ESPECTáCULOS
› “EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: LAS DOS TORRES", ES UN FILM ELECTRIZANTE
La segunda proeza de los hobbits
El realizador Peter Jackson no se anduvo con chiquitas: la segunda parte de la saga basada en la obra de Tolkien duplica su apuesta narrativa y, de a poco, va cumpliendo con cada una de sus promesas.
› Por Martín Pérez
A pesar de que los ejecutivos del estudio hubiesen preferido otra cosa, Las dos torres es una película que comienza sin concesiones. No hay ningún resumen de lo sucedido en el capítulo anterior, ninguna voz en off que repase el devenir de los protagonistas, ni letritas que lentamente se vayan perdiendo en el espacio. Apenas el recuerdo de un enfrentamiento que decidió el destino de los protagonistas del primer film de la trilogía. “Corran, tontos”, grita Gandalf al caer junto al Balrog, luego de haberle cerrado el paso en las profundidades de las minas de Moria. En su interminable caída, el mago no deja de luchar contra el demonio hasta que Frodo, el portador del anillo, despierta de una pesadilla que con el correr del metraje quedará claro que mira hacia adelante en vez de mirar hacia atrás.
Junto al inseparable Sam, Frodo se dirige a Mordor –donde reina Sauron, el amo del anillo– a deshacerse de su pesada carga. Al mismo tiempo, los sobrevivientes de la comunidad que llevó el anillo hasta allí corren a socorrer a los otros dos hobbits en peligro, secuestrados por los orcos. Así es como terminó, un año atrás, La comunidad del anillo, el primer film de los tres con los que el neocelandés Peter Jackson está realizando la proeza de adaptar cinematográficamente la obra mayor de J. R. R. Tolkien. Y así es como comienza Las dos torres, una secuela que no es tal. Porque, así como hay un solo anillo para dominarlos a todos, El señor de los anillos es una sola película, no tres. Una sola película de nueve horas de duración, cuyas virtudes largamente elogiadas en las primeras tres horas estrenadas a comienzo del año pasado no han menguado en esta segunda entrega de igual duración. Sólo que su disfrute, cada vez más, se hace exclusivo sólo para los fans. O, al menos, para quienes estén al tanto de lo sucedido en la primera parte, así sea a través del libro como por medio del cine o el video.
Si La comunidad del anillo presentó tanto a las principales razas como a los protagonistas de la saga –incluido el más importante de todos, ese anillo que sólo desea volver con su amo– y dio inicio al relato, Las dos torres tiene ahora tres historias para contar. Por un lado la valiente huida de Frodo y Sam hacia el centro del peligro –Mordor, donde se yergue una las dos maléficas torres del título—, seguidos de cerca por un viejo portador del anillo cuya voluntad ha sido carcomida por su poder. Sin duda uno de los personajes más inquietantes creados por la pluma de Tolkien, la aparición en pantalla por medio de la animación computada del traicioneroGollum es un logro más de la adaptación de Jackson, que una y otra vez satisface a los más fanáticos con el paladar de un fanático más. Las otras dos historias son las desventuras de Merry y Pippin y la saga heroica del trío integrado por el humano Aragorn, el enano Gimli y el elfo Legolas, que están vinculadas entre sí.
Tan hobbits como Frodo y Sam, Merry y Pippin primero son prisioneros de los orcos y luego compañeros de los Ents, otra maravilla de Tolkien hecha imagen en toda su gloria por Jackson y su equipo. Con ellos, los hobbits terminarán asechando Isengard, el hogar de Saruman, la segunda torre a la que se refiere el título del film. Corriendo en ayuda de los hobbits, la curiosa alianza de razas de la Tierra Media (el mundo imaginado por Tolkien) integrada por Aragorn, Gimli y Legolas ingresará en el reino de Rohan, y –exorcismo mediante– correrá la suerte de su Rey en la heroica batalla del Abismo de Helm. Un suceso que en el libro de Tolkien ocupa apenas un capítulo, pero que es fundamental en la adaptación de Jackson, ya que funciona como el eje de un film que corre con desventaja tanto al ser comparado con el entusiasmo despertado por el primero de la saga, así como con la anticipación del desenlace (que llegará recién a fines del año próximo). Sin comienzo ni fin propiamente dichos, Las dos torres tiene sin embargo su gran batalla heroica, media hora de asedio a una fortaleza por parte de un interminable ejército de orcos enviado por Saruman contra Rohan. Una defensa narrada con precisión y también con profundidad, utilizando al máximo todos los recursos del cine de acción, un género en el que Jackson se mueve como un pez en el agua.
Como un narrador generoso, Las dos torres es un film que promete maravillas una y otra vez y no defrauda. Semejante generosidad es lo que le permite a Jackson tomarse aquí la libertad de alterar el original de una manera mucho más flagrante que las omisiones en las que había tenido que caer en La comunidad de anillo. Al punto, incluso, de reservarse recién para el comienzo del tercer film la conclusión de las principales tramas desarrolladas originalmente en el segundo volumen del libro. Así como el anillo y su portador fueron los grandes protagonistas de la primera entrega, Aragorn y Gollum son los principales animadores de esta segunda, que no llega transmitir el entusiasmo de aquélla, pese a mantener el mismo nivel de calidad. Si a Frodo lo carcome su pesada carga cuanto más se acerca a su objetivo, la proeza de Jackson –la de adaptar con justicia la obra de Tolkien– también está cada vez más cerca de llegar a su fin. Eso sí: mientras Frodo no puede evitar ver en el mísero destino de Gollum su propio destino de portador del anillo, el film de Jackson se agiganta al lado de las otras superproducciones “portadoras” de falsas promesas que lo rodean aquí y allá. Aquellas lo prometen todo sin cumplir jamás. La obra de Jackson cumple todas y cada una de sus promesas.
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