ESPECTáCULOS
› HUBO CASI 30 MIL PERSONAS EN EL “SAN PEDRO ROCK”
El otro sabor del encuentro
A pesar de los disturbios que empañaron la última jornada, el balance de la primera cumbre rockera del 2003 fue positivo: León Gieco, Attaque, Pericos y Babasónicos dieron shows impecables.
› Por Roque Casciero
Desde San Pedro
El cierre de San Pedro Rock fue una mezcla de sabores dulces y amargos. La última jornada del primer festival del verano 03, a la que asistieron casi 15 mil personas (totalizando cerca de 30 mil), tuvo momentos de emoción profunda en el show de León Gieco, de pogo y grito con los Attaque 77 y de baile con La Mississippi, pero en los accesos al Estadio Municipal también hubo tensión, piñas, palazos, piedras y tiros al aire durante la presentación de Bersuit. Los disturbios –provocados por un centenar de personas que quería entrar de prepo– se convirtieron en la única mancha de un maratón de tres días a puro rock argentino, en el que también brillaron Catupecu Machu, Divididos, Pericos y Babasónicos.
Esta tranquila ciudad se había despertado con sus campings ribereños colmados de carpas y con cientos de chicos y chicas jugando de visitantes. El vino en cajita y la cerveza ayudaban a soportar el calor de la tarde, igual que algún ocasional chapuzón en los brazos del Paraná, a pocos metros del estadio. Nada indicaba que más tarde la seguridad del festival iba a tener que pelear mano a mano con algunos de esos pibes. A diferencia de los primeros dos días, cuando Infierno 18 pisó el escenario para abrir la jornada, ya había casi mil personas sentadas en el césped. Hubo mucho respeto y calor con las bandas menos conocidas, que subió en intensidad cuando tocaron los ascendentes Totus Toss. El buen humor primaba, y la mejor muestra estuvo en que una banda blusera fue seguida con total naturalidad por otra de raíz punk: Mississippi puso a bailar a medio estadio a fuerza de sus boogies y rocanroles urbanos (como siempre, “Café Madrid” fue la canción más aplaudida), y después Attaque 77 electrificó el ambiente con sus guitarras y una catarata de hits (“Hacelo por mí”, “Angeles caídos”, “Hay una bomba en el colegio”)..
Bersuit no tuvo la contundencia de otras noches: faltaron varios de los temas más conocidos y Gustavo Cordera parecía disfónico, pero a la gente no le importó, inmersa en su propia ceremonia de bengalas y banderas. León Gieco se la jugó a presentar todo Bandidos rurales de entrada y, con todas las apuestas en contra (al fin y al cabo, era un festival), le salió bien: la gente lo escuchó con devoción. Luego con los primeros acordes de “Cachito, campeón de Corrientes” comenzó el baile y la polvareda, que continuó con “Kilómetro 11”. De ahí en más, todos fueron clásicos como “La navidad de Luis”, “Pensar en nada” y “Los Salieris de Charly”. Gieco tuvo como invitados a Rubén Patagonia y a dos chicos discapacitados, y todos volvieron para una emotiva versión de “Sólo le pido a Dios”.
Gieco estaba al tanto de lo sucedido durante el show de Bersuit, pero lo suyo tuvo el poder de un bálsamo. Nada parecido había sido necesario en los días anteriores. El viernes, en comparación, hubo poca gente (4 mil personas) para ver a Vicentico, Pericos y Babasónicos. Lo más caliente de esa noche lo aportaron los reggae boys, porque el ex Cadillacs todavía precisa que su banda cobre sabor a fuerza de shows y porque la propuesta de Dárgelos y compañía no es tan “festivalera”. El sábado, Pappo le sacudió el polvo a su leyenda a puro riff, pero la explosión fue aportada Catupecu Machu. El trío se ganó cada músculo de las 9 mil personas presentes. Los problemas del último día agregaron una mueca triste. Pero no fue más que eso: detrás del escenario, casi todos estaban felices ante la certeza de que el rock argentino ganó otro lugar para su vieja ceremonia.
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