ESPECTáCULOS
“Ante cada nueva obra, me siento como un aprendiz”
Villanueva Cosse aceptó un ofrecimiento de Carlos Gorostiza para actuar en “Toque de queda”, una pieza que mezcla conceptos abstractos con la realidad de la violencia doméstica.
› Por Hilda Cabrera
Pericles tiene la apariencia de un personaje fantasmático, pero sus acciones poseen la contundencia de lo real. Por su vestimenta no se sabe si es militar, policía o bizarro bombero. Acaso pretenda ser todo a la vez. Pertenece a una extraña organización que autodenomina Cepretoc (Cuerpo Especial de Preservación del Toque de queda). Calza botas y se introduce sin saberse muy bien cómo en una casa, trastrocando la vida familiar con la seguridad de los que se saben impunes, y son quizá por eso inmortales. Este es el personaje que en estos días ensaya Villanueva Cosse, uno de los actores y directores más prestigiosos de la Argentina, entre cuyos últimos trabajos figura el concretado en Mein Kampf, de George Tabori. Toque de queda pertenece a Carlos Gorostiza, quien estrena por primera vez en una sala del Teatro San Martín, y además dirige su propia pieza en forma conjunta con Daniel Marcove.
Nacido en Melo, ciudad del nordeste uruguayo cercana a la frontera con Brasil, Cosse (Villanueva es “su nombre de pila”) ha desarrollado una importante actividad en el teatro (incluida la dramaturgia, puesto que elaboró en colaboración con Adriana Genta el espectáculo Compañero del alma, una pieza en homenaje al poeta español Miguel Hernández), también en el cine (con destacados papeles en Asesinato en el Senado de la Nación, La película del rey, Señora de nadie y Los amores de Kafka, entre otras películas) y ocasionalmente en televisión. En sus inicios está el mítico Teatro El Galpón de Montevideo, fundado por el recordado Atahualpa Del Cioppo, su perfeccionamiento en París en la escuela de teatro y mimo del maestro Jacques Lecoq, y, en la Argentina, sus actuaciones en obras clásicas y contemporáneas (algunas llevadas en gira por España) y sus numerosas direcciones escénicas, entre otras Arlecchino, Esperando la carroza, Los compadritos, de Roberto Cossa, la premiada Cocinando con Elisa, Luces de Bohemia y, entre las más recientes, La venganza de Don Mendo. El ofrecimiento de Gorostiza lo encontró en otro proyecto (dirige una pieza de próximo estreno en el Teatro Payró), pero de todas formas se animó a encarar a este Pericles. “Un personaje al que es necesario descubrirle el aspecto lúdico. Si lo logramos, la obra va a ser un festín”, según apunta en diálogo con Página/12.
–Tal como está planteada por el autor, la situación exige de los actores síntesis y diferenciación de ritmos...
–Justamente, tenemos que exprimir al máximo la situación. Gorostiza dice que en estos ensayos le estamos descubriendo el lenguaje a la obra. Todos los personajes son complicados: el de Lucrecia Capello (Marga), Roly Serrano (Pepe), Nicolás Mateo (Nito) y Micaela Iglesias (Gaby). Si los reducimos a la caricatura nos vamos al demonio. Toque de queda no admite comportamientos naturalistas, pero sí una cierta desmesura, que además los actores debemos legitimar.
–¿Cómo es en este caso la codirección?
–No debo hablar por otros, pero Gorostiza dice que Marcove refrena sus impulsos seniles, que no son tales. Lo veo en sus más de ochenta años y pienso en nuestra profesión. No sé si vivimos más o menos años que otra gente, pero llegamos a zonas muy intensas. Ojalá todos pudieran vivir en un mundo de vocaciones. Es cierto que nuestro trabajo es inestable. Yo mismo no sé cómo voy a terminar, pero ante cada obra me siento un aprendiz. Un ser que se renueva.
–Su Pericles desencadena una violencia soterrada y situaciones de sometimiento que descolocan. ¿Qué opina de este personaje?
–Me retrotrae a un tipo de teatro que esconde seres perversos, que surgen, diría, por peteneras, capaces de crear una zona de fiesta y bondad aparente, y modificarla abruptamente en otra, acá inquietante debido a su lascivia y crueldad. Lo difícil en esta obra que mezcla lo abstracto (la representación de ideas) con asuntos concretos es evitar que esta metáforade la violencia doméstica (un ejemplo son las ataduras hechas con corbatas) se transforme en un asunto ingenuo.
–¿Quiere decir crear al mismo tiempo un clima de humor y sometimiento?
–La propuesta sería de real opresión, de secuestro. Pericles controla a todos, pero también intenta seducir. Va a la búsqueda de grietas. La primera es Marga. La conquista, maltrata al marido, odia al hijo y muestra cierta lujuria respecto de la novia de éste.
–La acción se desarrolla en julio de 1945. El disparador es el fin de la Segunda Guerra Mundial. Se alude incluso a un reordenamiento que parece imposible...
–Pero también se mencionan otras guerras futuras, también nuestras, como la de Malvinas. La impresión es que estos personajes, y en general los seres humanos, dan vueltas sobre una misma situación. Son incapaces de interpretar lo que ocurre en el presente y por lo tanto no imaginan el porvenir. Es parte de una conducta histórica que los hace tropezar siempre con la misma piedra. La guerra que ahora prepara Estados Unidos contra Irak lo está demostrando.
–En “Toque de queda” se mencionan las manifestaciones que hubo en 1945 en Buenos Aires. Entonces la Argentina estaba en manos militares, con el general Edelmiro Farrell como presidente. Se hace un somero recuento de muertos. ¿Cómo vivió usted el anuncio del final de la guerra en Uruguay?
–Yo era un estudiante de 11 años. Mi recuerdo es el de haber experimentado una gran alegría. En Uruguay, el fascismo estaba más escondido que en la Argentina, donde había a nivel oficial admiración por los regímenes autoritarios. Uruguay, en cambio, había roto las relaciones diplomáticas con el Eje en 1942 y se había declarado a favor de los Aliados.
–¿Su Pericles sería en parte símbolo de ese fascismo latente?
–Representa, supongo, eso que está tan instalado en el inconsciente de las personas. La necesidad de protección y al mismo tiempo de orden. De lo contrario no se entiende cómo se ha podido aceptar, tanto en la Argentina como en Uruguay, que quienes son dueños de las armas declaren que defienden la libertad de expresión. Eso estaba también detrás de la famosa frase que aconsejaba al pueblo ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Esta, como otras ofertas similares, han sido muy tentadoras, porque aquello que el ser humano lee con más claridad es su propio miedo. El miedo es un consejero de voz fuerte, y es aliado de los poderosos. De él se apropian tanto la derecha como la izquierda política. De ahí la vigencia de la pregunta de por qué a una revolución no le sigue un gobierno revolucionario.