Lun 17.11.2008

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Las Madres en Lucha contra el Paco en el ciclo Café Cultura Nación

¿Por qué el paco se introdujo en algunos barrios y en otros no?
¿Cómo se entra en el paco? ¿Cómo actúa en el cerebro?
¿Qué se puede hacer por las víctimas de esta droga letal?
Sólo algunas de las preguntas que contestaron Las Madres en Lucha contra el Paco.

› Por Sandra Russo

“El paco es una droga de exterminio”

Eran mujeres militantes de distintas organizaciones barriales, pero entre ellas advirtieron que lo que más las espantaba era cómo el paco estaba arrasando con ellas y con sus hijos. Muchas de ellas, adictas en recuperación, son el ejemplo de que el amor cura: se están rescatando para poder rescatar a sus hijos. “Queremos que ellos sean libres”, dicen.

Ellas saben de lo que hablan. Son como otras Madres con mayúsculas que en la historia reciente argentina han juntado fuerzas para rascar en el fondo del dolor. Con las uñas han salido a defender a los hijos. Las Madres en Lucha contra el Paco saben de lo que hablan, porque muchas de ellas son adictas en recuperación. Experimentaron un tipo de dolor psíquico arrasador, pero la lucha por sus hijos empieza con su propio camino de regreso. Quieren, dicen, que sus hijos sean libres. En el Club Riestra del Bajo Flores, con tortas fritas y mate cocido, las Madres contaron cómo nacieron. Fue en el Ministerio de Derechos Humanos porteño, bajo otro gobierno. Mujeres de organizaciones barriales de diecisiete lugares distintos de la ciudad se encontraron de pronto hablando entre ellas de algo que las desesperaba: el consumo de la pasta base de cocaína. Allí decidieron que ésa era una prioridad, y que querían reagruparse bajo otro eje, la lucha contra el paco. Es “una droga de exterminio”, dicen. Después de la segunda o tercera dosis, ya no hay vuelta. Ni siquiera es pasta base lo que se vende en los barrios. El vidrio molido y el veneno para ratas sirven para cortar la inmundicia que les expropia la vida. Las Madres reclaman que, por lo menos, este tema esté en la agenda de esta sociedad que tantas veces, tratándose de los sectores más pobres, naturaliza lo inconcebible. Así se presentaron:

Lidia: –Yo soy de La Boca, trabajé muchos años en el Centro Comunitario Los Pibes. Pero cuando me encontré hablando con todas esas mamás de esos otros barrios sobre lo que estaba pasando con el paco, me di cuenta de que yo quería trabajar en eso. Muchas de nosotras somos usuarias de drogas en recuperación. No queremos que nuestros pibes pasen por lo mismo. Nosotras queremos que nuestros pibes puedan vivir en libertad.

Lo primero que hicieron fue instalar la problemática en los medios. Ellas mismas se habían encontrado casi por casualidad. ¿Qué hace alguien que está atrapado en el paco y quiere salir? ¿Cómo se salva a esa persona? ¿Cómo evitar que la entrada al paco sea una condena a muerte? En el transcurso de la lucha, hubo otras organizaciones que se les acercaron. Esa es la contraparte de las inercias individualistas: siempre hay quienes, subterráneamente a veces, buscan el movimiento rítmico de la solidaridad, de la acción colectiva.

Marcela: –Yo soy parte de la Escuela Abierta de Psicoanálisis, un grupo de militantes sociales que, además, somos analistas. Venimos trabajando con las Madres desde un comienzo, cuando realizaron el primer encuentro de Riesgo Social Pasta Base. La idea que tenemos es que no se puede salvar al propio hijo si no se piensa en salvar a los otros también. Las Madres van por los propios, pero van por todos. Con las Madres hoy están trabajando también amigos, tíos, hermanos de pibes que andan con paco.

