Jue 15.05.2003

ESPECTáCULOS

Un homenaje argentino al gran Agustín Lara

Adriana Aizenberg protagoniza “Loca por Lara”, una pieza dirigida por Kado Kostzer inspirada en el mexicano que compuso boleros inolvidables, como “Piensa en mí”, “María bonita” y “Noche de ronda”.

› Por Hilda Cabrera

“Con mala onda no se puede hacer ningún trabajo”, observa la actriz Adriana Aizenberg. Por eso dice haber aprendido a crear ella misma situaciones que la predispongan cuando debe encarar una tarea artística. “He evitado lo que no me iba. Tuve además la suerte de trabajar con artistas responsables: eso ayuda a mantener una ética profesional y a sentirse segura en el escenario”, precisa, mientras agradece el cuidado que el director Kado Kostzer puso en el nuevo espectáculo que protagoniza. Tras un difícil año de inactividad, en el que tuvo que recuperarse de un transplante hepático, regresa con Loca por Lara, un estreno del Foro Gandhi (de Av. Corrientes 1743), donde se la puede ver junto al pianista Alejandro Goldberg los viernes y sábados a las 21 y domingos a las 19.
La actriz recrea en esta pieza de Sergio García Ramírez a una cantante callejera urbana de nombre Rosa, que se presenta como hija no reconocida del compositor mexicano Agustín Lara, creador de “Piensa en mí”, “María bonita” (dedicada a la actriz María Félix), “Noche de ronda” y muchos otros boleros famosos. Una forma de paliar el dolor de ese supuesto abandono es cantar los temas del padre. De modo que el espectador oirá, entre otras canciones de la década del ‘50, las populares “Amor de mis amores”, “Rosa” y “Veracruz”. Las excepciones son las cuatro canciones breves que interpreta Goldberg, según señala la actriz en la entrevista con Página/12.
Aunque nacida en Santa Fe, Aizenberg se radicó desde muy joven en Buenos Aires. Participó de la Escuela Teatro Fray Mocho, del Grupo del Sur y del equipo Gente de Teatro. También del Grupo Eteba, junto a Lito Cruz, Helena Tritek, Carlos Moreno, Héctor Bidonde, Hugo Urquijo y Franklin Caicedo. Compuso personajes en todos los estilos y trabajó para el cine y la televisión. Entre otras piezas, protagonizó La pura verdad (de su autoría), acompañó a Norma Aleandro en La señorita de Tacna, de Mario Vargas Llosa (y dirección de Emilio Alfaro); Las pequeñas patriotas, también con Aleandro, en una puesta de Helena Tritek, quien además la condujo en Venecia, de Jorge Accame, y en Nenucha, la envenenadora de Montserrat. En televisión actuó junto a Antonio Gasalla, Norman Briski y otros destacados artistas. Integró los ciclos “Cosa juzgada”, “Teatro argentino” y “Las grandes novelas”, entre otros. Se la vio además en películas relevantes como Plata dulce, de Fernando Ayala, y Mundo grúa, de Pablo Trapero.
–¿De qué manera hace creíble un personaje tan delirante como Rosa?
–Este es un personaje muy basado en los temas de los boleros. Kado ha buscado también un estilo para el espectáculo, que es muy adornado y con detalles kitsch. Uno de los vestidos que muestro lleva una virgen bordada en la pollera, por ejemplo. Ese delirio es una línea de apoyo, y otra es el humor.
–Un recurso característico en sus actuaciones...
–Es que el intérprete tiene que tener humor y saber encontrarle la gracia hasta a lo más serio, pero no haciendo tonterías. Yo me he tomado muy en serio “ser” una colegiala en Las pequeñas patriotas, o una octogenaria en Venecia, que parece de 20 cuando se muestra todavía enamorada de un elegante italiano que viste chalina de seda blanca. Es la situación la que debe producir gracia y no una tratando de ser graciosa.
–En ese caso debe tener claro en qué instancia se encuentra el personaje...
–Uno debe saber de antemano hacia dónde ir para que la interpretación no resulte chabacana ni sea imitativa. Tengo alguna experiencia en obras que estaban en ese límite, como Nenucha, la envenenadora de Montserrat. No era fácil actuar un personaje con el que no tenía puntos de contacto. No me pasa esto con el que ahora preparo para una película de DanielBurman, A brazo partido, donde hago de una señora que atiende un negocio de lencería en el barrio de Once, a la que el marido dejó 30 años atrás para irse a Israel.
–Tampoco, como dijo usted en otra ocasión, tenía puntos de contacto con la kiosquera de Mundo grúa...
–Es cierto, pero en esa película se habla de un tema universal, de gente mayor, y solitaria. Cuando el Rulo (que interpretó Luis Margani) me viene a buscar para salir de paseo, y veo su traje corto y apretado por la gran barriga que tenía, supe que mi personaje debía comportarse con seriedad. Si no lo hubiésemos resuelto de esa manera, la escena se habría convertido en una vulgaridad.
–¿Conocía desde antes la producción de Agustín Lara?
–Sí, pero ahora sé mucho más, que compuso unos 700 temas y que fue el autor del chotis “Madrid”, por ejemplo. Me maté escuchando a las cancionistas de su época, a todas esas mujeres que sabían ponerle intención a las letras. Para este espectáculo adopté un tono de voz grave, espeso. Mi trabajo es muy detallista, porque sé que nada se consigue por arte de magia. Canto en vivo y hasta parezco la mexicana Dolores del Río, por lo producida. El momento más alto del espectáculo es aquél en que se escucha la voz de Agustín Lara cantando uno de sus temas. No importa que su voz sea muy chiquita. Es una grabación de época, un testimonio.

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