Mar 29.10.2002

ESPECTáCULOS

La vida de una mujer que no se conformó con soñar

El jujeño Miguel Pereira filmó en la Puna el notable documental “Rosario Quispe, una mujer perseverante”, que se verá esta noche por Canal 7.

Por M.B.

El suizo parecía salido de un cuento de Osvaldo Soriano. Pertenecía a la Fundación Avina de su país y andaba recorriendo Abra Pampa, un pueblo perdido de la Puna. Estaba, dijo, intrigado por el trabajo que allí se hacía. Fue entonces cuando le preguntó a un grupo de mujeres reunidas en la Asociación Warmi Sayajsunqo qué sueño que tenían. Las mujeres se miraron con desconcierto. “No sabíamos qué contestar, porque no habíamos tenido oportunidad de pensarlo”, confesaron tiempo después. Pero Rosario Quispe, la presidenta de la Warmi, sí sabía qué hacer con la propuesta. “Decidimos hacer un diagnóstico en las comunidades”, relatan en el documental Rosario Quispe, una mujer perseverante, de Miguel Pereira (realizador de La deuda interna y flamante director artístico del Festival Internacional del Mar del Plata), que se emitirá hoy a las 20 en “Visionario”, en Canal 7. El documental relata, de algún modo, cómo se construyó el diagnóstico –y la ejecución– de un sueño en altura.
Pero el sueño comenzaría a verse recién un año después, cuando la fundación suiza giró los fondos hacia la Puna. La Warmi utilizó esa plata para organizar un sistema de préstamos entre las 50 comunidades que reúne unas 30 mil personas, prácticamente borradas del mapa. “Por primera vez en varias décadas, hay gente joven que está volviendo a la Puna”, afirma a Página/12 el jujeño Pereira, quien pasó varias semanas filmando cerca de las nubes. Una excelente fotografía es el marco elegido por Pereira para contar la historia de la coya religiosa y líder natural Quispe, que nació en la Puna, vivió en una mina con su padre y se convirtió en dirigente desde 1986, por la influencia del cura Pedro Olmedo, ahora obispo militante de Humahuaca. “Hoy, la Warmi es un nexo para que las comunidades puedan vivir mejor”, dice Rosario en el documental. El nombre en quechua de la asociación significa eso justamente: mujeres perseverantes.
“Antes sembrábamos papa, manzana”, recuerda Rosario y denuncia, con la imagen de una instalación minera derruida a sus espaldas: “Las minas han roto un sistema de vida entre los coyas”. Pero, según dice Rosario, no sólo eso fue destruido. La muerte de una tía por cáncer la llevó a Rosario a investigar las causas de esta terrible coincidencia en la Puna. Hoy, con la Warmi en funcionamiento, encabezó una encuesta sobre 1800 mujeres. El resultado fue atroz: el 30 por ciento de las mujeres de la Puna tiene lesiones precancerosas; 480 tuvieron que ser sometidas a criocirugías y un puñado de ellas –de entre 25 y 28 años– tiene desarrollada la enfermedad. “Son los desechos de estas minas que quedan a cielo abierto. Convivimos todos los días con ellas”, dice.
El documental muestra que la población de la Puna bien puede considerarse un rosario de sincretismo cultural. Las procesiones religiosas en medio de la ruta, la convivencia de los ancestros quechuas y las plegarias católicas han teñido a la Puna de un color especial. “La tentación de las ciudades llevó a mucha gente a alejarse. Hoy quieren volver a vivir como lo hacían sus abuelos”, subraya Pereira. Sin embargo, no hay nostalgia en el deseo. Aún con 500 años de explotación en la espalda, dice Rosario, prefiere mirar al futuro y que sus hijos aprendan computación, que haya salud, educación y acceso al mundo moderno.
La pregunta del suizo surtió efecto y ahora todos parecen sumarse al sueño de la Warmi: “Que la gente viva de su trabajo”. Para Pereira no se trata, sin embargo, de una agrupación indigenista: “No quieren quedarse en el tiempo sino progresar. Armaron una cooperativa de hilados y trabajan en forma organizada”. Hay otro problema: el gobierno local concedió terrenos a empresas que quieren perforar la Pachamama, desviando cauces de ríos y contaminando aguas, en busca de oro. “Para nuestra cultura, el oro no es una codicia. Es un ahorro de la gente por miles de años. Una herencia guardada por siempre”, dice Rosario, quien tiene claro que su militancia no acaba en la Puna: así como los políticos se aprovechan en las elecciones, “no nos tienen que manejar, nadie nos va a pisar”. Y el grupo de líderes comunales escucha a Rosario en silencio, como si fuera una maestra rural. “Para las elecciones vamos a poner un papelito que diga: ‘Volveremos a votar cuando nos entreguen nuestras tierras...’”, sentencia.

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