Mar 14.01.2003

ESPECTáCULOS

“Cualquier espacio puede convertirse en un teatro”

El actor y titiritero Roberto Sancho impulsa el Festival de Teatro y Títeres (para niños y adultos), que comienza hoy en Puerto Madryn. En esta novena edición participan sólo elencos de la Argentina.

Por Hilda Cabrera
@“Vivo en Puerto Madryn, aunque en realidad sigo viajando. Hace cuatro meses me compré lo que antes fue un taller mecánico. Lo acondicioné como casa-teatro y ahora tengo un espacio propio, pero seguiré andando, como siempre, por otras ciudades del país y del extranjero”, cuenta el actor y titiritero Roberto Sancho. Nacido en Buenos Aires y con vasta experiencia en el exterior, Sancho considera a Madryn como el mejor punto de partida posible para nuevos periplos creativos. El mismo es, en este momento, la figura eje de un evento que logró instalar en 1994 junto a su grupo 5 Sesiones, entonces conformado por ese número de intérpretes. Se trata del Festival de Teatro y Títeres (para niños y adultos), cuya novena edición se realizará entre hoy y el 21 en aquella ciudad.
Esta muestra –que en su inicio fue apadrinada por el recordado Javier Villafañe, y visitaron compañías españolas, brasileñas, uruguayas y chilenas– cuenta también esta vez con elencos de experiencia en el género. Algunos de ellos destacados en el extranjero, como Harapo, que, dirigido por Marcelo Peralta, fue invitado a festivales de Francia, Portugal, Suiza y Brasil. Los grupos –que en algunos casos ofrecerán funciones en Trelew y Playa Unión (Rawson)– son El Sombrero (de La Plata), que mostrará Juglareando; La Paloma de Río Negro (De paisanos y paisanas), Harapo de Buenos Aires (Una historia de amor), La Espuma de Mendoza (Cosa e’ Mandinga), Sudako de Misiones (Tolongueando y TransForma), y Trampolín de Río Negro (Cardenal). Este año, Sancho y su compañero de 5 Sesiones, Rubén Meraldi, no estrenarán espectáculo propio. Se antepuso la tarea de organizar este encuentro, que ocupará el Auditorium de la Sociedad Italiana, el Shopping Portal de Madryn, espacios abiertos y comedores infantiles.
–¿Por qué eligió Puerto Madryn como su lugar de referencia?
–Quizá porque después de tanto viajar me di cuenta de que no todo pasa por Buenos Aires. También porque el teatro que hacemos con Rubén se adapta a todo tipo de espacio y público. Trabajando en las escuelas pude comprobar cuántas diferentes visiones generaba un mismo espectáculo. Recorrimos varias, y de todo el país. Resultó siempre un desafío hacer una obra con un público de adolescentes. Algunos nos prevenían, diciéndonos que era entrar en una jaula de leones. Pero nosotros aprendimos mucho. No elegí Madryn para ver si se me daba como lugar de salvación, sino para conectarme con el público. En este momento, en el que coexisten tantos miedos en nuestro país, nuestro fuerte sigue siendo esa necesidad de comunicación con el público.
–¿Cómo es esa experiencia fuera del país?
–Marcadamente diferente. Los brasileños, por ejemplo, tienen una calidez muy particular. Pero como los temas que tratamos son universales, no tropezamos demasiado cuando nos encontramos con gente menos expresiva. La primera vez que fuimos a España sentimos un poco de temor, porque no conocíamos los códigos, y en Chile también, por la animadversión que con los argentinos. Pero el público entendió que a uno y otro lado de la cordillera sufrimos las mismas desgracias.
–Las obras que ha estrenado (las propias y ajenas) indican un compromiso ético, como “Decir sí”, de Griselda Gambaro.
–Ahí no utilizamos marionetas. Mi papel era el del Peluquero, el que somete al Hombre. Gambaro supo que habíamos metido mano en el texto, y sin embargo nos dio permiso para seguir con la obra. Sabiamente “nos dejó correr”. Decir sí es una obra sobre la aceptación del sometimiento cotidiano frente a los que aparecen como más poderosos. Se pregunta sobre si éstos lo son realmente o es que nosotros somos muy concesivos. Con ese personaje me pasaba algo especial. Cada vez que regresábamos a Santa Rosa,en La Pampa, alguien me saludaba recordando al Peluquero. En esa provincia hicimos funciones hasta en una chacra. Adoro las salas convencionales, pero sé que cualquier espacio puede convertirse en un teatro si hay suficiente energía en los actores.
–¿Qué ocurre cuando se trata de niños?
–Nuestros temas son, en general, clásicos, reconocibles, pero siempre tratados de manera diferente de las obras ñoñas y de esos espectáculos en los que se maneja a los chicos a través de clisés, o apelando a preguntas que, se sabe, van a responder. Esa me parece una manera bastante facha de hacer teatro. En general, presentamos espectáculos que atraigan a un público de todas las edades. Un ejemplo es El Blues de los Dinosaurios Tristes, que tiene un fuerte contenido humanista. Allí el personaje central termina siendo algo que no pensó ser. Y me pongo como ejemplo: soñaba con ser paleontólogo y no me imaginaba actor ni titiritero. Tampoco que iba a tener una familia y podría sostenerme haciendo teatro. Si se lo toma en sentido amplio, la obra implica una toma de conciencia sobre lo que aspiramos para el país y aquello en lo que nos quieren transformar los que en estos momentos mandan.

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