ESPECTáCULOS
“Es verdad que estamos mal, pero ¿alguna vez estuvimos mejor...?”
El escritor peruano Mario Vargas Llosa utilizó esta idea, en rigor de Carl Popper, para analizar el presente político latinoamericano. De ser argentino, confesó, el domingo hubiese votado a López Murphy.
› Por Verónica Abdala
El aplomo de Mario Vargas Llosa y su lento caminar no variaron cuando una docena de fotógrafos se interpuso en su trayecto para descargar su munición pesada de rollos y flashes. El escritor peruano recorrió sin prisa la distancia que lo separaba del escritorio que lo esperaba para la presentación de su nueva novela, y con la parsimonia de quien está en la soledad de su cocina se sirvió y después bebió un vaso de agua. A pocos centímetros de él, se lucía el arte de tapa de El paraíso en la otra esquina. En ella, a partir de una reconstrucción literaria de las vidas de la revolucionaria Flora Tristán y de su nieto, el pintor Paul Gaughin, Vargas Llosa interroga el lector sobre un tema crucial para su visión del mundo. La felicidad, individual y colectiva, planteada en la novela, ¿radica en la vuelta al primitivismo que honró Gauguin o en la evolución de sociedades crecientemente igualitarias, postura que defendió a capa y espada Tristán? “Son dos éticas complementarias”, analizó ayer.
Durante la hora y media que duró un encuentro con periodistas, que preludió su presentación por la noche en la Feria del Libro, Vargas Llosa habló de las elecciones del último domingo en la Argentina, del presente de América latina, de la cruzada de Estados Unidos contra Irak y de la situación de Cuba, entre otros temas. En ese marco, dijo cosas como éstas:
u “El proceso electoral que está atravesando la Argentina marca la normalización de una situación crítica para el país. El mundo asistió con preocupación a lo que aquí ocurrió en los últimos tiempos. Pero yo me manejé siempre con un relativo optimismo. Mi candidato, aquel al que hubiera votado de haber sido argentino, era Ricardo López Murphy”.
u “Si tengo que referirme a la situación global de América latina, citaré a Carl Popper, uno de los pensadores más lúcidos que existieron. El dijo: ‘Es verdad que estamos mal... ¿pero alguna vez hemos estado mejor que ahora?’. Hay que destacar que las democracias están absolutamente consolidadas en nuestro continente como sistema, cosa que no pasaba hace treinta años. (...) Creo que de todos modos Latinoamérica estaría mucho mejor si se hubiera leído más a Carl Popper y menos a Carlos Marx”.
u “No volveré a incursionar en política, salvo como lo había hecho antes de candidatearme a presidente en 1990, desde mi lugar de ciudadano interesado en el debate público. Estoy plenamente dedicado a mi carrera de escritor, y no voy a moverme de eso”.
u “La literatura es en sí misma una utopía. Porque expresa la necesidad de alternativas distintas a eso que son nuestras vidas. Un libro es en este sentido la materialización del sueño de un mundo distinto, de un mundo perfecto o cruel o diferente, de una belleza de la que a menudo carece la realidad”.
u “En el plano político, en cambio, la utopía es casi una mala palabra, es peligrosa. En su nombre se ha arribado a algunos de los capítulos más negros de la historia de la humanidad. La búsqueda de la perfección nos ha conducido al fascismo, al nazismo, al comunismo. La Inquisición también fue consecuencia de un sueño utópico de perfección deformado. Lo son en Perú las acciones de Sendero Luminoso. El idealismo sí es una cosa muy distinta: la ilusión de que se puede cambiar y evolucionar progresivamente y en el marco de los sistemas democráticos es necesario para que no sea todo gestión de lo existente. Siempre acompañado de una cuota de realismo y pragmatismo, claro”.
u “Me alegró mucho la enérgica reacción que tuvo José Saramago frente a Fidel Castro. En el campo intelectual, sobre todo en Europa, la condena fue casi unánime. Me parece loable que no hayan tenido una actitud hemipléjica frente a este caso, como la suelen tener con los atropellos que cometen las dictaduras de izquierda, mientras se levantan con máximo rigor cuando de dictaduras de derecha se trata. La solidaridad de las democracias con los movimientos de disidencia con las dictaduras me parece esencial. Ser tímido o blando casi siempre significa ser cómplice de las dictaduras”.
u “La guerra que impulsó George Bush, lo he dicho mil veces, me parece lisa y llanamente ilegal, desde el punto de vista jurídico. Además de un abuso desde el punto de vista moral. Pero tampoco voy a defender, por supuesto, al sanguinario de Saddam Hussein. Espero que los pueblos de Medio Oriente inicien con esta guerra tan injusta un proceso democrático”.
u “No dejo de asombrarme de lo mal que se interpreta en estos países el concepto de liberalismo. La palabra en sí misma tiene su origen en la idea de libertad, y sin embargo suele asociársela con personajes y políticas totalitarias”.