Mié 06.11.2002

ESPECTáCULOS  › EL MUSICO PABLO TOZZI SE FUE A ESPAÑA Y REGRESO

“Volví a un país con hambre”

“Hambre” se llama el CD que el músico grabó, y presenta hoy, junto a La Acústica Cuarteto. El título alude a lo que se ve en las calles.

› Por Karina Micheletto

Pablo Tozzi toca el contrabajo, y con él hace música argentina y latinoamericana. Durante ocho años fue uno de los integrantes del grupo El Terceto, junto al baterista Norberto Minichillo y el pianista Hernán Ríos. Hasta que el año pasado sintió que había llegado el momento de un cambio, y se largó a grabar un notable disco solista, Ceremonias adentro, en el que interpreta varios clásicos de la música popular en duetos con diferentes invitados, como Raúl Carnota, Mono Izarrualde y Verónica Condomí. Una jugada arriesgada, sobre todo si el que va al frente es un instrumento tan poco convencional para muchos ritmos como el contrabajo. No bien tuvo el disco editado sintió que necesitaba otro cambio. Entonces partió a España, a ver qué pasaba por allá. Más temprano que tarde se dio cuenta de que pasaba poco y nada, o de que lo que pasaba no era lo que él estaba necesitando. Así que volvió.
Apenas reinstalado se juntó con el percusionista Gustavo Alvarez, el guitarrista Guillermo Capocci y la cantante Ana Artura, y formó La Acústica Cuarteto, con la idea de interpretar con total libertad ritmos de la música popular, desde una sonoridad acústica. El grupo ya tiene editado el disco Hambre, compuesto íntegramente por temas de la autoría de Tozzi, advierte sobre el presente: “La indignidad se agiganta y como lluvia maldita se derrama por las calles en ronda pudorosa de cosecha miserable. El futuro se palpa esquivo, clandestino, pero se arropa la ilusión de lo que falta. Se acomoda, se aletarga. Siempre permanece. Y el desamparo del hambre no nos despoja del todo”. Hoy y el miércoles próximo, a las 21.30, La Acústica Cuarteto presenta este trabajo en Notorius (Callao 966). Antes de estas actuaciones, dialogó con Página/12.
–¿Por qué se llama “Hambre” el disco del grupo?
–Me pasó que llegué de España y sentí que lo que había por todos lados era hambre: gente en la calle revolviendo basura, gente pidiendo comida. Volví a un país con hambre. Quizás el haberme despegado me hizo verlo tan ofensivo. Así que la música que me salía hablaba del hambre, y en el disco quedaron dos temas con ese nombre. También es una continuidad, una línea estética e ideológica (búsquedas que siempre van unidas) que quiero seguir después del trabajo con El Terceto. Y además tiene que ver con la forma en que hicimos el disco: peleándole a los costos de la devaluación, artesanalmente. Las tapas son unas serigrafías del hermano de Gustavo (Alvarez), y lo armamos cortando con cuters uno por uno. Claro que al lado de lo que pasa, uno se siente que está comiendo caviar.
–¿Cuál es la propuesta de La Acústica Cuarteto?
–Buscamos desarrollar un lenguaje propio. No queremos que sea una variante “tercetiana”. Claro, con Minichillo, que es una figura legendaria del jazz, se puede hacer casi cualquier cosa, pero nosotros tenemos que buscar nuestro lugar. No es tarea fácil: del folklore nos sacan a patadas, y del jazz también. Bah, en realidad de algunos ghettos que es irremediable que se formen. Pero eso no me interesa, en todo caso está en nosotros tratar de cambiar eso, no tiene sentido dedicarse a putear entre bandos. Queremos encontrar nuestro propio estilo, para que sea un punto de partida para la creación. Es el mismo concepto que el del jazz, que esa libertad esté puesta al servicio de la creación.
–El contrabajo no suele ser protagonista en este tipo de formaciones.
–No, pero yo lo veo como un instrumento más. No reniego de la función de sostener o acompañar, pero me parece natural que el contrabajo sea el protagonista. De todos modos, lo que queremos lograr con el cuarteto es que la música se reparta, que no estén los instrumentos acompañando a la cantante, por ejemplo. Para eso las formaciones chicas dan más libertad, ésta es ideal porque es una especie de trío ampliado, y un quinteto creo que ya sería demasiado.
–¿Cómo fue su estadía en España?
–Breve. En realidad, lo mío fue un toque, asomarme a ver qué pasaba. Me fui con mi mujer y mi hija de cinco meses, estuve en Madrid y Barcelona. Llegué y no entendía nada, veía que tipos que hace diez años que están allá iban a tocar por 30 dólares. Yo decía, ¿Cómo? Están todos locos. Y claro, los que estábamos locos éramos nosotros, que pensábamos que el 1 a 1 era lo lógico y natural. Me encontré con que todo era profesionalismo puro, sin compromiso con la música que se hacía. Si querías encarar un proyecto no tenías tiempo de ensayar, por ejemplo. Me encontré con que estaba a la buena de Dios, y todo era una guerra encarnizada por ocupar un espacio, sin importar con qué lo ibas a llenar. No me gustó, no era para mí.
–¿Y no sacó algo positivo de la experiencia?
–Sí, que pude darme cuenta de todo lo que soy y lo que no soy. Me fortaleció para creer todavía más en lo que hago. Me di cuenta de que el alguito que hice, lo hice acá. Así que acá estoy, éste soy yo.

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