ESPECTáCULOS
“Los músicos debemos dejar de ser unos colonizados mentales”
El baterista Norberto Minichillo explica por qué el grupo El Terceto utiliza los códigos del jazz para tocar música latinoamericana.
› Por Karina Micheletto
Norberto Minichillo habla de música y se entusiasma. Levanta la voz, gesticula, se encabrona. Y también habla con música, cada vez que puede: “La chacarera es un sentimiento guerrero, no es simplemente la chinita con trenzas. ¿Ves? Tu - rut - tut - tut....”, frasea. “Pugliese para mí siempre fue el Africa, lo tribal, los tambores. Trrantan, tan tan tan, tan, tan, tan... ¡Me vuelve loco!”. Los estudiantes de batería y percusión conocen a Minichillo por el método que creó, con el que invita a abrir juego al lenguaje de la improvisación. A lo largo de su carrera, el músico multiplicó experiencias. Vivió varios años en Suecia, donde tocó con Ben Webster y Teté Montoliú, y fue músico del Teatro de Estocolmo. Es baterista, pianista, compositor, arreglador, docente y autor.
Desde 1993 integra El Terceto, junto a Hernán Ríos en piano y –desde hace un año– Norberto Córdoba en bajo. El grupo aborda con una concepción jazzística (en cuanto a la libertad y el lenguaje de la improvisación) un repertorio “no jazzístico”, basado en música latinoamericana. De esta manera conviven autores como Troilo, Cuchi Leguizamón, Jobim, Charlie Mingus o Carlos Puebla, entre otros, junto con composiciones propias. Hoy a las 20.30, El Terceto se presenta en el prestigioso ciclo “Jazzología”, en la sala A-B del Centro Cultural General San Martín, con entrada gratuita. Antes de la presentación, Minichillo dialogó con Página/12.
–¿Cuál será el repertorio de este show?
–Nosotros no tocamos jazz. Pero por ser el ciclo “Jazzología”, vamos a hacer un tema de Thelonious Monk, otro de Charlie Mingus y otro de Duke Ellington. Fueron tres negros revolucionarios, estaban adelantados a su tiempo. Y que la tuvieron que luchar. Monk y Mingus murieron mal, tristes, incomprendidos. Ellington no, fue un negro más fifí, pero inventó muchas cosas. Casi todo, porque en el jazz los fundadores son él y Louis Armstrong. También haremos temas de los fundamentales: “Piedra y camino” de Yupanqui, “Si llega a ser tucumana” y “Zamba del carnaval” del Cuchi.
–¿Cómo definiría a la propuesta de El Terceto?
–Lo que hacemos es tomar del jazz la improvisación, y con ese lenguaje hacer música argentina y latinoamericana. Devolverles la pelota a los colonizadores. Decirles: “Mirá, usamos tus cosas para mejorar las nuestras”. A veces las mejoramos y a veces las cagamos, pero la intención está. Ahora estoy leyendo un libro que me regaló Leo Maslíah, de Coriún Ahanoriam, un compositor uruguayo que fue su maestro. Se llama Conversaciones sobre música, cultura e identidad. Ahí explica cuál es la responsabilidad de los creadores, intérpretes y educadores latinoamericanos, si es que no quieren reproducir lo que nos marcaron los colonizadores. Y ojo que no es ningún tirabombas. Solo dice que tenemos que dejar de ser colonizados mentales. Bueno, El Terceto apunta a eso.
–¿Cómo reciben los folkloristas la música de El Terceto?
–Yo no les pido opinión. Cuando estás seguro de que amás algo con el corazón no le tenés que pedir permiso ni perdón a nadie. Sé que lo mío no es perfecto, pero la esencia es buena. Que vengan los otros y lo hagan mejor. Es lo que quisiera lograr: no quiero ser el mejor, sino abrir el juego para que otros lo tomen y lo mejoren.
–Como el mayor de los integrantes, ¿cuál es su rol dentro del trío?
–A los 62 años, una edad en la que ya te empiezan a aparecer cositas escleróticas, si no aprovechás lo que aprendiste en la vida para pasar la posta, sos un pelotudo. Quiero decir, si te ponés en estatua no hay más crecimiento. En realidad, en el trío todos aprendemos de todos. Es lógico que por una cuestión generacional yo sea el que tiene cosas para pasar, pero ellos también me enseñan a mí, a veces me retan, me pelean... En el disco que sacó ahora Pablo Tozzi (el anterior contrabajista del grupo), me puso una dedicatoria: “A Robert, maestro en el arte y en la vida”. Es lo más lindo que me podría haber pasado, quiere decir que algo le dejé.
–¿Cuál es el camino que desean seguir como grupo?
–Queremos seguir con el rescate cultural de artistas que amamos. No vamos a dejar de hacer “Hasta siempre”, el homenaje que le hizo Carlos Puebla al Che Guevara. No vamos a abandonar a los fundamentales, como Aníbal Troilo, Atahualpa Yupanqui, Cuchi Leguizamón. Yo crecí con ellos. No tuve la suerte de hablar con Troilo o con Pugliese, aunque Guillermo Grätzler, que era mi maestro de composición, fue maestro de Pugliese. El me contó que nunca había tenido un alumno tan humilde y buena persona, y para mí fue una alegría confirmar que era tal como yo lo imaginaba, tal como se muestra en su música. Tendría seis años y yo escuchaba Radio Splendid con mi vieja, venían dos programas seguidos, la orquesta de Pugliese y después Yupanqui. Y con Pugliese y Troilo descubrí la música. Me acuerdo de que Raúl Garello y Rubén Juárez me decían que yo tocaba la batería como el bandoneón, y que era mejor que cambiara de instrumento. Es que yo siento naturalmente la respiración del tango.
–¿Y por qué no les hizo caso?
–Porque después de que conocí el jazz, y a Max Roach, un baterista a quien amo, no hubo vuelta atrás. Ahí descubrí una puertita por donde me asomé a la música negra, y eso me llevó a amar los tambores. Eso es lo que elegí para expresarme, y lo que elegí para mi vida.
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