EL PAíS • SUBNOTA
Para el ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, no existe “ninguna duda” de que la muerte del represor Héctor Febres “no fue un suicidio”. “En el caso Febres, que me toca de cerca, no tengo dudas que fue muerto, que no fue un suicidio. No tengo elementos, pero mi olfato y las condiciones me dicen que no hay dudas, pero hay que dejar que trabaje la Justicia. Los únicos que pueden comprobarlo son los peritos”, consideró Fernández en torno de la muerte del prefecto. Febres fue hallado muerto el 10 de diciembre del 2007 (el mismo día de la asunción de Cristina Fernández de Kirchner) en su alojamiento en la sede de la Prefectura en Tigre a escasos días de que se conociera su sentencia. La autopsia determinó que había fallecido como consecuencia de la ingesta de cianuro, por lo cual se investigan desde ese momento las circunstancias de su deceso. Además del evidente impacto político del hecho, una de las hipótesis que manejan los investigadores es que alguien, temeroso de que el represor involucrara a más responsables, lo envenenó intencionalmente.
Fernández formuló estas declaraciones a la prensa en el Senado antes de participar de una reunión de la Comisión de Legislación General de la Cámara alta. Allí, se debatió el proyecto de modificación de la ley del nombre para establecer la obligatoriedad del doble apellido.
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