Lun 09.08.2010

ESCRITO & LEíDO

La sonrisa de mamá es como la de Perón

› Por Javier Lorca

¿Por qué nos reímos? Muchos sentimientos puede haber detrás de la risa, casi siempre la sorpresa, la irrupción de lo inesperado o de lo secretamente esperado; no es raro que haya algo inquietante, algo que preferimos no pensar ni decir, pero sobre lo que, bajo determinadas circunstancias, nos permitiremos reír. De alguna manera, el humor de Peter Capusotto y sus videos –el espectador lo intuye– hace presa de algunos de los aspectos más sombríos de nuestra sociedad. Los autores de La sonrisa de mamá es como la de Perón se propusieron, y consiguieron, pensar la política y la cultura argentinas a partir de los personajes de Capusotto, y viceversa, pensar a los personajes de Capusotto a partir de la realidad política y cultural nacional. El libro compilado por Rocco Carbone y Matías Muraca, investigadores y docentes de la UNGS, reúne doce ensayos dedicados a reflexionar sobre diversos aspectos que construyen el fenómeno humorístico del programa de Diego Capusotto y Pedro Saborido. El capricho lector propone un somero recorrido por parte de la galería de personajes.

- Bombita Rodríguez. “Fantoche desbocado –lo define Horacio González—, llama a la condescendencia reflexiva, y así libera al pensamiento como lo haría algún texto fundamental de los teóricos de la política.” Pero, ¿qué es eso que se ha liberado? Para Rocco Carbone, es cierto carácter dual –el drama y la comedia–, ambiguo, bifronte de la historia y la cultura nacionales. Porque –arriesga– “todos los personajes de Capusotto hacen reír escandalizando. La sonrisa que promueven no es sólo convulsiva sino preocupada”, una risita “nerviosa”, “con lamentos”. Por ejemplo, cuando Bombita, el Palito Ortega montonero, promociona el fijador de cabello La Orga con un slogan que insinúa lo trágico: “Cinco por uno no va a quedar ninguno... (pausa) Sin un buen peinado”.

- El emo. “El emo es un alma sensible. Pero quizá no sea sensible solamente ante la finitud humana y su constitutiva absurdidad sino que también, y sobre todo, el emo es sensible frente a las cámaras.” Leonardo Eiff anuda al emo en el devenir de la idea de “juventud” que pasa por Sebreli y Viñas, y llega al personaje de Capusotto y Saborido, “exacerbada estación del individualismo juvenil, pero ya pulido de cualquier compromiso rebelde”, y cuya sumisión “a los valores mercantiles se afinca en un obsceno culto del yo”, sin trascendencia alguna.

- Micky Vainilla. Peter Capusotto... “desmantela un aparato discursivo” montado por “una sociedad profundamente liberal y dudosamente democrática”, sostiene Muraca, para concentrarse en la tensión entre la ideología fascista de Micky y una voz en off que lo critica con argumentos bien pensantes... y termina asumiendo un “consentimiento progre culposo”, reflejo de una sociedad “suficientemente culta para identificar al nazi y rechazarlo” y, a la vez, “suficientemente pobre, tonta (...) cuando ese nazismo da una argumentación, una interrogación, un ‘roban pero hacen’, que la gente va a asumir y reconocer infelizmente como propia. Ahí, la voz (y la sociedad) parecieran claudicar y consentir. En ese silencio de la voz (y nuestro) todas las posiciones de Vainilla, todos los temas de los videos se convierten en temas de la voz, de la gente”.

Luis Almirante Brown y Juan Estrasnoy también tienen sus merecidos capítulos en el libro, donde, además de los mencionados, escriben María Pía López, Verónica Gago, Diego Sztulwark, Gustavo Aprea, Cecilia Abdo Ferez, Gabriel Nardacchione, Laura Kornfeld, Sergio Morresi y Facundo Pilarche.

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