› Por Javier Lorca
“Nacimos marcados por el terror de lo que podía implicar la pérdida de la estabilidad democrática”, declaran de entrada los compiladores de Discutir Alfonsín, marcados por una experiencia generacional. El libro, publicado cuando se cumple un año del fallecimiento del ex presidente, reúne artículos compilados por Roberto Gargarella, María Victoria Murillo y Mario Pecheny, dedicados a evaluar, ahora que se han sosegado las pasiones que despertó en su presente, el legado de Raúl Alfonsín, con sus aciertos y desaciertos, con las ilusiones y desilusiones que alumbró, con sus ambivalencias, con sus triunfos, sus derrotas y con las batallas que decidió no librar.
La premisa inicial –el aprendizaje de que el desprecio por las instituciones democráticas y los derechos implican “una actitud de suicidio”– enmarca la valoración general de Alfonsín como quien “encarnó esa doble ansiedad ciudadana que pedía democracia política y derechos humanos a la vez”. Así, el libro rescata la voluntad política de Alfonsín y la contrasta con los límites que la circunscribieron –la presión empresaria y sindical, la resistencia militar, los embates eclesiásticos–, sin soslayar los límites autoimpuestos.
Los artículos configuran un amplio abanico de puntos de vista. Gargarella piensa la “cuestión Alfonsín” como expresión del “drama del liberalismo” en Latinoamérica, concentrando la mirada en “su política en materia de derechos”, donde observa un énfasis en los derechos individuales –que relega los sociales– y su construcción “desde arriba” –que descuida su arraigo comunitario–. Marcos Novaro se dedica a los vaivenes de la política de derechos humanos del ex presidente; Gerardo Aboy Carlés reflexiona sobre las tensiones inherentes a los objetivos de corto y largo plazo del alfonsinismo, sus contradicciones entre beligerancia y consensualismo; Pecheny analiza la discusión por la Ley de Divorcio; Gabriel Kessler destaca la ausencia de lo que hoy se entiende por una “política de seguridad”; Murillo se dedica las confrontaciones entre las medidas laborales de un gobierno radical y un sindicalismo peronista; mientras Jorge Battagliano examina la política militar y, finalmente, Gabriel Delamata enfoca la transición democrática desde una perspectiva micro, la de Trenque Lauquen. En su conjunto, el libro consigue evaluar los modos en que la política alfonsinista –como observa Catalina Smulovitz en el prefacio– “consiguió transitar ese tramposo desfiladero caracterizado por ambiciones excesivas, pero también por restricciones desmesuradas”.
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