ESPECTáCULOS
› “YA NO ESTA DE MODA TENER ILUSIONES”, DE ARIEL BARCHILON
Hubo un tiempo que fue hermoso
› Por Cecilia Hopkins
Un aire a patio de conventillo es lo primero que evoca el arranque de Ya no está de moda tener ilusiones, obra de Ariel Barchilón que acaba de estrenarse con dirección de Mónica Viñao. Parafraseando la afirmación del título, los personajes de la obra tampoco están a la moda, atildados según el gusto de los años 40, festejando la irrupción de un tango que los ha hecho abandonar el cuadro inmóvil con que habían recibido al público. Sin embargo, el color anaranjado violento de sus ropas y la luz cruda que los recorta sobre el fondo oscuro parece augurar un suceso extraño. El único que viste ropas actuales –un tal Adolfo– ha llegado por propia voluntad a una casa en la que aseguran conocerlo desde chico. Todos insisten en llamarlo Martín y evocan sucesos que confunden al recién llegado con el objeto de hacerle confesar su responsabilidad en un hecho terrible que lo involucró en el pasado.
Leyendo la obra de Barchilón, el protagonista se sube a un tren que, al ponerse en marcha parece transportarlo a otro tiempo, un tópico característico de la narrativa fantástica. El hombre llega a una casa igual a la que fue suya en la niñez, pero ahora su visita parece suceder en una dimensión temporal diferente, en torno a una gran cantidad de datos que no reconoce como pertenecientes a su historia. Para su puesta, en cambio, Viñao se inclinó por escenificar un viaje interior. Así entonces, el hombre viaja hacia sus recuerdos sin medir el peligro que encubren las fallas de su propia memoria. De ese registro confuso salen a recibirlo las representaciones mentales de los personajes de su infancia, entre ellos, su maestra, el médico que lo vio nacer y un antiguo compañero de juegos. Sólo que, como suele ocurrir en las pesadillas, esta realidad aparece incompleta, desconocida, transformada por el tiempo que pasó y por la propia resistencia del protagonista a recordar. Porque todo aquello que parece no concordar con el propio registro proviene precisamente de la negación que experimenta el hombre a hacer consciente aquello que no le conviene.
La directora pone de manifiesto su habilidad para conseguir el impacto visual. Distribuye a estos personajes uno junto a otro, compartiendo un mismo banco, y esto le permite concretar un bajorrelieve que se humaniza cada vez que alguno de los personajes abandona su lugar para irrumpir en la conciencia del hombre y tomar parte en el asunto. Compuestos desde un tono paródico los personajes juegan a presionar al recién llegado para que asuma su identidad, cambiando razones y argumentos. Una confabulación que busca probar que el olvido tiene sus razones y que “quienes no se atreven a mirar atrás están perdidos”.
De Ariel Barchilon
Elenco: César Repetto, Verónica Schneck, Silvia Dietrich, Jorge Rod, Luis Solanas y Alejo Mango.
Vestuario: Luciana Gutman.
Dirección: Mónica Viñao.
Lugar: Camarín de las musas (Mario Bravo 960), los sábados a las 21.