ESPECTáCULOS
› ENRIQUE PINTI, ENTRE EL ESCENARIO Y UNA NUEVA PELICULA
“Una galaxia de lo insólito”
Así define la actual situación argentina, que sigue dándole letra para sus espectáculos. Elactor viene de filmar “Al fin, el mar” en Cuba.
› Por Cristian Vitale
Es poco habitual escuchar a Enrique Pinti monologando en público acerca de otro país que no sea la Argentina, excepto que tome algún ejemplo válido para establecer comparaciones. Desde Salsa Criolla hasta Candombe Nacional, pasando por El Infierno de Pinti, Pericón.com.ar y en sus libros, como Del Cabildo al shopping, el humorista se instaló en el acervo cultural del argentino medio como un crítico mordaz y a la vez emergente de los sucesos políticos criollos. Sin embargo, en privado, es capaz de aplicar el mismo método, criticón y sarcástico, a todo lo que conoce. Hace poco, por ejemplo, estuvo en Cuba por primera vez en su vida, filmando la película Al fin, el mar.
“Es una historia de amor y desencuentros, como las viejas películas románticas”, cuenta. Pinti interpreta a un taxista argentino apodado Tito, que hace 20 años trabaja en la isla, hasta que un día traba relación con un empresario estadounidense que viaja a las tierras de Fidel para reencontrarse con su familia. Según el humorista, el film está muy vinculado a Fresa y chocolate (1993), no sólo porque el guión pertenece a Audry Gutiérrez Alea –hija de Tomás, el célebre director de aquella película fallecido en 1996–, sino también por el contenido. “Si bien no es disidente con la revolución, se conoce que le resulta irritante a cierta parte del poder”, comenta.
El actor-humorista permaneció una semana en La Habana. Eso no lo convirtió en un experto, pero le dio pie para empezar a conocer la psicología cubana, ya que los descansos entre toma y toma le sirvieron para ingresar en los bemoles de la cotidianidad. Cuenta que vio una Habana llena de turistas y mucha gente feliz. “Hay personajes deliciosos y fantásticos. La gente de Cuba en un punto me recuerda a la inexplicable alegría del pueblo brasilero. ¿De qué están contentos?”, se plantea. “Cuando fui a Brasil, en la década del ‘60, no podía entender cómo eran tan alegres mientras un pibe de 5 años te sacaba un churrasco del plato para comerlo cerca tuyo.”
–Pero en Cuba no hay hambre... nadie sería capaz de robarle un churrasco.
–Es cierto, no hay hambre, pero hay pobreza. Para mí hay una cuestión que excede lo político para internarse en lo psicológico. En Málaga o Andalucía, en otros tiempos, también había mucha pobreza y sin embargo cantaban todo el día, aunque a los cubanos, además de ser alegres, hay que reconocerlo, tienen una vuelta de tuerca política.
–Como protagonistas de la historia...
–Por lo que pude ver, piensan que viven un período muy importante para la historia. Se ven como sobrevivientes de un relevante experimento político, social y económico. Ojo, después están los que no hablan. Los que oyen y hacen caras. En cuanto hablás un poquito, unos justifican todo y otros se callan.
Pinti aceptó el papel de Tito el taxista porque, asegura, está “desesperado” por hacer ficción. La desesperación no enlaza, sin embargo, con la posibilidad de que los casi 18 años ininterrumpidos de monólogos, desde que empezó con Salsa Criolla allá por 1985, lo hayan agotado. “Nunca podré negar la posibilidad de forjar un estilo propio en medio de este quilombo”, confiesa. “Creo que soy una pieza única en sí misma y de hecho la prolongación de mis éxitos emergen de la realidad. No podría dejar de hacer lo que hago. La situación de este país ha traspasado fronteras, por su caos político, económico y social, para transformarse en uno de los enigmas a descubrir por el mundo. Y yo me siento parte de ese descubrimiento.”
–¿No cree que el mundo está ocupado en cosas más graves?
–Claro, Irak, Irán, Siria, Bush, Europa. Están muy ocupados en su quilombo. Pero igual tienen tiempo para preguntarse cómo es posible que Argentina esté así.
–¿Cómo lo comprobó?
–El año pasado, en noviembre, fui al Festival de Teatro de Madrid a presentar Serenata Argentina, obra en la que abordo las tendencias políticas argentinas en el siglo XX, y las 2 mil personas que la vieron no podían creer lo que estaban escuchando. Si bien nuestra catástrofe no es comparable con la de algunos países latinoamericanos o con la invasión de Irak, también es menos previsible. Ellos están preparados para que eso ocurra, para bien o para mal. Lo que nadie entiende, con o sin turbante, de izquierda o de derecha, ni en La Habana ni en Nueva York, es cómo en Argentina hay pibes desnutridos. Esto es algo que les quemó todos los tapones.
–¿Eran todos españoles en el teatro?
–Casi un sesenta por ciento. Se acordaban de cuando Argentina les mandaba alimentos en sus épocas de crisis. Hasta hace poco, ellos tenían la idea de que este país seguía corrupto, asqueroso, inmundo, desordenado, pero sin hambre.
–¿Qué opinión tiene acerca del panorama político actual en Argentina?
–Sigue siendo un quilombo. No puede ser que Menem, el que se fugó, haya tenido el tupé de reconocer errores para que uno, que es muy boludo, abriese la oreja y por ahí se tentase a votarlo, sin reparar en que ese error fue el alto gasto público que, si se agrandó como él dice, no sirvió para la gente. Al contrario, todo lo que significa apoyo social, educación, atención al carenciado, obras públicas para evitar inundaciones retrocedió 100 años. Entonces, este señor de alguna manera estaba confesando que la plata se la tragó alguien. Esto es muy difícil de explicárselo a cualquiera, y con más razón a los extranjeros. Creo que Argentina se ubicó en esa galaxia de lo insólito: hubo dictaduras dirigistas, no funcionaron igual que las liberales. Hubo democracias estatistas y nada, hubo democracias ultraliberales a la derecha de la derecha, y tampoco. Antes no tenías teléfonos, ahora no los podés pagar.
–¿Le molesta la división entre lo políticamente correcto e incorrecto?
–Sí. A veces leo a críticos de cine que se dicen intelectuales, pero que destruyen una película porque tiene un mensaje políticamente correcto.
–¿Cuál es el caso?
–Cerca de la libertad, la película australiana. Algunos intelectualoides de la izquierda festiva se ríen de ella. ¡Qué importa si es o no políticamente correcta! Lo valioso es que explica cómo funciona la xenofobia en Australia, un país tomado como modelo. Como fue tomada Argentina en algún momento.