Vie 01.02.2002

ESPECTáCULOS  › LA PROVOCACION COREOGRAFICA DE JOHANN KRESNIK

Un Guernica sobre los escenarios

Durante los años 90 fue el coreógrafo más provocador de los escenarios alemanes. Tras ocuparse de Frida Khalo, de un Don Quijote comunista e, incluso, del mal de las vacas locas, y ya a punto de finalizar su contrato con la Volksbühne en Berlín, el austríaco Johann Kresnik ha vuelto a la carga con una obra de danza-teatro sobre Pablo Picasso, que se estrenó la pasada semana en la capital alemana. Con muy pocas referencias políticas, una música a ratos armoniosa y sus siempre vigorosas imágenes, éste es un Kresnik atípico: raya en lo sutil. “Es imposible mostrar sobre un escenario a un pintor”, reflexiona Kresnik, sentado cerca de la Volksbühne, teatro insignia del este de la ciudad. “Lo que hay que hacer es inventar nuevas imágenes que le hagan justicia”, agrega. Imágenes, por ejemplo, como la de Picasso que recorren brocha en mano un escenario cubierto de cartón. Debajo de esta especie de lienzo gatean y se arrastran los bailarines. De repente, irrumpen brazos, piernas, torsos. Iluminado por una solitaria bombilla, un mar de extremidades: Guernica.
Son un total de 19 escenas, estructuradas todas en torno a citas textuales del pintor malagueño. Pero las referencias no siempre saltan tan a la vista como en el caso del Guernica. “Yo no soy un maestro de escuela. Algo hay que saber”, comenta Kresnik, hijo de minero, ex bailarín, de maneras directas y 62 años. Hace falta saber, por ejemplo, que las bailarinas envueltas en un vestido de plástico y con ositos de peluche en mano son una asociación libre con Las Meninas, o que la plañidera de senos almidonados y tricornio de la Guardia Civil representa a Francisco Franco. Vestidos con camiseta de rayas, son varios los bailarines que interpretan a Picasso. A su alrededor, mujeres idolatradas y amadas, en un momento, rechazadas en el otro: Dora Maar, Olga Koklova, Marie-Thérèse Walter y Françoise Gilot. Estampas de playa, parodias de toros, sueños eróticos: “Esta es también una velada sobre el deseo, las mujeres y las inmensas ganas de vivir que tenía Picasso”, dice Kresnik. El coreógrafo, que sostiene que el espectador no tiene por qué sentirse bien en el teatro -”para eso tiene cuarenta canales de tv en casa”–, esta vez se limita a un solo shock visual: una paloma reventada. “Si se quiere hacer una paloma, primero se le tiene que torcer el cuello”, dijo alguna vez Picasso.

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