Historia de un desmoronamiento

Liliana: –Yo no soy profesional, pero por haber consumido durante mucho tiempo pasta base, puedo hablar del tema. La pasta base es el residuo de la cocaína. Cuando se empezó a comercializar, había mucha guita para los punteros, para los transas. Después la hicieron cortar. Hicimos analizar lo que ahora se vende como pasta base para saber qué contiene, y fue una sorpresa, porque descubrimos que no tiene mucha pasta base: está cortado con otras sustancias, como vidrio molido o veneno para ratas. Es terriblemente adictivo. A partir de la primera o segunda dosis, el cuerpo te pide que consumas más. Consumir paco es consumir mucho, siempre. Tiene secuelas irreversibles. Yo por ahí estoy hablando y de pronto me pierdo, tengo problemas auditivos, tengo problemas de la vista, tengo calambres. Hace seis meses consumí la última dosis. Hoy pienso en vivir día por día sin consumir. Por eso yo siento necesidad de hablar con los pibes. Para contarles cómo me fue a mí, lo que me hizo, y la importancia de que ellos puedan en algún momento decirse a sí mismos “no, gracias, esto yo no lo quiero para mí”. Esta es la razón que a muchas mamás nos motiva, nosotros tenemos este problema con nuestros hijos, a veces con un pariente cercano, con un amigo que queremos mucho y no sabemos cómo ayudarlo, y la mejor manera de ayudar a esa persona que queremos es saber y enterarnos cómo es el consumo de la pasta base. De repente, en algún lugar hay gente que piensa que hacemos apología del delito. No, es todo lo contrario. Nosotros queremos que los pibes y los padres sepan cuáles son las consecuencias que trae el consumo para poder evitarlo.

Público: –Sí, me gustaría preguntarles si el paco es la peor droga que hay en este momento. Porque cualquier otra droga produce lesiones en cualquier parte del cuerpo, pero la pasta base lesiona el cerebro, por eso usted tiene dificultades auditivas, calambres, todos esos perjuicios vienen por el mal funcionamiento del cerebro, eso lo produce nada más que la pasta base, ni siquiera la cocaína, ni la heroína, ni la marihuana producen ese tipo de lesiones. Estamos ante el peor veneno de todos y el de más fácil acceso, porque hoy en las villas por uno, dos, tres pesos consiguen una dosis de pasta que encima es de la peor calidad. Yo quería preguntarles el tipo de contención o información que les podemos dar a nuestros hijos para que estén atentos. Para que ellos puedan decirse “estoy mal, no tengo plata, vivo en un barrio pobre, pero tengo una contención familiar o un apoyo y una amistad, y puedo salir de este problema”. La experiencia tuya, ¿cómo fue que te ayudaron?

Liliana: –Yo busqué mucho apoyo en la organización social en la que estaba trabajando. Lo oculté hasta donde pude y hasta que se hizo demasiado evidente. Yo trabajaba a dos cuadras de la plaza Solís, y era muy común que dejara mis tareas de la organización para tomarme el palo y salir corriendo a ver al puntero que al principio me los regalaba, después me los vendía y después cuanto más le compraba más me regalaba. Yo tengo tres hijas adolescentes, y una consume pasta base hace dos años, cuando se escapó de mi casa. Y eso me hizo un click en la cabeza: si yo no me rescato, jamás voy a poder rescatar a mi hija. Es lo que estoy tratando de hacer, de aferrarme a los poquitos amigos que me quedaron, porque yo antes tenía una banda de amigos, pero esos amigos lo que estaban haciendo era hundirme cada vez más. Ni yo podía ayudarlos a ellos ni ellos me podían ayudar a mí. Y mis otras dos hijas también se fueron de casa porque yo continuamente consumía, y cuando no podía consumir iba a mi casa a putear a todo el mundo, a romper cosas. Y así estuve dos años. Dos años viviendo en un conventillo, en la terraza, en una pieza de chapa sin puerta. Porque llegó el momento en que lo único que quedaba para vender era la puerta. Agarré un cortafierro y la saqué. No me dieron más que cinco pacos. Y durante dos años pasé mucho frío, cuando llovía entraba toda el agua. Se hizo muy complicada mi vida, demasiado complicada. Me quedé sola porque todos se fueron, y tenían razón. Yo era dañina. Terminé incitando a los que no consumían, para tener a alguien al lado. Esta droga es de exterminio. Hace treinta y pico de años fue la dictadura militar que exterminó a todos los jóvenes, y hoy lo que está exterminando a los jóvenes es la pasta base. Tengo 41 años, hace dos años que empecé a consumir, y lo que no pudo conmigo otra droga, lo pudo la pasta base. Marta, la coordinadora de las Madres, me dice “en algún punto la vereda te contiene, la vereda de la conciencia”. No sé si pasé a la vereda, pero que estoy caminando por la calle, seguro que sí.

