrial, más allá de las presiones” que pueda recibir. Y sostuvo que “no” renunciará a sus “convicciones” ni a un “capitalismo con decisión nacional”. En ese rango, de la localidad de Las Parejas Kirchner elogió “la calidad de su trabajo y su producción”.
El Presidente regaló piropos a sus candidatos. Al ex canciller y aspirante a gobernador Rafael Bielsa lo consideró “plenamente compenetrado con este proyecto”. Con todo, aclaró que sus palabras no iban “contra nadie”, en referencia al socialista Hermes Binner, por ahora el favorito en las encuestas.
Sobre su esposa, ponderó su papel de consejera. “Siempre en silencio y sin necesidad de tener ningún rol mediático, aporta ideas creadoras”, sostuvo.
Cristina Fernández lanza mañana su candidatura presidencial en La Plata. La cita fijada tiempo atrás terminó cayendo la misma semana que la salida de Miceli. “No se puede decir que afecta ni que no afecta. Pero la verdad es que Cristina es otra cosa. Seguro que la semana que viene vamos a estar hablando ya de Cristina presidente y lo de Miceli va a ser un recuerdo. Si parece que el mercado ni se hubiera dado cuenta de que cambió el ministro de Economía”, respondía un vocero.
La apuesta del Gobierno pasa por retomar la iniciativa luego de varios días en los que debió ocupar la retaguardia de temas muy poco simpáticos. Y subrayaban que ni el caso de Picolotti ni el de Guillermo Moreno –ambos con causas judiciales, Moreno con pedido de indagatoria– tenían entidad suficiente para preocuparse por su futuro. “Ahí no hay sospechas de corrupción”, respondían.
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