Lun 22.09.2008

ESCRITO & LEíDO

El Ojo Mocho

› Por Javier Lorca

Con mundana ambigüedad, la escena compone una cifra de alusiones, un compendio del drama humano, no de sus estridentes tragedias, sino de los complejos pliegues que hacen a la historia y atraviesan a sus inasibles protagonistas. Sucede en marzo del ’74, en el Sindicato de Farmacia, sobre la calle Rincón al 1000. Un joven académico, extranjero, interesado en investigar al movimiento obrero y el peronismo, se entrevista con el dirigente sindical Jorge Di Pascuale. “Entro en su oficina, y se nota que había mucho movimiento en el sindicato, había mucha gente, era obvio que tenían armas”, cuenta el historiador británico Daniel James –de él se trata–, en la entrevista que abre la nueva entrega de la revista El Ojo Mocho. “Me recibió muy gentilmente, pero al principio él estaba muy distraído, y yo noto que está ojeando una propaganda, unos panfletos sobre estéreos, equipamiento estereofónico, grabador, tocadiscos. Estaba ojeando y hablándome al mismo tiempo. Entonces, en un momento decide preguntarme a mí por algún consejo sobre esto, porque él quería comprar uno. Entonces tuvimos una conversación, yo no sabía nada, no tenía mi propio aparato en Inglaterra. Creo que pensó que viniendo del norte cada uno tenía su aparato... (risas).” Siguió, después, una charla sobre la situación política, el sindicalismo, el peronismo, lo que el joven académico esperaba oír. Décadas más tarde, hace dos años, en el Parque de la Memoria, Daniel James se encontró con una foto de Di Pascuale, desaparecido desde 1976. Y el recuerdo que sobrevino fue aquél: “Lo que me quedó, lo que asocié con la foto fue esto de que él había quedado hasta obsesionado (...) con la cuestión de los estéreos... Mientras caminaba (...) pensé en esto, una cosa muy ambivalente, esa imagen recordatoria que tengo de Di Pascuale, que no tiene que ver con sus ideas sobre el peronismo (...). Tal vez dice mucho más sobre lo dramático, las tensiones de ser un dirigente, un militante peronista en ese momento, que sus recuerdos más formales sobre los sindicatos peronistas. Yo pensaba, ¿de qué te habla esta imagen? Te habla de lo privado, en el medio de lo más político, la necesidad de intentar rescatar algo de intimidad. Al mismo tiempo que sos un dirigente revolucionario, sos un consumidor”.

A la pregunta por cómo indagar un saber sobre esos sujetos singulares, diversos y contradictorios –los hombres o el pueblo argentino–, sobre el presente y el pasado que construyen a su opaca semejanza, El Ojo Mocho viene ensayando –desde su aparición en 1991– una respuesta posible en la busca de lenguajes capaces de develar los hechos y símbolos de la época, los ideogramas de la nación, las perseverancias de la historia, los modos de la memoria. La revista que se desarrolla alrededor de Horacio González explora una escritura donde la palabra –en su agonía– intenta combatir las ideas cristalizadas, la esclerosis del mundo pronunciado por los lenguajes técnicos o periodísticos, apela a la tradición del ensayismo, la experiencia de la palabra que nombra postulando que las cosas y los sucesos podrían denominarse de otro modo –la realidad siempre está abierta a ser renombrada–, pero que las formas de hacerlo, los estilos de escritura, no son neutrales –no hay lenguaje transparente–. “Un ensayo –escribió Robert Musil– no es la expresión provisional o accesoria de una convicción que podría ser elevada a verdad en una oportunidad mejor”, sino “la forma definitiva e inmutable que la vida interior de una persona da a un pensamiento”.

Ahora, en esta edición invierno/primavera de 2008, El Ojo Mocho renueva su fe en el texto –no hay, como nunca hubo en sus ejemplares, imágenes, sólo letras–, con un placer por la desmesura que permite reunir política y literatura, la crítica cultural y la reflexión –que reclama urgente debate– sobre la circunstancia de la Argentina, los nombres de Flaubert, Laclau o Bolívar con los de Deleuze, Conrad o Simmel. Antes de disponerse a leer los artículos de León Rozitchner, Christian Ferrer, Emilio de Ipola, Diego Sztulwark, Ricardo Aronskind y Guillermo Korn, entre otros tantos, el capricho lector recomienda –porque ya leyó– la entrevista con Daniel James, los artículos “Ciudad pánico”, de Alejandro Kaufman, sobre la construcción de la escena del dolor, “Las palabras de las cosas”, de Eduardo Grüner, sobre Lévi-Strauss y su influencia en el campo filosófico francés, “Historia e intimidad: sobre el nudo flaubertiano”, de Horacio González, y las infaltables, finales, reseñas.

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