Entrada y salida

Público: –¿Cómo entrás, qué te ofrece cuando entrás, cómo arrancás?

Liliana: –La puerta de entrada puede ser cualquiera. Está el trago, que es cuando ponen pasta base adentro de un cigarrillo sin filtro o en un porro. Podés creer que te estás fumando un porro y estás entrando al paco sin darte cuenta. Yo me fumé el primer paco y dije esto no pega nada. Había probado drogas duras, me había picado, había fumado porro, había tomado pastillas, había probado ácidos. Dije esto es lo menos. Me fumé el segundo y estuve tres días sin poder dejar de consumir, pidiendo plata a todo el mundo. Hay distintas maneras de consumirlo: con cenizas, con una pipa, con una lata… Y lo peor es que buscás a alguien que tiene dos mangos y lo convencés y le enseñás a fumar. Estás desesperado. Y generalmente se busca a compañeros para fumar que tengan los mismos problemas que uno, que estén solos, que no tengan la contención de una familia. Las mamás que llegan al movimiento sienten mucha culpa porque se echan la culpa de lo que les pasa a los hijos. A mí me tocó pasarlo desde los dos lados, ser una consumidora y tener una hija adicta. Yo soy consumidora después que mi hija, yo era cocainómana, soy, no voy a decir que no soy porque una no deja nunca de serlo: siempre en algún punto, aunque no consumas, estás pensando en consumir. Y a nosotros nos pasa que nos sentimos culpables, y a veces no somos culpables. Tenés que salir a laburar, las mamás tienen que trabajar, tienen que cubrir el rol de los papás que no consiguen laburo. Una tiene que parar la olla y no puede estar todo el tiempo atrás de los hijos, y ahí el pibe queda vulnerable ante cualquier persona que sea consumidora.

Marcela: –Yo quería aclarar algo. Cuando se instaura en el mercado, la pasta base fue una decisión. Se eligió el mercado de marihuana y se empezó a darle a la pasta base, fue algo totalmente premeditado entrar al mercado de la marihuana, y cuando los pibes van a comprar te empiezan a ofrecer este producto. Fue instaurado premeditadamente, ahí se empezó a generar la demanda, por eso es una droga de exterminio, por eso no se la largó en todos los barrios; y por eso nosotras armamos esta agrupación que empezó por instalar el tema en la sociedad y de a poco vamos avanzando en acciones más firmes para combatir el paco. Por ejemplo, el tema de la reinserción en lo social, en lo laboral, ya que sólo un tratamiento no sirve.

Público: –¿Cómo fue esa mecánica de inserción del paco? ¿Cómo se instaló el paco en la sociedad?

Marcela: –El paco comienza a insertarse cuando se saca a la marihuana de circulación. Se la retira del mercado de las drogas y a cambio se ofrece pasta base. Es decir, esto está planificado, hay una estrategia para quitar una droga y poner otra. Incluso esta droga que al principio sólo consumían las clases bajas ahora la están consumiendo también las clases medias.

Público: –¿Cómo se logra una recuperación efectiva de esta droga? ¿Cómo es posible combatirla? ¿Qué hay que hacer?

Las respuestas fueron todas en una misma dirección: no cerrarles las puertas a los que eligen salir del paco. Si como comunidad no queremos abandonarlos al destino trazado después de la tercera dosis, si aceptamos que un consumidor de paco es una víctima de una adicción de la que no puede despegarse, tiene que haber puertas de salida. Tiene que haber puentes, y gratificaciones. La vida por la que ellos deberán luchar tiene que valer la pena. Como la de todos. Las Madres en Lucha no esperan que los adictos las busquen. Salen a buscarlos ellas. Saben que en el fondo del pozo no se ve ninguna luz. Saben también que se trata casi siempre de chicos que crecieron mal, desamparados. Por eso, ellas van por los hijos propios, pero van por todos los que necesitan que una voz maternal los llame por su nombre.

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