Lun 30.12.2002

ESPECTáCULOS  › UN ESPECIAL TELEVISIVO SOBRE “MONOLOGOS DE LA VAGINA”

A Patti no le gustaba nada

La directora y las actrices de la exitosa obra de teatro cuentan los secretos de su historia, en un programa especial que emite hoy Canal (á).

› Por Oscar Ranzani

En 1996 cuando la estadounidense Eve Ensler ya había realizado más de doscientas entrevistas a mujeres de distintas clases sociales y culturales estaba lejos de imaginar que su investigación sobre el uso de la vagina se convertiría en un éxito mundial. Es que el desprejuiciado espectáculo inspirado en las voces de las mujeres sobre el uso de sus vaginas se convirtió en una de las obras teatrales más exitosas de la historia del espectáculo moderno. En la Argentina Monólogos de la vagina dirigido por Lía Jelin fue un furor nacional, lo que pareció a molestar al intendente de Escobar, Luis Patti, que hace pocos meses avaló una censura de su funcionaria de Cultura, a la que, luego del escándalo, renunció. Luego la obra se dio en Escobar, y el mundo siguió andando. El formato de la obra está compuesto por monólogos interpretados por tríos femeninos que van rotando. Desde 2001 a la actualidad han transitado por Monólogos... más de treinta actrices. Jelin junto a Alicia Bruzzo, Betiana Blum y Andrea Pietra –el trío original– y el trío compuesto por Graciela Dufau, Catherine Fulop y Silvina Chediek explican el fenómeno hoy a las 12.00, con repeticiones a las 16 y a las 20, en el ciclo “Detrás de escena” que se emite por Canal (á).
Jelin señala que trató de ser lo más fiel posible al original, pero investigó el texto hasta encontrar una versión propia, diferente de otras exhibidas en otros teatros del mundo. En otras puestas –cuenta– “nos sorprendió mucho porque hacían acciones físicas. O, por ejemplo, en Francia, el espectáculo es de una seriedad absoluta: nadie se ríe, es testimonial. En Brasil, sale una actriz, cuenta y después sale la otra y dice su monólogo”. En la versión argentina un elenco rotativo de tríos interpreta los monólogos en conjunto e individualmente con seriedad o con humor, según los textos. Por otro lado, según señala su directora, la versión argentina de los Monólogos apuntó a que en el escenario hubiese tres edades: una actriz mayor, una de mediana edad y una joven, aunque “no siempre pudo ser”. La escenografía también es acorde al tema. “Son telas que simbolizan una gran vagina. Hay tres mesas y tres mesitas, los cartones de la obra en las mesitas, estamos las tres vestidas de negro. Bastante despojado. El despojo hace que veas directamente lo que tenés que ver: el artista actuando. No podés distraerte”, precisa Andrea Pietra.
La obra puso en el tapete un larga discusión en torno a los prejuicios que hacen de vagina una palabra del diccionario argentino del tabú. “Yo creo que lo más interesante de Monólogos... es la intención que tuvo la autora de indagar sobre el mundo femenino y exponerlo. Hay gente con prejuicios que no vio el espectáculo porque no sé qué cosa escandalosa esperaba. No sé por qué vagina suena más feo que riñón”, analiza Graciela Dufau. A su vez, Pietra reconoce que “en mi vida esa palabra la debo haber dicho cuatro veces y ahora la digo cien veces por día”. Betiana Blum afirma que se trata de “una convergencia armónica”. “Es un tema oportuno y la gente necesitaba hablar y escuchar de esto”, enfatiza la actriz.
Una de las dificultades con las que se encontraron los tríos fue el escaso tiempo para ensayar: todos tuvieron diez días. “Yo tenía muchísimo miedo”, confiesa Alicia Bruzzo. “Además hubo menos de diez días de ensayo. Hubo siete días. Ya diez era terrible”, señala. “Cuando son solo diez días estás como ahogado diciendo `no llego’. Pero finalmente se llega”, agrega Dufau. Pietra recuerda que integró el primero de los tríos de la serie, junto a Bruzzo y Blum. “Tanto nosotras como todos los elencos que vinieron después lo hicimos en diez días y salió perfecto. Cada una con su onda. Y cada día es un espectáculo distinto”, subraya. Jelin cuenta que descubrió en el libro distintos roles actorales posibles. “Al investigar el texto me di cuenta de que había un nivel donde la actriz no estaba, sino que estaba la persona. En esa segunda instancia era clave la persona-actriz que podía decir con gracia a qué huele o qué diría su vagina, si hablara.”

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