ESPECTáCULOS
› SERGIO RENAN Y NORMA ALEANDRO PRESENTAN “MI QUERIDO MENTIROSO”
“Shaw tenía un pensamiento utópico”
La pieza que se verá desde el jueves en el Teatro Maipo se basa en la correspondencia de George Bernard Shaw con Stella Campbell. La actriz dice que las cartas permiten conocer “un costado bello y débil” del escritor.
› Por Hilda Cabrera
Entre las innumerables anécdotas y leyendas que circulan sobre la personalidad del dramaturgo irlandés George Bernard Shaw (1856-1950) está la de su rechazo del té y el ceremonial que la burguesía inglesa de su tiempo le dedicaba a esta infusión. El dato no impidió que la presentación del estreno local de Mi querido mentiroso, pieza del estadounidense Jerome Kilty basada en la correspondencia amorosa que sostuvieron el escritor y la actriz Stella Campbell, se haya realizado en el marco de un convite a tomar té (o café) a las cinco de la tarde, en una confitería de época. En diálogo aparte con Página/12, Norma Aleandro y Sergio Renán -protagonistas y al mismo tiempo directores de esta puesta que se verá a partir de este jueves en el Teatro Maipo– destacaron el humor característico de este dublinés de respuestas inesperadas y su capacidad para conjugar divertimento y reflexión, puntualizando que no es en sus obras donde refleja abiertamente su ideario sino en sus ensayos y prólogos, y en sus críticas sobre teatro y música.
La intención de montar esta pieza –cuya primera función es a beneficio de la Casa del Teatro– nació años atrás. Aleandro ensayaba entonces junto a Alfredo Alcón Viaje de un largo día hacia la noche, de Eugene O’Neill. Finalmente, y con acuerdo del mismo Renán, el trabajo pudo concretarse, producido por Lino Patalano. “Shaw y Campbell eran seres que sabían vivir con humor, y lo demuestran en estas cartas que atraviesan cuarenta años de relación”, sostiene la actriz, que dice estar “empapada” en el imaginario del escritor, sobre todo después de haber adaptado y dirigido en el 2001 Hombre y superhombre, en el Teatro San Martín. En la pieza de Kilty, Shaw no es el mismo que adhirió a la inglesa Sociedad Fabiana (fundada en 1883 e inspirada en la habilidad de un estratega romano de nombre Fabius, que “enfrentaba al adversario sin entrar en batalla”) ni el de algunas de sus obras más representadas, como Hombre... y Pigmalion (llevada a la pantalla y a la escena musical con el nombre de Mi bella dama): “En Mi querido mentiroso no es tan político ni tan misógino porque, realmente, Shaw consideraba a la mujer inferior al varón y se burlaba del sentimentalismo amoroso”, opina Aleandro.
–O sea que, en estas cartas, Shaw, a quien le divertía desenmascarar a la burguesía inglesa, aparece sin sus propias máscaras...
Norma Aleandro: –Shaw se enojó muchísimo con Campbell, quien, en verdad, lo pone en ridículo. Ella lo acusa de querer ocultar que ellos habían sido una pareja de “leones lujuriosos”. A él le gustaba parecer muy puritano, y es gracioso descubrir aquí que en su personalidad había un costado tan bello y débil, diferente de la imagen de seguridad que transmitía a través de sus escritos y discursos.
–Justamente, ¿qué opinan del socialismo fabiano (o “de salón”, como se lo calificó) al que Shaw adhería?
N.A.: –El socialismo, como estructura humanista, nunca morirá, aunque haya gobiernos socialistas que fracasen. Aspirar a una democracia socialista es aspirar a una sociedad más justa.
Sergio Renán: –Ese pensamiento fabiano de Shaw parece hoy candoroso, inimaginable para esta época. Sin embargo, no lo creo así. Y en esto coincido con Norma. Lo que no resiste al tiempo son los elementos del socialismo aplicados por gobiernos totalitarios.
N.A.: –Shaw estaba en contra de la guerra, y se lo amenazó con hacerle un juicio por traición por unas notas periodísticas que publicó en 1914 (había escrito Common sense about the war). Los fabianos eran utópicos, entre otras cosas porque pretendían que los hombres fueran pacifistas, cuando, en realidad, son guerreros por naturaleza. Hay que intentar solucionar los conflictos pacíficamente y no justificar la violencia, pero no se puede acabar con ese costado guerrero de los humanos.
–¿No creen que más que un “impulso de la naturaleza” es una actitud inducida por intereses económicos, por ejemplo?
N.A.: –Sí, pero hay formas y formas de reaccionar frente a esos intereses, como frente a las estafas que sufren los ciudadanos de parte del Estado y de las corporaciones. En nuestro país, por ejemplo, hasta hace poco se reaccionaba de una manera casi unánime, pidiendo “que se vayan todos”, y ahora no, porque necesitamos entrar en una etapa más reflexiva para evitar la anarquía. Tenemos que tener en claro quién es quién, pero también apoyar a las organizaciones que quieren poner al país en marcha.
S.R.: –Frente a esos intereses queda siempre la posibilidad de optar –tanto a nivel social como personal– por ser más justos y respetar al prójimo. El Estado tiene la obligación de preservar la vida, la salud y la formación cultural de la población. Estas son cosas que no niego, pero también me pregunto por los límites que se le debe fijar a ese poder.
N.A.: –Hay principios con los que uno está de acuerdo siempre: los de la libertad y la justicia. Como no soy escéptica, creo que, si adherimos a ellos, podemos lograr cosas que hoy nos parecen imposibles. La libertad no existe como entidad sino como decisión. Si uno se enamora, no es libre; pero sabe dónde pone su esclavitud. Existe el libre albedrío: uno elige en todo.
S.R.: –Mi visión de la condición humana es pesimista. Muchas veces creemos estar entre “los buenos” y nos equivocamos. En mi caso, creí que lo estaba, pero ocurrieron hechos personales y sociales que me alteraron, y ya no pienso más en el bien como un potencial humano.