ESPECTáCULOS
› “X-MEN 2”, LOS MUTANTES DE MARVEL CONTRAATACAN
La paranoia del mundo Bush
Desechando las simplificaciones entre buenos y malos, esta nueva versión de los hombres X comienza con... un atentado a la Casa Blanca.
› Por Martín Pérez
“¿No has intentado no ser un mutante?”, es lo que alcanza a preguntar la madre de ese niño que ya ha crecido, que puede transformar una taza de té caliente en un bloque de hielo con apenas tocarla con un dedo. El joven mutante –llamado muy apropiadamente Iceman– le demuestra a su madre lo que es capaz de hacer con un asustada sonrisa que sólo espera su aprobación. Una necesidad algo fuera de lugar en medio de la súbita huida que protagoniza junto al ‘’profesor’’ Wolverine y sus compañeros Rogue y Pyro. Y que los ha llevado hasta aquella típica familia de suburbio, incapaz de entender lo que le sucede a uno de sus hijos, incapaz de entender eso que le está sucediendo al mundo. Un mundo que la humanidad nunca estuvo demasiado dispuesta a compartir con nadie. Un detalle que se recuerda apenas comienza esta esperada secuela de aquella original X-Men (2000) de Bryan Singer, sin dudas la mejor de las tantas adaptaciones cinematográficas de los superhéroes de la Marvel de estos últimos tiempos. Con el mismo director al mando, X-Men 2 –llamada simplemente X2 en los Estados Unidos– es una superproducción más ambiciosa, con más superhéroes, más enemigos, más escenas de acción y, también, mucho más tiempo. Dos horas y cuarto son las que esta vez se toma Singer para contar la(s) historia(s) de sus mutantes amenazados por un mundo paranoico y desconfiado. Y que les hace la guerra, aun antes de haberla declarado oficialmente. Si aquel comic book original de Stan Lee utilizaba a sus X-Men para debatir sobre temas de actualidad entre capas, disfraces y romances adolescentes, Singer no abandona esa intención. Su primer X-Men comenzaba en un campo de concentración, y esta secuela arranca con el atentado de un mutante contra el Presidente de los Estados Unidos, que dispara el odio nacional contra todos sus semejantes. Un acto que, tanto por sus efectos inmediatos como por cierto ensayo de terminología bélica por parte de dicho Presidente a la hora del epílogo, tiene cierto tufillo a Torres Gemelas.
Desechando las simplificaciones entre buenos y malos, esta segunda X-Men juega a tres bandas, con el moderado Xavier (Patrick Stewart) aliado al extremista Magneto (Ian McKellen) contra un mal mayor, el exterminador Striker (Brian Cox), un militar que desde hace décadas se está preparando para comenzar su guerra contra los mutantes. Con el misterio de la creación de Wolverine en el centro de estas presentaciones, alguna que otra subtrama romántica y la presentación de nuevos mutantes, la superacción de X-Men 2 arranca desde su prólogo, con un mutante violando la seguridad de la mismísima Casa Blanca. Luego será hora de la invasión armada a una escuela mutante que recuerda a la de Harry Potter, el escape de Magneto de su prisión a-la-Hannibal y algún que otro sacrificio que nunca se llega a comprender del todo. Más espectaculares que narrativas, las escenas de acción de X-Men 2 responden a esa vocación de “mas-y-más” a la que obedece una secuela que no alcanza a superar a la original, aunquemaneja muy bien su necesidad de exceso sin perder jamás las formas. Y al mismo tiempo satisfacer a sus fans.
Hugh Jackman parece tan contundente en su papel de Wolverine como en el primer film, aunque un poquito más duro. Halle Barry se mueve como la chica Bond que es, en su presentación como Strorm, aún cuando baje su perfil en el resto del film. Famke Janssen roba cámara todo el tiempo como la más seductora de todas. Es que X-Men es una superproducción con un elenco a la altura de los efectos especiales. Y eso sin mencionar a la dupla protagónica Stewart-McKellen, no tan estelar aquí como en la primera, pero manteniendo bien su estampa. La de guerreros peleando por lo que creen, en medio de un mundo que parece incapaz de creer en otra cosa que en sus miedos.