ESPECTáCULOS
› HORACIO FONTOVA RETORNA A LA PANTALLA CHICA CON LA SERIE “ZAFANDO”
“Ahora el país trata de zafar de sí mismo”
El músico y actor vuelve a la TV con un papel a su medida: un experto en la cultura de la calle que aconsejará a Vando Villamil, un ex nuevo rico que sufre los nuevos tiempos de miseria.
› Por Mariano Blejman
Andrés es un empresario venido a menos que todavía tiene una 4x4 y un celular último modelo, pero un mal negocio lo dejó en bancarrota y no sabe cómo hacer para que su vida parezca la misma. Sin embargo, está dispuesto a todo para que su mujer no pierda el status plagado de viajes y prácticas de ski. Pichi Valdez, en tanto, es un experto de la calle que le enseñará a sobrevivir en esa caída libre que le propinó la crisis argentina. Ambos se juntan para zafar, dicen. Para defenderse y no caer en ese tobogán que termina siempre en la vereda de enfrente. “Ahora el país trata de zafar de sí mismo”, cuenta Horacio Fontova en entrevista con Página/12. “Zafando” se emitirá por Telefé, desde el próximo martes a las 23. Además de Andrés (Vando Villamil) y Pichi Valdez (Horacio Fontova), estará Luz (Florencia Raggi), quien hará el papel de la mujer bien pero despechada, que no se resigna a perder lo que tiene. Mejor dicho: lo que está por perder de cualquier modo. En la comedia, filmada en el formato de 16 mm, también estarán Alejandro Awada, Miguel Dedovich y Lucrecia Capello. El guión es de los hermanos Slavich, la dirección de actores estará a cargo del “Indio” Luis Romero y la dirección general es de Alberto Stagnaro. En eso de zafar, Horacio Fontova tiene cierta experiencia: “El corralito me agarró con todo”, cuenta.
–¿De qué quiere zafar su personaje?
–De lo mismo que quieren zafar todos. Hay una parte del mundo que se ha vuelto loca. Y hay que rebuscárselas de algún modo para que no nos aplasten los poderosos, que empiezan por el norte. Pero en el caso de este personaje la cuestión es más concreta. En la tira, dos amigos de la infancia se encuentran: uno es de la calle y el otro es gente fina, que tiene una mujer en decadencia, aunque ella no lo sabe todavía.
–¿Zafar es sobrevivir?
–El arte, por ejemplo, es un buen paliativo para sobrevivir. Aunque yo creo que las crisis, sin embargo, siempre vienen bien. A pesar de que nos quedaron los ahorros en el plazo fijo y el gobierno nos quiere abatir psicológicamente, nos han llevado a volver a hacer tortillas de fideos, cosa que habíamos olvidado con el menemismo. Aprendimos a zafar en el sentido de la economía de subsistencia. Y ahora vamos por más. Habíamos pasado una década en que no salimos a la calle, y de repente salimos todos juntos.
–¿Cuál es su proyección de país?
–Creo que hay una especie de feudalismo nuevo donde no importa realmente lo que pasa en el castillo, mientras afuera de sus murallas nos arreglamos como podemos. Es más, yo les diría a los poderosos que afuera, aquí abajo, estamos bien sin ellos. Creo que los ricos perdieron definitivamente la ciudad. Ahora, hasta piden que los dejen matarse entre ellos, como en el caso de los García Belsunce. Incluso tienen que cambiar sus autos lujosos por unos Fititos. Pero es sabido que yo soy anarquista. Y lo que yo quiero es ver a los bairolettos en el poder.
–¿Y personalmente cómo piensa zafar?
–Estoy en una situación especial. Supongo que para otros zafar es simplemente poder comer algo y disfrutar de la vida. Un ejemplo de eso son las empresas recuperadas, las cooperativas, las asambleas, los que producen autogestivamente. Los cartoneros son un sistema perfecto, tienen el poder de la calle. El otro día pasó por la puerta de mi casa una especie de comandante cartonero que gritaba “¡Atención, llegaron los pobres!”. Es una forma de zafar para que no nos achanche la tristeza y el desánimo. La calle es un campo de batalla donde hay que ganar o ganar.
–¿Y la televisión qué rol juega en ese campo de batalla?
–El reality, por ejemplo, es un regreso al circo romano, un culto a la traición. Ese tipo de programas me da asco. Creo que la televisión debe ir más allá del choripán.
–Parece que no le gusta la TV...
–Lo que no me gusta es canal 9. Si ahí trabajan actores es cosa de ellos. No me gusta el autoritarismo, no me refiero a los actores sino a sus dueños. Históricamente, cada vez que olí a rata salí corriendo. Así que no pienso acercarme a ese canal lleno de ratas.
–¿Se autodefine como un hombre con calle?
–Soy oriundo de Tribunales. Mi barrio es la calle Corrientes, donde viví hasta mis 20 años. Así como los tangueros tienen nostalgia de principios de siglo, soy un nostálgico de la época hippie. Una vez, en aquella época, me echaron de una comisaría porque ya había estado demasiadas veces. Vino el comisario y me preguntó “¿Qué hacés acá?”. Agarró a otros dos policías que estaban mirando y les dijo: “¿Ven a éste? No lo quiero ver más”. Nunca me trataron tan mal cariñosamente como aquella vez.
–¿Qué extraña de ese hippismo?
–Han desaparecido muchos café-concerts. En esa época la calle realmente no dormía. No era como ahora. Había boliches durante toda la noche. Sin embargo, creo que la actividad cultural del teatro creció. Más allá de los lugares, Buenos Aires sigue siendo un escenario fantástico. Tengo unos amigos que hacen teatro barrial. Están en Flores, se llaman Humito y Juan, y tienen un teatro llamado La Palmera. Es un resguardo del hippismo que alguna vez tuvo Buenos Aires. Esa es otra forma de zafar.