Mié 15.01.2003

ESPECTáCULOS

La historia de las luchas del siglo veinte contada por las “Porteñas”

El director Manuel González Gil y Susú Pecoraro explican el sentido de “Porteñas”, que se estrena mañana con un elenco que completan Betiana Blum, Virginia Lago, Carolina Peleriti y María Valenzuela.

› Por Cecilia Hopkins

“A este siglo no lo pueden contar los hombres sino las mujeres”, repite el director Manuel González Gil que le dijo Susana Rinaldi luego del estreno de Porteños, cinco años atrás. El prolífico puestista dice haber rechazado de plano, por entonces, las propuestas que recibió para escribir la versión femenina de aquel éxito comercial, que presentaba a un grupo de hombres (cada cual ilustrando a su modo un prototipo porteño) reunidos en torno de la mesa de un bar, en tren de intercambiar impresiones sobre acontecimientos públicos y privados. “Me pareció oportunista ofrecer las dos obras simultáneamente, pero la idea me gustó y la dejé para más adelante”, admite mientras se encuentra dando los últimos toques a la puesta del texto que finalmente accedió a escribir junto a Daniel Botti: mañana, Porteñas sube a escena en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza, con escenografía de Carlos Di Pasquo, vestuario de Pepe Uría y música original de Martín Bianchedi. El elenco está compuesto por Betiana Blum, Virginia Lago, Carolina Peleriti, Susú Pecoraro y María Valenzuela.
La reunión de cinco mujeres de las extracciones más diversas se produce en casa de una de ellas (Amalia, la aristócrata del grupo) en diferentes fechas clave: la primera es el 1º de mayo de 1909, en la llamada Semana Roja, “un momento de convulsión social que nos sirvió para hacer creíble la reunión de estas cinco porteñas tan disímiles que van a demostrar el cambio abismal que produjeron en cien años”, afirma el director. Susú Pecoraro, quien tiene a su cargo el rol de la “porteña feminista”, menciona a los otros cuatro personajes: la mujer del almacenero, la mujer del militar, la obrera y la mujer del diputado.
–Estas porteñas no hablan ni de hombres ni de moda, sino que están abocadas a luchar por su autonomía y sus derechos. ¿Son arquetipos o pensó en mujeres reales?
M.G.G.: –Al principio de la escritura, con Daniel Botti, nos planteamos el tema del discurso de las protagonistas, con miedo a escribirlo de un modo paternalista. Después nos decidimos a elaborar esquemas muy claros de personajes, acciones y situaciones, abiertos a ser “terminados” por el elenco. Todo el tiempo tuvimos la oreja atenta a lo que decían las actrices.
S.P.: –Desde el comienzo supimos que Porteñas era una invitación a trabajar junto con los autores, algo que no es común. Para algunos momentos de mi personaje –que es el de la más politizada– hubo improvisaciones y cambios. A mí me interesó quebrar el arquetipo, hacer un personaje vivo, que iré enriqueciendo con sutilezas con el correr de las funciones.
–¿Qué otros sucesos sirvieron para jalonar la historia del siglo?
M.G.G.: –De 1920 tomamos el simulacro del sufragio femenino en el Congreso, y tomamos 1935 para entrecruzar dos hechos: ellas vienen de ver el estreno de El día que me quieras y a la vez reciben la noticia del atentado a Lisandro de la Torre. Daniel hizo una investigación acabada sobre muchísimas situaciones. De manera que no partimos de una página en blanco, sino que escribimos las escenas con la apoyatura de muchos datos.
S.P.: –Cuando leí el libro me desasné de muchas cosas. Pero de todas formas, no es que hay una cantidad de datos que llegan a pesar, porque nunca deja de ser una comedia, con sus momentos emotivos o humorísticos.
M.G.G.: –No le temo a internarme en las situaciones que pasan del humor a la crueldad o el sufrimiento, sin puentes que marquen una transición. Pero a veces las escenas tienen un esquema simple: la más lograda de todas, la más entrañable es la que toca el tema de los desaparecidos. Tiene lugar el segundo jueves en que las Madres van a Plaza de Mayo.
–¿La figura del hombre está ausente en la obra?M.G.G.:
–Para la mayoría de estas porteñas, el marido es un referente porque viven a su sombra: cuando votan en el ‘52, ellas lo consultan a él y creo que ellos pesan sobre sus mujeres hasta los ‘60. Yo creo que el espejo del cambio del siglo lo va dando la evolución de la mujer. El hombre no ha cambiado tanto como ella, ni en lo formal ni en sus libertades ni derechos.
S.P.: –Mi personaje habla mucho de sus novios y creo que siempre está mal acompañada porque no ha sabido elegir. Ella es panfletaria, revoltosa, y el novio puede ser un cobarde que no la acompaña a una manifestación. Pero en los años ‘60 se enamora y consigue entablar una relación afectiva con un par. Yo no creo que el hombre no haya cambiado: pienso que se aflojó, que se permite ser una persona, sin la necesidad de “ser hombre”. Yo, a los 20, sentía a los hombres como pares, con una sensibilidad muy afín. Sin embargo, es cierto que los cambios toman mucho tiempo. Lo que Porteñas me deja es la idea de que todo se repite, que todo es como una espiral y que para avanzar necesitamos años de años. Por eso, como si rezara, mi personaje le pide a la Beauvoir “danos tiempo, Simone, ya vamos a entender”.

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