Lun 18.11.2002

ESPECTáCULOS

Buenos Aires, la capital de la música electrónica

› Por Javier Aguirre

Las recriminaciones del rock sobre la condición o no de artistas que supieron envolver, al menos en la Argentina, a los DJs en su llegada a los primeros planos de la escena de la música joven, parecen ya de otra época: la convivencia natural que –a pocos minutos de diferencia, a pocos metros de distancia– se dio entre un set muy rockero como el de Babasónicos y las pistas hipnóticas (Knuckles, Medicine 8) o de pleno entusiasmo (Zúker, Hernán Cattáneo) fue nítido exponente de un día y una noche en que las diferencias estilísticas, o de género, parecieron no importarles a nadie. La segunda edición porteña del festival Creamfields, además de haber sido una fiesta por lo extendido de la cartelera y por la presencia de figuras de impacto seguro, fue la confirmación de la adhesión que la música electrónica genera en Buenos Aires, aun a pesar de estar sufriendo cierta leve curva descendiente en su popularidad en el ámbito planetario.
El día de sol radiante y su noche cálida, las presencias de números argentinos en alza como Babasónicos y los DJs Cattáneo y Zúker, la curiosidad por las estrellas internacionales y lo desolado de la cartelera 2002 en cuanto a espectáculos a escala mayor seguramente se conjugaron para que, a pesar del precio de las entradas (35 pesos), el público llegara en gran número, y fuera el gran protagonista de la jornada.
Creamfields es una de las marcas registradas internacionales más importantes –sino la más– en el orden mundial de eventos de música electrónica, y Buenos Aires es hasta el momento la única ciudad latinoamericana en haberla recibido. A diferencia de su primera versión, el año pasado en San Isidro, cuando la lluvia convirtió el predio en un barrial no apto para pies ávidos de baile, esta vez, en el Dique 1 de Puerto Madero, el clima ayudó. Con muy poca ropa de las cinturas para arriba, con anteojos de sol de todos los colores posibles (útiles durante el solazo, y rigurosamente puestos aún después de la medianoche), y con un clima de modernidad y glamour que dejaba percibir la herencia genética hippie de generaciones anteriores, los miles de jóvenes que asistieron al festival fueron el eje alrededor del cual giró todo: las diversas carpas de DJs, el escenario para bandas de rock y los puestitos de hamburguesas y bebidas. Además de otras atracciones, como una impresionante demostración de fuegos artificiales que prácticamente simuló un amanecer en plena medianoche y una pista de autitos chocadores ambientada para la ocasión con luces de discoteca y, claro, motorizante música electrónica.
A pesar de la envergadura de los DJs internacionales (el alemán Timo Maas es una estrella del género; Pete Tong, un exitoso programador radial y pionero de la cultura dance en la BBC; y el veterano Frankie Knuckles, una leyenda, ya que fue uno de los creadores del house, el subgénero de la música electrónica más difundido a nivel mundial), resultaron ser tres números argentinos los que lograron verdaderas explosiones. Babasónicos ratificó su gran momento. Su set, lejos de “aprovechar” el marco para desarrollar su veta más electrónica, fue lo más rockero de la noche, con versiones duras de canciones como “El loco”, “Desfachatados”, “Deléctrico” y “El swing”. Cattáneo demostró su status de clásico argentino y fue, verdaderamente, local. Tanto que su irrupción en la carpa Clubland South America fue saludada por miles de personas con un tribunero “Olé, olé,olé; Hernán, Hernán”. También tuvo una gran noche Zúker, DJ que colaborara con pesos pesados del rock local como Divididos o Gustavo Cerati. Su set, acaso rockero, estuvo entre los más calientes del festival.

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