ESPECTáCULOS
› PABLO REYERO, DIRECTOR DE “LA CRUZ DEL SUR”
“No sé cómo la van a leer”
Ambos pertenecen a la generación de los treintaipico, ambos son guionistas y directores y ambos tendrán, a partir de mañana, sus respectivos debuts en el largometraje en la vidriera más importante del mundo del cine, el Festival de Cannes. Es la primera vez que la sección oficial de la muestra francesa programa simultáneamente dos films argentinos.
› Por Luciano Monteagudo
Cuando ya parecía que la cortina del Festival de Cannes se había bajado y que no había lugar para una sola película más, Pablo Reyero recibió sorpresivamente –hace hoy apenas tres semanas– la noticia de que su primer largometraje de ficción, La cruz del sur, había sido elegida para participar de la sección oficial “Una cierta mirada”, la segunda en importancia luego de la competencia, reservada a los grandes nombres del cine mundial. Es más, mañana mismo, en la jornada de apertura del festival, La cruz del sur tendrá su primer pase de prensa y el jueves la primera función abierta a compradores internacionales e invitados. “Llego muy justo, pero tranquilo”, aclara Reyero (37 años), que se presenta con una película particularmente dura, extrema. La cruz del sur cuenta la historia de tres marginados (a cargo de Leticia Lestido, Luciano Suardi y Humberto Tortonese) siguiendo la ruta de la droga en el paisaje invernal de la costa atlántica, allí donde reina la maldita policía y donde todavía se escuchan los ecos siniestros de los vuelos de la muerte.
Reyero venía de hacer dos estupendos documentales, Vivir (1995), sobre enfermos de sida, y Dársena sur (1997), sobre esa zona aledaña a la Capital Federal que es una de las más miserables y castigadas del país. “Pero siempre quise hacer ficción”, afirma Reyero, con un pie en el avión. “Con ese objetivo empecé primero como meritorio, después como asistente de dirección... Paralelamente, la vida me fue llevando a trabajar como periodista. Estudié en la UBA Ciencias de la Comunicación. Escribí en Página/12 y después se fue dando la posibilidad de trabajar en televisión, como investigador periodístico de ‘El otro lado’, el programa de Fabián Polosecki.”
–¿Cómo fue el salto del documental a la ficción?
–Dársena sur fue un salto cualitativo con relación a Vivir en la búsqueda de una forma de expresión a partir del documental. Lo que pasa es que uno dice “documental” y parece una gran bolsa donde entra de todo, y yo no creo que sea así. Es más, la división entre documental y ficción está cada vez más borrada, esa frontera se difumina cada vez más y me parece que las películas más interesantes se mueven ahí, a mitad de agua, porque el documental requiere de los recursos narrativos de la ficción para contar su historia.
–¿Se reconoce en una tradición de realismo?
–Sí, pero también me gusta mucho David Lynch. Y también me interesa la nouvelle vague y Werner Herzog. Sin establecer comparaciones, solamente para fijar de qué tipo de realismo estamos hablando, creo que la búsqueda expresiva de La cruz del sur está más cerca de La aventura, de Antonioni, por ejemplo, que de Roma ciudad abierta, de Roberto Rossellini. Y en todo caso habría que preguntarse qué es el realismo en el cine, un medio que manipula ciento por ciento la realidad. Tanto en el documental como en la ficción, todo depende de las decisiones subjetivas de cada director sobre el objeto que tiene delante de la cámara, de esa mirada particular. El realismo en cine es puro artificio. Que después se consigan momentos verdaderos, únicos, es la ambición de todo cineasta, tanto en el documental como en la ficción. Tienen que ver con algo que uno estaba buscando y que logra cristalizar.
–¿Cuál fue el disparador de La cruz del sur?
–Viene de mis orígenes, de mi infancia en Villa Gesell, de los inviernos en la costa, de las atmósferas que percibía desde chico, de un medio que está relacionado con esto que cuenta la película. La costa atlántica es una cosa en verano y otra muy distinta en invierno, donde todo aparece transfigurado. Creo que se parece más a “Twin Peaks” que a “La Feliz”.
–¿Aparecieron antes los paisajes que los personajes?
–Sí, totalmente. Y ciertas imágenes y sonidos. Después llegaron las situaciones. Yo conocí y conozco mucha gente que es un poco como los personajes de la película, que viven en ese mundo. Y uno se alimenta de todo eso.
–La sombra de los desaparecidos, que aparece con tanta fuerza en la película, ¿era una “leyenda urbana” en su infancia, o se manifestaba como una realidad?
–Era una realidad cotidiana. Todos los días pasaban recorriendo la costa helicópteros de la Armada, buscando los cadáveres de los vuelos de la muerte que la marea devolvía a la playa. Eso era todos los días. Vos estabas en la playa y pasaban a dos metros por encima de tu cabeza. Pasaban de ida y de vuelta. Si encontraban un cadáver, bajaban y se lo llevaban. Y lo tiraban más adentro. Mi familia siempre tuvo balnearios en la costa y nos ha pasado estar pescando con la red y de repente tirar, pensando que había buena pesca, y encontrarte con un tipo maniatado con alambre. O amigos que han venido a golpear la puerta desesperados, a las cuatro de la mañana, porque se habían llevado a sus hijos. O los habían matado en un enfrentamiento. O guardar gente. Nosotros guardamos a mucha gente. Yo eso de chiquito lo viví muy de cerca. Con un grado de inconsciencia y también de conciencia, como sucede cuando sos chico, que te explican y no te explican. También recuerdo los retenes en la ruta: te hacían bajar, te daban vuelta todo el auto y te volvían a subir. Hacías otros 200 metros, y vuelta a empezar. Esto entre Villa Gesell y Mar del Plata, o entre Gesell y Cariló, que era un reducto militar ciento por ciento: la casa de veraneo o de fin de semana de los militares. Algo de eso saltó después, con el caso Cabezas. Pero viene desde hace muchos años. Y la película habla de todo eso, sin mencionarlo directamente. Porque lo que a mí me interesa con relación a este tema son las marcas que quedaron, no cómo fue. Eso ya lo sabemos, sino cómo eso subsiste hoy, hasta qué punto todo un presente de la zona tiene que ver con ese pasado. Me parece que la muerte tiene una presencia muy intensa en la película, pero no la muerte física, concreta, sino la muerte como una fuerza oscura.
–¿Cómo piensa que será la lectura de la película en un festival como el de Cannes?
–No sé cuánto entenderán de todo esto y voy un poco con esa idea, de que la mejor percepción de la película quizá sólo se puede tener acá. Probablemente la primera lectura que se haga de La cruz del sur tenga que ver con lo social, pero sería una lectura un poco por arriba. En todo caso, a lo que uno aspira es a que la película permita muchas lecturas y que cada uno agarre la línea que quiera.