Jue 05.09.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › CARBONETTO ACONSEJA A DUHALDE ROMPER CON EL FMI

No pagar con las reservas

› Por David Cufré

¿Tiene sentido desangrarse en una negociación que no conduce a ningún lado? El interrogante empieza a crecer en la Casa Rosada. El diputado Daniel Carbonetto le dice a Eduardo Duhalde que si persiste en buscar el acuerdo con el FMI a cualquier costo volverá a estrellarse con una pared, como le ocurrió cuando Jorge Remes Lenicov era ministro de Economía. Carbonetto recuperó la atención del Presidente con los sucesivos desplantes de Washington. Roberto Lavagna, por el contrario, eligió el camino opuesto al que sugiere el economista de la CGT-Moyano. Como nunca, se muestra proclive a aceptar como buenos los argumentos y hasta los reproches del Fondo y del Departamento del Tesoro. En el equipo económico existen dudas sobre la conveniencia de adoptar esa posición, pero Lavagna insiste en manejarse de acuerdo con su criterio, sin prestar demasiada atención a los consejos que pueda escuchar.
El giro del ministro hacia posiciones ortodoxas se evidenció con su reclamo de achicamiento de la banca pública, con su presión al Congreso para que legisle según el gusto del FMI y con las declaraciones de los últimos días. Ayer, incluso, dijo estar “totalmente de acuerdo” con las expresiones de Paul O’Neill y John Taylor, números uno y dos del Departamento del Tesoro, cuando era evidente que el sentido de sus palabras era una nueva reprimenda al gobierno de Duhalde. Cerca de Lavagna, algunos dicen que el ministro sobreactúa para compensar los gestos del Congreso y la Justicia contrarios a las demandas del Fondo.
El diagnóstico de situación que hacen en la cartera económica es que el FMI puso al Gobierno en el peor de los mundos. No puede adoptar políticas que elegiría si el Fondo hubiera cortado relaciones, y se quedó sin los beneficios que esperaba cuando suponía, hasta hace un par de semanas, que a principios de este mes se firmaría el acuerdo. Lavagna estaba convencido de que a esta altura las negociaciones habrían terminado, y fue un duro golpe para él que el Fondo le corriera nuevamente el arco.
Carbonetto siempre defendió la opinión de que es mejor “vivir con lo nuestro” que extender una negociación estéril. Sin el marco de discusiones con el Fondo, el Gobierno podría presionar con mayor libertad a las petroleras para que liquiden más divisas por exportaciones en el país –en la actualidad tienen permitido liquidar hasta el 70 por ciento en el exterior– o modificar algunas restricciones que impone el BC a los bancos para conceder préstamos, ejemplos de múltiples medidas posibles que objetaría el FMI.
El escenario con el que trabajaba Lavagna hasta que quedó claro que el organismo no cerrará un acuerdo en el corto plazo era el de una paulatina normalización de la economía. La estabilidad cambiaria, la lenta caída de las tasas de interés y las tenues señales de recuperación se verían afianzadas con el apoyo del Fondo. Así se dibujaría un círculo virtuoso de mayor caída del dólar, de las tasas y de más reactivación. El resultado final era que Duhalde entregaría el poder en condiciones más que aceptables. Lavagna se resiste a admitir que ese esquema ya no es posible.
Pero en el Gobierno algunos no están seguros de que sea conveniente esperar más para romper con el Fondo. Sobre todo, porque hasta fin de año hay que desembolsar 2000 millones de dólares de las reservas para no caer en default con los organismos de crédito. ¿Y para qué gastar ese dinero, si al final del camino tampoco habrá acuerdo, y tampoco reservas? Es otra pregunta por ahora sin respuesta.

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