EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Washington Uranga
Más allá de las explicaciones formales respecto de que se trataba de una visita “protocolar y privada”, la ausencia del cardenal Jorge Bergoglio en la foto que ayer se sacaron Néstor y Cristina Kirchner con el cardenal italiano Tarcisio Bertone habla a las claras de que el camino de la distensión entre algunos niveles de la jerarquía eclesiástica católica y el Gobierno no aparecen tan despejados. Es verdad que entre los obispos causó muy buen efecto la actitud dialoguista de la presidenta electa la noche de los comicios y, por el contrario, que se recibió con satisfacción la nota de salutación y buenos deseos que el Episcopado envió a Cristina Fernández después de las elecciones. Pero no resulta fácil de explicar que en un país de tradición católica como la Argentina, con tan fuertes lazos entre Iglesia y Estado, el número dos del Vaticano se reúna en la Casa Rosada con el Presidente y con quien lo va a suceder sin la presencia de ningún representante de la jerarquía católica local. Tampoco, que se le curse al Papa una invitación para visitar el país y que en la misma –aun cuando estuviesen previamente informados– los obispos argentinos no tengan ninguna intervención directa.
Está claro, en cambio, que ni Bergoglio ni sus más inmediatos colaboradores tienen, al menos por el momento, la intención de allanar el camino para un diálogo más fluido. No se puede afirmar con certeza, pero todo parece indicar que la estrategia del Gobierno está orientada a reforzar sus lazos con el Vaticano buscando demostrar que si existen problemas, éstos se originan en una posición si no intransigente por lo menos poco abierta al diálogo de la jerarquía local. Kirchner se dio con Bertone, nada menos que el secretario de Estado del Vaticano, el abrazo y el saludo que no ha podido concretar con Bergoglio en los últimos tres años. Y Bertone vino a la Argentina a pesar de muchas maniobras que se hicieron por parte de quienes en el gobierno de Carlos Menem monopolizaron las relaciones Iglesia-Gobierno y que ahora hacen todo lo posible por profundizar las diferencias en el mismo nivel.
La ausencia de Bergoglio en la Casa Rosada también habla de fisuras en la relación entre la jerarquía local y las autoridades de la Santa Sede. Aunque nada de esto se admita ni oficial ni extraoficialmente, en círculos eclesiásticos está claro que Bertone fue, en su cordialidad y en sus gestos hacia el Gobierno, mucho más allá de lo que la cúpula católica local hubiera deseado.
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