ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A GASPAR NOE, DIRECTOR DE “IRREVERSIBLE”
“A mí me interesa lo crudo”
El polémico segundo film del realizador argentino radicado en Francia viene dividiendo aguas desde su lanzamiento en el Festival de Cannes “Quería mostrar la violencia cotidiana, inesperada”, explica.
› Por Horacio Bernades
“Algunos salen encantados y otros me quieren matar. Es lo que ocurre desde que la película se presentó en Cannes, y lo mismo se repite en todos los países donde se estrena, desde Francia a Japón, pasando por Estados Unidos, Inglaterra o Turquía.” Gaspar Noé sabe de qué habla: Irreversible viene cosechando, de parte de crítica y público, las reacciones y epítetos más enconados, desde aquella primera proyección en Cannes hace un año atrás. Entre “obra maestra” y “verdadera porquería”, prácticamente nada ha dejado de decirse sobre este segundo largometraje del realizador, que es argentino, pero vive y filma en Francia.
“Espero que a la gente de allá le guste”, se esperanza Noé ante Página/12 en París, poco antes de viajar a Buenos Aires para acompañar el lanzamiento de la película. Sin embargo, cierta sonrisa pícara abre un margen de duda frente a toda posible ilusión de unanimidad. De 39 años e hijo del pintor Luis Felipe Noé, Gaspar emigró a Francia en 1976, junto con su familia. En los ‘90 anunció, con su primera película, que lo suyo no pasaba por el cultivo de los buenos modales. Se trataba de un mediometraje llamado Carne, predecesor de su primer largo y segunda conmoción cinematográfica, Solo contra todos. Ambos giraban alrededor de un ser intolerable, un carnicero blasfemo, racista, incestuoso y homofóbico, que vuelve a aparecer al comienzo de Irreversible. Los dos fueron exhibidos en Cannes antes del escandalete de mayo pasado, cuando la nueva película de Noé –protagonizada por la diva italiana Monica Bellucci y su pareja por ese entonces, Vincent Cassel– fue saludada por un rosario de desmayos, abucheos y fugas de la sala. “Es una película sobre la barbarie, sobre todo la masculina. Lo que yo quería era hacerle vivir al espectador la experiencia de la barbarie, en lugar de sólo sugerirla”, argumenta Noé.
–¿Cómo surgió la película?
–Desde hace tiempo andaba con ganas de filmar un drama muy extremo sexualmente, casi porno, algo así como El imperio de los sentidos. Una noche me encontré en una disco con Vincent Cassel (conocido en la Argentina a través de películas como El odio y Pacto de lobos) y se lo comenté. Los dos estábamos un poco borrachos. Le interesó y me pidió que le mostrara el guión, aunque yo prefería filmarla con actores desconocidos. Ahí lo pensé un poco mejor y le pregunté si tal vez a Monica (Bellucci) podría llegar a interesarle. Que sí, que no, les pareció demasiado. Entonces les ofrecí otro proyecto al que también le estaba dando vueltas: una historia de venganza, contada de atrás para adelante. La cuestión es que teníamos muy poco tiempo para filmarla, porque Monica estaba contratada para actuar en Matrix recargado y el rodaje empezaba muy pronto. Entonces les propuse filmar sin guión, improvisando mucho y todo en tomas de larga duración. Una docena de planos secuencia para toda la película, nada más. Si Vincent y Monica aceptaban, los productores estaban. Y así fue. Empezamos a filmar sin guión y sin título. Yo quería una película que fuera violenta. Una violencia al estilo de Salò, de Pasolini. Nada catártica y muy shockeante.
–¿Por qué?
–Porque pienso que debajo de todas las capas de civilización, en el fondo seguimos siendo bárbaros, sigue estando el animal adentro. Eso ocurre en todas partes, incluso en Francia, que es un país que se jacta de su alto grado de civilización. Somos más bárbaros los hombres, que tenemos mucha mayor propensión a la violencia física. Pero en cine (en el cine de Hollywood, sobre todo) la violencia aparece glamorizada o al servicio de una causa justa. Y si no se la intenta racionalizar, explicar, entender, cuando lo que ocurre es que la violencia está ahí y de repente estalla. Yo quería mostrar la violencia cotidiana, inesperada, gratuita incluso, para recordarle a la gente que a cualquiera le puede pasar, que nadie está asalvo. Esto no es simplemente una idea mía: conozco mucha gente que sufrió violaciones, y no sólo mujeres. Generalmente eso se calla, se silencia, y por eso mismo decidí mostrarlo, sacarlo a la luz.
–¿No le parece que una de las posibles lecturas de la película podría ser: “Haga patria, mate a un violador”?
–Todo lo contrario: lo que yo muestro es justamente una espiral de violencia, que lo único que genera es más violencia, más muerte, más destrucción. En un momento el protagonista y su amigo se dejan llevar por unos vigilantes privados, unos tipos que sí son fachos, y que lo único que hacen es comerles la cabeza, echar más leña al fuego. Trabajo sobre lo más primario e irreflexivo, porque creo que eso está ahí y sólo necesita una excusa –una venganza, demasiado alcohol en sangre, mucha testosterona– para estallar.
–Sin embargo, toda la forma de la película está muy pensada, muy meditada, con esos movimientos de cámara complicadísimos, planos-secuencia de larga duración y ese modo de narrarla, de atrás para adelante.
–Que a mí me interese filmar lo crudo no quiere decir que haya que descuidar la forma. El cine que me gusta –desde Kubrick hasta Scorsese, pasando porDe Palma y gente por el estilo– se expresa a través de la forma, de la cámara, del color, y creo que todavía hay mucho para experimentar en estos terrenos. No me interesaesa tendencia minimalista que abunda en el cine contemporáneo. Prefiero lo barroco, lo excesivo, tanto en términos de temática como de forma. La película que estoy preparando en este momento, que es un viejo proyecto y seguramente va a llamarse Enter the Void (Entrando en el vacío) debería ser lo más parecido a un trip lisérgico, y allí espero experimentar a fondo con todo esto.