Vie 01.02.2002

ESPECTáCULOS

“El escuadrón del tiempo”, un trío al rescate de la historia

Cartoon Network estrena hoy una serie animada sobre viajes a través del tiempo, ambientada en un futuro muy lejano: el año 100 millones.

Por Oscar Ranzani

”El escuadrón del tiempo”, la nueva serie animada de Cartoon Network que se estrena hoy a las 19 (con repeticiones el sábado a las 10 y el domingo a las 18), vuelve sobre una milenaria obsesión de la especie humana: viajar a través del tiempo. Desde su desarrollo y hasta estos días, la televisión y el cine se ocuparon del sueño: una serie de culto de los sesenta como “El túnel del tiempo”, por ejemplo, o la saga “Volver al futuro” que explotó en los ochenta. Este nuevo programa de la señal infantil mejor posicionada en las mediciones de rating de cable es el décimo proyecto original del Cartoon que se estrena en Latinoamérica.
La historia se desarrolla en un futuro lejanísimo: el año 100 millones, cuando el planeta Tierra exhibe un estado de perfección que raramente pueda ser vulnerado. Sin embargo, y extrañamente en ese contexto, comienzan a ocurrir enigmáticas desapariciones que incluyen medios de comunicación y organismos de seguridad. Entonces, los líderes terrestres comienzan una amplia investigación y descubren que ciertos cambios en los hechos sucedidos en el pasado resultan los artífices de estas modificaciones que ponen en vilo a la humanidad y alteran la vida en el futuro. De esta manera observan –quién sabe por qué causa– que la historia comienza a deshacerse.
Movilizados por la necesidad de recuperar la tranquilidad en el planeta, los líderes crean una nueva división bautizada “El escuadrón del tiempo”, con el objetivo de vigilar el desarrollo de la historia a través de una serie de satélites instalados alrededor del planeta, con la capacidad de mirar hacia el pasado de todo el planeta. Los encargados de detectar las anomalías que se producen en el pasado son los denominados “Policías del tiempo”. Estos encargados de seguridad “histórica” utilizan una estación policial satelital de alta tecnología que les informa cada vez que se produce un desajuste de esa materia. Cuando suena una sirena de alarma, los integrantes del escuadrón viajan en el tiempo con una misión: hacer lo necesario para que la historia vuelva a su curso natural y no modifique el futuro en el que viven. Su lema es “reforzando el pasado para proteger el futuro”. Una suerte de vuelta de tuerca sobre el planteo central de “El túnel del tiempo”, con remembranzas de la temática de la novela 1984 de Orwell.
Pero los integrantes de este escuadrón no son policías comunes. Tratándose de un dibujo animado programado en una señal “para niños” (y no tanto), ellos son los encargados de otorgarle la cuota de picardía y de simpatía propia del género. Uno de ellos es el agente Brito Belardo, un tipo duro pero poco pensante, con ansias de liderazgo. A Brito se le une Larry, un robot sabelotodo cuyos conocimientos en programación lo convierten en el agente más calificado, capaz de mantener la estación satelital y encargarse de su mantenimiento. El último de estos mosqueteros del tiempo es Otto Lino, un niño de ocho años que es el cerebro del grupo. Sus conocimientos sobre los hechos históricos “a reparar” le permiten ser una pieza de fundamental importancia para cada misión.
Brito, Larry y Otto viajarán en los próximos capítulos, por ejemplo, a la Viena de fines del siglo XVIII. Allí irán en busca de Sigmund Freud para alertarlo sobre la necesidad de abandonar su método de hipnosis,que hace creer a las personas que son animales, y que vuelva al análisis de los sueños. Otro de los viajes que emprenderá este simpático trío tiene como destino la Italia en épocas de Leonardo Da Vinci. En este caso intentarán convencer al gran artista que vuelva a ser el de siempre. Lo encontrarán en pleno acto de rebeldía dedicándose a la conga y tocando los timbales y, no sin esfuerzo, buscarán convencerlo de que siga descubriendo nuevas técnicas de pintura, justamente para que vuelva a ser el personaje importante de la historia que ¿es? o ¿fue?. En este interrogante se asienta, precisamente, el dilema central del programa.

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