Sáb 02.11.2002

ESPECTáCULOS

“Argentina es el país más guitarrero del mundo”

Tras el éxito del festival “Guitarras del Mundo”, el tucumano Juan Falú presenta desde hoy su primer disco solista en seis años, “A mi ñaño”, en el que combina títulos clásicos con aires de improvisación.

› Por Karina Micheletto

“Ñaño”, en quechua, significa hermano. Es una palabra que se usa con frecuencia en el noroeste argentino, sobre todo en Salta y Jujuy. El guitarrista y compositor Juan Falú es tucumano, pero proviene de una familia tan salteña como la empanada, y por eso es que eligió llamar a su nuevo disco A mi ñaño. También es el título de un vals que Falú le compuso al fallecido músico y compositor Pepe Núñez, al igual que él, salteño por memoria natal y tucumano por adopción. “Ñaño es un término muy afectivo para los que somos del noroeste, y designa algo entrañable que es la hermandad. Fue una linda manera de homenajear a un amigo que se me fue, utilizando una palabra de mi pertenencia”, explica el músico.
Portador de un apellido histórico en el folklore argentino, sobrino de Eduardo Falú, Juan Falú es un referente dentro de la música popular argentina de los últimos años. Puede decirse que a su tarea de instrumentista y compositor se suma la de investigador y difusor de la guitarra y la canción argentina. Es el creador de “Guitarras del Mundo”, un festival y movimiento cultural que este año cumplió su octava edición, y que reunió a más de 170 guitarristas representando a 15 países en 60 ciudades argentinas. Desde hace diez años tiene a su cargo la cátedra de Música Argentina en el Conservatorio Manuel de Falla. Después de varios trabajos compartidos (la recuperación del repertorio de Cuchi Leguizamón y Manuel Castilla junto a Liliana Herrero, los dúos con el guitarrista Ricardo Moyano y el clarinetista Marcelo Moguilevsky), éste es su primer disco solista en mucho tiempo.
El disco está integrado por obras propias y clásicos de la música argentina como la “Canción del jangadero”, la zamba “Noches de Catamarca” y los tangos “Los mareados”, “Caminito” y “Niebla del Riachuelo”, y cuenta con la participación de los guitarristas César Angeleri y Roberto Calvo como invitados en dos temas. Hoy a las 21 Falú presenta este trabajo, recién editado por Epsa, en el teatro ND/Ateneo, en un show en el que, según adelanta el músico, habrá varios invitados sorpresa.
–¿Por qué decidió encarar ahora un trabajo solista?
–A esta altura era una necesidad. Mi último disco lo había sacado en el ‘96, y era una recopilación de cosas de años anteriores. Yo toco mucho solo, y quise mostrar lo que estoy haciendo hoy, mi propio proceso de maduración. Estos últimos años fueron los más intensos de mi vida artística, porque toqué mucho, y viajé mucho tocando. Pero en el medio fueron surgiendo proyectos de grabación con otra gente, que yo quería hacer. Tengo listo otro disco, de canciones mías con diferentes poetas, pero no lo edité porque me urgía hacer un trabajo que refleje lo que estoy haciendo arriba del escenario. Aunque el mejor disco va a ser el que refleje lo que hago abajo del escenario, esos momentos irrepetibles que se dan en el marco especial de reuniones entre amigos, por ejemplo. Algún día voy a hacer la experiencia de grabar un CD de entrecasa, con lo que hago en esas reuniones o cuando estoy solo, jugando con las notas.
–¿Cuál es la característica distintiva de A mi ñaño?
–De mis discos solistas, creo que es el más libre de todos. Me juego más, hay momentos de improvisación que disfruté mucho, como el interludio de la chacarera trunca “La media pena”, que salió tocando en mi casa. Ese es un minuto de música que para mí justifica el disco entero. No sé si es lindo o feo, pero es genuino, pura invención, un momento único que no vuelve más. Siempre me resultó admirable la gente que logra eso con la música. Y después hay varias obras que fueron tocadas tanto tiempo y tantas veces, que sería pretencioso decir que son improvisación pura.
–¿Cuál es el balance de esta edición de “Guitarras del Mundo”?
–Fue la más grande de todas, pero no sólo en lo cuantitativo. Fue impresionante constatar cómo se lo esperaba en muchos lugares del interiordel país, en los que no hay tanta actividad cultural. A esta altura queda claro que no es un festival, sino un movimiento cultural. En La Plata no pudieron entrar 300 personas, y se quedaron afuera, escuchando por los parlantes. No era que estaba Paco de Lucía ni el guitarrista más famoso de un género. O sea que ni siquiera se va atrás de una figura, sino de una pasión representada en un instrumento. En la peor crisis esto fue posible porque hay pasión por el proyecto. Pudo haceser en la Argentina, y no en otro país. Los guitarristas extranjeros se quedan sorprendidos, dicen que nunca vieron tocar tanto la guitarra. Creo que es así, que este es el país más guitarrero del mundo.
–¿Cuál es el lugar que cree que tienen las obras instrumentales en la música popular argentina?
–En la Argentina la música instrumental siempre fue relegada. Me han llegado a decir que el escenario de Cosquín es demasiado grande para un solista. Yo me reía porque pensaba: y a Atahualpa, que era un gran solista, que proponía la escucha atenta de cada verso, ¿qué le dirían? Hubo un tiempo en que los instrumentistas tenían su espacio. En los ‘60, por ejemplo, un disco de Eduardo Falú era popular. El tango mantiene esa tradición, pero en otros géneros, como el folklore, se fue perdiendo. Yo sigo apostando por la mera música instrumental, sin ningún barullo. Prefiero que se imponga el arte solito y despacito, porque significa que hay solvencia, que la cosa es genuina. Siempre prefiero lo que queda, lo que deja un rastro. En este momento es difícil mantenerse sereno en ese sentido, porque hay una debacle en el campo de la cultura, una frivolización del arte que vuelve todo más mediocre, y especialmente en el campo de la música. Un espacio asì puede ser la experiencia opuesta, porque muestra que hay sed de buenas cosas, pero no es algo mediático.
–¿Qué aporte puede hacer un artista popular en este contexto?
–En principio, un artista popular no puede macanear. No puede, en aras del éxito, caer en la canción cómoda, la poesía fácil, la emoción dudosa. Esa es una cachetada que se agrega a la crisis. Necesitamos verdades, no mentiras. Esto no significa que tengamos que ponernos serios o hacer canciones politizadas. Simplemente, un arte digno. Canciones genuinas. Nada más, ni nada menos.

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