ESPECTáCULOS
› HORACIO MOLINA EMPIEZA HOY UN CICLO EN LA CASONA DEL TEATRO
“La libertad me produce excitación”
El notable cantante presentará los discos “Mil recuerdos” y “Tango/Clásicos II”, aunque, reconoce, prefiere no atarse a ningún esquema y definir sobre la marcha qué temas cantará.
› Por Diego Fischerman
Podría decirse que Horacio Molina es un cantante secreto. O un secreto a voces. O, por lo menos, que para algunos es el mejor cantante que existe y que otros lo discuten, precisamente, por cantar como canta y no como lo hacen otros. En todo caso, es un artista que viene de varias tradiciones a la vez, que cantó –y canta– canciones románticas, boleros y tangos, que se enloquece con Cecilia Bartoli o con Fischer-Dieskau tanto como con Gardel y Pink Floyd y a quien le molestan, sobre todo, los esquematismos. Es, además, un perfeccionista que no duda en empezar de nuevo un tema delante del público porque una nota no salió exactamente como quería. Y así como jamás va a fingir una emoción que no siente, puede llegar a ponerse a llorar porque una canción lo conmovió. “Me pasó una vez”, cuenta a Página/12. “Me pasé de largo; mientras cantaba me empezaron a aparecer imágenes, apareció una congoja y en un momento me tuve que ir del escenario, llorando, y volver a los cinco minutos.”
Molina tiene muchos discos grabados –algunos de ellos inconseguibles– y acaba de editar dos. Uno de ellos es una antología de canciones de amor, grabadas en parte en París en 1982 y en parte en Buenos Aires, diez años después, titulada Mil recuerdos. Allí toca con el notable pianista y compositor Sergio Mihanovich, con un grupo arreglado por Leo Sujatovich y otro orquestado por Christian Chevalier e incluye, entre otras cosas, varios temas de Eduardo Mateo, unos cuantos de Mihanovich y otros tantos propios. En el otro CD, Tango/Clásicos II, participan también varios músicos –los guitarristas Facundo Bergalli y Jorge Giuliano, el bandoneonista Walter Ríos y el bajista César Franov, entre otros– y hay algunas rarezas. O permisos que poco tienen que ver con las leyes del marketing y mucho con la manera de pensar de Molina. “Noches de Atenas” aparece en una grabación casera registrada una noche en soledad. “Cuando la escuché, tres años después, me dije ¿Yo canto así? No sabía. Creo que nunca canté igual. Y decidí incluirla”. La otra extrañeza es “Soledad”, en trío con la guitarra de Bergalli y con sonido de lluvia. La explicación de Molina es sencilla: “Llovía y el sonido se filtraba en la grabación. La manera en que hicimos la canción tenía que ver con esa lluvia y la incluimos. Lo que se escucha no es alguien cantando ‘Soledad’, sino alguien pensándola”.
Desde hoy, todos los sábados a las 21, Horacio Molina presentará estos dos discos (más otras cosas que se le ocurra cantar) en la Casona del Teatro (Corrientes 1947), junto a Giuliano y un invitado distinto cada noche. Entre los confirmados están Oscar Alem, Sergio Mihanovich, Walter Ríos y “algún amigo con quien tengamos ganas de hacer cosas”. El cantante reivindica su derecho a moverse en escena como le place (“si tengo que pararme e ir a un lugar en donde se va a encender un cenital, me enfrío, me desconcentro”, confiesa) y, sobre todo, a decidir qué canción va a cantar en el momento en que va a hacerlo. “Tengo que tener libertad de pararme, sentarme, no saber qué tema voy a cantar. Yo miro el cuaderno, lo miro a mi guitarrista, trato de adivinar al público y voy eligiendo. Y esa libertad me produce excitación, como cantar sin red. Esa excitación, que es peligrosa, me da un tono emocional muy preciso. Lo único que me preocupa cuando subo al escenario es saber si estoy bien de la voz.” Dice que “la grabación en estudio es más perfecta, aunque existe la presión de saber que lo que se graba queda para siempre. En vivo me largo más. No me importa tanto si hay una nota que patina un poco o alguna afinación que no es perfecta. Y hay un sentimiento, un feedback tremendo con la gente. Yo capto en seguida la energía y nunca sé si soy yo o la gente. A veces yo estoy más o menos y la gente me manda una onda que me hace subir una adrenalina con la que canto como la gran puta, y por ahí estoy como la gran puta y la gente está fría y me caigo. Me cuesta remontar. Es comohacer el amor. Hay un mecanismo de ida y vuelta. Lo siento en el aplauso, en el silencio, en la contención, en la emoción”.