ESPECTáCULOS
Las tribulaciones de un francés en Barcelona
› Por Horacio Bernades
Exitazo de aquéllos en Francia, filmada en video digital de alta definición (el mismo sistema utilizado por George Lucas para El ataque de los clones), el nuevo opus de Cédric Klapisch (de quien hace unas temporadas se conoció Un aire de familia) es una película infrecuente. Comedia juvenil paneuropea, Piso compartido no parece terminar de decidirse entre la tecnología visual de punta y las imágenes más codificadas, entre la macchietta y el personaje, entre la sorna hacia el hippismo setentista y el coqueteo con cierto neohippismo de chico rico, entre el pop y la tradición, la aceleración y el laguneo.
Actor fetiche del realizador, Romain Duris es Xavier, un chico marcado por la disociación entre un padre burgués y una mamá que sólo come comida orgánica y jamás va a la peluquería. Esa división de cuna se hará carne cuando se le presente la oportunidad de viajar a Barcelona para familiarizarse con el español, como parte de una formación que el día de mañana le permitirá especializarse en la división de negocios ibéricos del ministerio de economía francés. Para ello, Xavier se inscribe en un programa de intercambio llamado Erasmo, se despide de su novia Martine (Audrey Tautou, la de Amélie) y hace las valijas, partiendo hacia la siempre soleada España.
En Barcelona, Xavier conocerá primero a un connacional bastante insoportable y su tímida, pacata pero bella esposa burguesa, Anne-Sophie (Judith Godreche), con la que establece desde un primer momento cierta tensión sexual. Enseguida, el muchacho irá a parar al auberge espagnol del original, suerte de improvisado “albergue para la juventud”, ocupado por una chica inglesa, un muchacho alemán, otro italiano, un español, un danés. Tras ser sometido por el alemán a un interrogatorio digno de la Gestapo será aceptado por esa comunidad de jóvenes que, si bien viven juntos, hacen valer los principios de propiedad privada, administración y división del trabajo. No por nada todos ellos son estudiantes de Ciencias Políticas y Economía.
Tras “colar” en el auberge a Isabelle (Cecile de France), una chica belga por la que se siente atraído –aunque pronto descubra que lo de ella no son los chicos sino las chicas–, el indeciso Xavier resultará tironeado entre Anne-Sophie (con la que inicia una relación clandestina que terminará orillando el amour fou), Isabelle (convertida en confidente de peligrosa proximidad) y su novia Martine (a Tautou le tocó esta vez un papel de rompecocos). Y tampoco terminará de resolver su vocación, aunque a último momento terminará optando por ser fiel a sus más románticos deseos.
Como Xavier, Klapisch tampoco parece resolver si lo que quiere es una película llena de chiches digitales y espíritu pop (los primeros quince minutos son una orgía de inscripciones en pantalla, diseño gráfico, pantallas divididas, ritmo loco y caprichos narrativos) o si en cambio prefiere una suerte de “Banda del Golden Rocket” para chicos de buena posición, como sugiere el resto del film. Más allá de las indefiniciones, no hay duda de que el realizador tiene muy buen ojo para la captación de climas y ambientes, como lo demuestran sobre todo las escenas más libres, aquellas en las que se baila, se toma y se flirtea, en boliches catalanes varios, durante todo el día y hasta el día siguiente.
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