› Por José Natanson
El Cepes, el centro de estudios que creó Carlos “Chacho” Alvarez luego de su renuncia, acaba de editar Umbrales de América del Sur, una revista que aspira a articular un debate plural entre intelectuales y políticos latinoamericanos. Escriben, en esta primera edición, académicos reconocidos como Ludolfo Paramio, Gerardo Caetano o Vicente Palermo, además del resultado de una mesa de debate sobre los nuevos gobiernos latinoamericanos de la que participaron Fabián Bosoer, Julio Godio, Daniel Rosso y Roberto Marafiotti.
La calidad de los materiales incluidos es inobjetable. La estructura general es inteligente: una sección dedicada al mundo, otra a América latina y otra a la Argentina, además de reseñas bibliográficas y un reportaje (en este número inaugural, al propio Alvarez). Lo más importante, de todos modos, es que no se trata –y ésta es la intención de los editores– de una revista de refritos, republicaciones de textos originales, sino que busca llevar al lector artículos inéditos. Su director, Edgardo Mocca, es un intelectual de mirada abierta, que no se encierra en sus posturas y que tiene la capacidad, bastante extraña, de dialogar con todos. Por otro lado, la revista supera el desafío de las publicaciones primerizas en cuanto a diagramación y diseño.
Una cuestión a tener en cuenta es la político-ideológica. El antecedente de Unidos, la publicación que dirigió Alvarez en los ’80, no viene al caso, pues se trataba de una revista identificada con el peronismo renovador, es decir, inserta en un campo político determinado e incluso en una corriente al interior de un partido. Umbrales... sale en un momento de desafección partidaria y debilitamiento de las identidades políticas tradicionales y, en sintonía con esta coyuntura, se presenta como “independiente”. Esta ventaja, sin embargo, abre un interrogante sobre su identidad, algo que sería imposible definir en un primer número y que se tiene que ir construyendo paso a paso. Y aquí entra la segunda cuestión, que es la continuidad. El mundo político y académico ha visto parir infinidad de publicaciones que nacen con mucho entusiasmo y que, generalmente por falta de financiamiento, mueren jóvenes. La idea de Umbrales... de conectar academia y política es buena, pero necesita tiempo –quizás años– para consolidar un lugar.
El espacio existe. En Argentina, por razones complejas que no vienen al caso, el mundo intelectual a menudo parece dividido en dos grupos: uno más identificado con la tradición socialdemócrata, o de socialismo democrático, que tiene en instituciones como el Club de Cultura Socialista sus usinas de pensamiento más potentes. El otro sector tiene como característica fundamental una valoración diferente, más positiva, de las experiencias nacional-populares del pasado (lo cual a veces lleva a una opinión distinta sobre el actual gobierno). No se trata, obviamente, de sectores cerrados; hay vasos comunicantes y grises, pero la distinción existe. Quizás la revista de Chacho –uno de los pocos políticos que pueden dialogar en buenos términos con Horacio González y con Beatriz Sarlo, con Pepe Nun o Isidoro Cheresky– sea una oportunidad para fomentar este debate.
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