ESPECTáCULOS
› “UNA INTRUSA EN LA FAMILIA”, DE ADAM SHANKAN
Comedieta en blanco y negro
› Por Martín Pérez
Pelo blanco, corbata siempre ajustada y un celular impaciente. Así es Peter Sanderson, abogado especialista en impuestos, exitoso en el trabajo pero fracasado en su vida sentimental, divorciado y buscando alguna cita vía mail. Su mejor amigo tanto en la vida como en la firma para la que trabaja es Howie, un abogado menos acartonado que Peter, y con un lenguaje ciertamente desinhibido. Más desinhibido que su aspecto, eso seguro. “Chica abogada” es el prometedor apodo de la cita online a ciegas de Peter, que le abrirá la puerta de su hogar copa de champagne en mano cuando llegue el momento de dar por iniciada la comedia, sólo para encontrar al otro lado a una robusta ex convicta negra llamada Charlene.
Sanderson es Steve Martin, Charlene es Queen Latifah y Howie es Eugene Levy, aquel actor que interpretó al comprensivo padre del protagonista de American Pie. Alrededor de los tres gira una comedia ferozmente fuera de época como Una intrusa en la familia, en la que una negra supuestamente impresentable se abrirá paso a fuerza de ingenio y encanto dentro de la vida de un abogado de Beverly Hills. Suerte de aggiornada mezcla de Mi bella dama al revés con La novicia rebelde, Una intrusa... es una negra comedia blanca en la que Charlene le enseñará a vivir mejor al atildado Sanderson, se hará amiga de sus hijos y hasta lo ayudará –de manera poco ortodoxa, es cierto– a recuperar a su esposa, seduciendo en el camino al desinhibido Howie.
Elogiada hasta por Almodóvar a la hora de su más que merecida nominación al Oscar, Queen Latifah supo ser una de las mejores voces de la movida hip hop de comienzos de los noventa, para luego devenir en actriz televisiva antes de lograr tardía pero merecida fama en Chicago. Acompañada por Steve Martin en una comedia familiar e interracial repleta de lugares comunes del género, empezando por el propio Steve Martin, Latifah derrama todo su prepotente encanto aun en las escenas menos ingeniosas. Tanto luchando a mano limpia con la rubia cuñada de Sanderson como enseñándole a bailar –e incluso a besar– al divorciado, Latifah logra escapar del ridículo sumergiéndose en él sin ningún remilgo.
Presionado tanto por sus prejuicios como por la presión educadamente segregacionista de su entorno, Sanderson resistirá el asedio de Charlene hasta que se hace evidente lo inútil de su resistencia. Lo que sigue son los inverosímiles pliegues de una trama previsible, que incluye la persecución de la firma de un contrato importante por una dama profundamente conservadora así como la resolución del conflicto de Charlene. Y, claro está, la búsqueda de restitución de la familia separada por culpa de un celular prepotente. Todo un cielo en la tierra para Sanderson, gracias a la adquisición de una negritud necesaria para sobrevivir entre tanto blanco atildado. Como él.