ESPECTáCULOS
› “INACABADO”, ESCRITO Y DIRIGIDO POR MARIELA ASENSIO
La familia como enfermedad
› Por Cecilia Hopkins
En Inacabado, el vínculo atormentado que une a una madre y a un hijo subnormal se ofrecen como metáfora de una relación familiar sin esperanzas, en la que los hábitos se transformaron con el tiempo hasta asumir el peor de los registros. Sin temor a la ilustración, las imágenes que propone Mariela Asensio buscan revestir un valor simbólico, en la medida en que hacen referencia a la ruptura de un lazo afectivo que en el pasado tuvo un valor de integración, y que en el presente degeneró en un ritual basado en la represión y la humillación mutua. Sentado en el piso, el chico murmura frases incoherentes mientras trajina sus útiles escolares. A su lado, la mujer está atada con sogas a una silla. Nahuel espía por la ventana, se acerca a su madre, discuten, se insultan.
Si Elena lo amenaza hasta con quejarse de su conducta ante el mismísimo Dios, el adolescente simula docilidad. Pero si acto seguido alguna actitud de la madre pareciera anunciar alguna complicidad de sangre entre ambos, la situación cambia de signo por obra de algún amague de maltrato. Así, los personajes pasan de la fragilidad a la aspereza y siempre acusan el mismo dolor, porque el padecimiento ya forma parte de la vida diaria, forzados como están a mostrar contradicciones y dobleces.
El grado de sujeción que ambos personajes sufren respecto del otro, se presume, tiene su origen en un tercero ausente. Aliada y a la vez enemiga, la madre no ceja en impartir lecciones de comportamiento mientras el chico la baña con devota aplicación sin abandonar la sonrisa equívoca. Graciela Lauro construye una imagen vigorosa de esa madre, especie de muñeca diabólica que, a pesar suyo, vive a merced de Nahuel (Martín Urbaneja). La perspectiva del espectáculo en ningún momento se detiene en un terreno que invita a la ironía, menos aún, al humor. El rito del aseo –que aparece como un acto previo al sacrificio– no termina de concretarse, de allí el nombre de la obra. Acaso porque los personajes se obligan a torturarse repitiendo cada paso sin llegar al desenlace, prolongando así al infinito la consumación del acto final.