ESPECTáCULOS
La independencia, un viaje de ida
“Personal Velocity”, de Rebecca Miller, obtuvo el premio principal en Sundance. La muestra también distinguió al ascendente cine hispano.
Entre las 170 películas exhibidas, fue finalmente Personal Velocity, un film sobre el destino incierto de tres mujeres dirigido por Rebecca Miller, el que se llevó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cine Independiente de Sundance en Park City (Utah), un encuentro cinematográfico que representa una suerte de semillero artístico para la actividad. Sundance dejó de ser la muestra pequeña, de culto, del cine hecho sin el aporte de grandes presupuestos. O, mejor dicho, es el mejor modo de que ese cine pequeño, de autor, encuentre un camino viable hacia Hollywood. Así lo demostraban los veloces ejecutivos, managers y allegados de distintas productoras que se abalanzaban sobre los ganadores. O al revés.
El premio del jurado al mejor documental, una categoría fundamental en Sundance (a diferencia de otros eventos) fue para Daughter from Danang, película que se sostiene sobre la búsqueda de su madre por un niño norteamericano-vietnamita. En tanto, el premio de los espectadores al mejor drama fue para Real Women Have Curves, un film hispano escrito y dirigido por Patricia Cardosa, que retrata la lucha de una adolescente mexicana-estadounidense contra viejas tradiciones. El cine hispano estuvo, en esta oportunidad, representado por cinco películas, la mayor presencia desde que se inició la muestra. Los espectadores eligieron como el mejor documental a Amandala, película que describe el papel de la música en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Este trabajo recibió una gran ovación cuando fue exhibido. Sundance también tuvo galardones en la categoría “Cine del Mundo”, donde se dio un empate entre la película Bloody Sunday, centrada en el “domingo sangriento” que tuvo lugar en Irlanda el 30 de enero de 1972, y el film romántico italiano Il Ultimo Baccio.
El premio al mejor director de un drama fue para Gary Winick por Tadpole, una historia familiar sobre un adolescente que se enamora de su madrastra (encarnada por Sigourney Weaver). Esta película, filmada en formato digital, fue una de las muchas que durante los once días del festival hallaron distribuidor y comprador. Habrá que anotar estos nombres, porque seguramente en un par de años enriquecerán el mainstream cinematográfico.
Se dice que las películas que elige el público, al menos en este festival, llegan más lejos que las votadas por el jurado. Algunas incluso pasaron por Sundance, se llevaron la ovación de los cinéfilos, pero ningún premio oficial, como Los perros de la calle, dirigida por Quentin Tarantino. Pero son muchos los artistas que deben admitir su “descubrimiento” en esta muestra: Kevin Smith, Richard Linklater, Robert Rodriguez, Jane Campion y Allison Anders, entre otros, pasaron por Sundance antes de convertirse en millonarios. Los premios que otorga este festival, que fue creado hace veinte años por el actor Robert Redford, no son tan importantes como lo que viene después: la pelea entre los principales sellos especializados, como Miramax, Castle Rock y Gramercy. Los ejecutivos de estas productoras siguen con particular atención las reacciones del público en cada una de las categorías. Y van, chequera en mano, a seducir a los responsables de los films más aplaudidos. Un caso emblemático fue el de Scott Hicks, director de Claroscuro, que ya había acordado un contrato con Miramax, y a último momento firmó con New Line, que le ofreció 2 millones de dólares y un premio “extra”: hacer lobby para que la película australiana fuera catapultada al Oscar. Otras obras, en cambio, se conforman con menos: Simplemente sangre (de los hermanos Coen), ganadora en 1985, quedó en la historia (nada más y nada menos) como un auténtico film de culto.