ESPECTáCULOS
› SE CUMPLEN 50 AÑOS DE LA MUERTE DE DJANGO REINHARDT
El primer gran guitarrista del jazz
Era gitano. En un incendio perdió la movilidad de dos dedos, pero a partir de su discpacidad creó una técnica y un estilo inimitables: no grabó dos solos iguales. Y su Quinteto del Hot Club fue un hito.
› Por Diego Fischerman
Tenía 18 años y ya hacía casi una década que trabajaba profesionalmente. Iba de un lado a otro, como buen gitano, en una caravana. El 2 de noviembre de 1928, la caravana se incendió y él pensó que no volvería a tocar la guitarra. Después de un año de hospital y varias operaciones, Jean Baptiste Reinhardt, más conocido como Django, comenzó a tocar de nuevo. Tenía dos dedos de la mano izquierda paralizados. No importaba. Fue el primer músico de jazz no estadounidense al que los estadounidenses –no sólo ellos– prestaron atención. Fue el primer gran guitarrista del jazz y, sobre todo, fue uno de los músicos más originales y creativos no sólo de ese lenguaje que recién entonces comenzaba a tomar forma como música de concierto, para ser escuchada, sino de toda la música del siglo XX.
Había nacido el 23 de enero de 1910 en Liverchies, Bélgica, en una caravana de manouches (gitanos franceses), pero podría haber sido en cualquier lado. Murió hace 50 años, el 16 de mayo de 1953, y no podría haber sido en otra parte que en Francia. En una pequeña villa en Samois sur Seine, al este de París, sufrió una hemorragia cerebral. A la mañana le había dicho a su mujer, Sophie, que no podía moverse. Mientras ella iba a buscar un médico, él se sintió mejor y decidió salir a caminar. A los pocos pasos cayó al piso y no volvió a recuperar el conocimiento.
Su carrera profesional, atravesada por dos guerras mundiales, no había sido larga. Sus primeras grabaciones como líder, junto a la orquesta de Michel Warlop, son de marzo de 1934. Un acetato privado, rescatado en el primer volumen de la edición cronológica del sello Classics, lo muestra más cercano al estilo que lo hizo famoso junto a un guitarrista, su hermano Joseph y el contrabajo de Juan Fernández en tres temas (“Tiger Rag”, “After You’ve Gone” y “Confessin’”) registrados en agosto de ese año. Sus últimas grabaciones son de 19 años después (marzo de 1953), junto a un grupo llamado sintéticamente “ses rhythmes” e integrado por Maurice Vander en piano, Pierre Michelot en contrabajo y Jean-Louis Viale. En 1946 había ido de gira a EE. UU. como solista junto a la orquesta de Duke Ellington. Había tocado en los ‘30 junto a Coleman Hawkins, Barney Bigard, Benny Carter y, por supuesto, con su doppelgänger, el violinista Stéphane Grappelli. Pero, desde 1951, vivía retirado en su villa. Nadie lo buscaba para tocar y pocos le ofrecían contratos. París escuchaba a los herederos de Charlie Parker, a Bud Powell y al Hard Bop acuñado por el baterista Art Blakey y el pianista Horace Silver. Y, aunque nunca se dijo claramente y nadie osó echárselo en cara, el hecho de que durante la ocupación nazi se hubiera quedado en París dirigiendo una Big Band generó resquemores.
Hasta donde se sabe, el único encuentro de Reinhardt con los nazis fue al volver de una gira por los países escandinavos y poco antes de una de sus grabaciones más famosas, Swing 39, cuando fue arrestado con su grupo. El motivo fue la falta de visas obligatorias para atravesar Alemania, pero no ayudó demasiado el hecho de que Reinhardt empezara a reírse al ver un óleo de Adolf Hitler en las paredes de la oficina de la Sureté, en la fronteriza Aix-la-Chapelle. Salieron libres y, según Grappelli, “fue una suerte que no supieran que Django era gitano”. Tal vez como respuesta a la idea de pureza racial pregonada por los nazis, el primer tema que grabaron al llegar a París, en marzo de 1939 (y que cierra el histórico Swing 39, recién reeditado en la serie Jazz in Paris de Verve), es una adaptación de una tonada folklórica centroeuropea y se llama “Hungaria”. El guitarrista había empezado tocando violín y banjo. En 1922 había sido acompañante del acordeonista Guerino en un salón de baile de la Rue Monge y en 1923 ganó un concurso como “instrumentista de orquesta bailable”. Trabajó con infinidad de artistas, entre ellos el acordeonista Jean Vaissade. Era conocido, todavía, como Jiango Rénard. Aún no sabía leer ni escribir y nadie sabía cómo se escribía su nombre. Hasta losveinte años no vivió en una casa propiamente dicha y, según señalan biógrafos como Hughes Barrière, en su estilo se traduce la contradicción entre el modo de vida gitano (un modo que permanecía más o menos igual que en la Edad Media y que rechazaba, entre otras cosas, la ciencia) y la ciudad y sus costumbres, con las que Reinhardt tenía contacto fluido.
Tal vez resulte excesivo suponer que, mecánica y literalmente, su sutileza armónica y la delicadeza de algunos diseños melódicos provienen de la ciudad moderna y que el salvajismo de algunos ataques y la manera punzante con la que encaraba ciertos riffs revelan su lado gitano. Lo que resulta evidente es que en su forma de tocar conviven tradiciones de origen diverso y que la concepción de la guitarra como instrumento solista viene más de las improvisaciones en las danzas gitanas del centro de Europa que de la música afroamericana, donde, como en el blues primitivo, la guitarra era casi siempre un acompañamiento.
La influencia de Reinhardt en el jazz norteamericano fue considerable. El estilo tardío de Wes Montgomery sería impensable sin su referencia, y músicos como Larry Coryell o George Benson le deben casi todo. Eventualmente hubo ese camino de ida y vuelta entre lenguajes musicales que termina, quizás involuntariamente, generando una forma nueva y códigos distintos para una lengua común. Reinhardt intentaba, según contaba, imitar las grabaciones de Joe Venuti, de Eddie Lang, de Louis Armstrong y de Duke Ellington. Le salía otra cosa y, a su vez, aquellos que tomaron sus enseñanzas encontraron, en algunos casos, caminos personales.
Para algunos, Django es la leyenda. Son sus dedos anular y meñique eternamente plegados sobre la palma de la mano izquierda a causa de los tendones literalmente fundidos por el fuego. Es la increíble perseverancia que le hizo inventar una técnica que le permitiera tocar con los dedos restantes y aprovechar incluso los inmóviles para hacer acordes y octavas en las dos primeras cuerdas. Pero, sobre todo, y mucho más allá de su discapacidad, Django Reinhardt es el autor de una obra maestra como “Nuages”, y creador de uno de los grupos de cámara más perfectos de la historia, el Quinteto del Hot Club de Francia, que ideó en 1934 junto a Grappelli. El grupo tuvo, más adelante, nuevas encarnaciones. Durante la Segunda Guerra el clarinetista Hubert Rostaing reemplazó al violinista y Grappelli volvió, a partir de 1945, varias veces a grabar con él. No hay dos solos de Reinhardt iguales (y todos son buenos) y no existe grabación que no tenga algún atractivo. Pero ese primer quinteto no fue igualado jamás y el sonido de la guitarra de Reinhardt junto al violín de Grappelli es uno de los grandes hitos del jazz.