ESPECTáCULOS
› FITO PAEZ PRESENTO “NATURALEZA SANGRE” EN EL LUNA PARK
Tiempo de volver a rodar la vida
El gran artista rosarino concretó un show impecable y tuvo a sus maestros inspiradores (García y Spinetta) como invitados especiales.
› Por Pablo Plotkin
Dos momentos en el show de Fito Páez en el Luna Park. El primero, al comienzo, cuando el rosarino se centró en la presentación de Naturaleza Sangre, su nuevo disco. “Vamos a recibir a uno de los artistas más grandes del mundo”, anunció. “¡Luis Alberto Spinetta!”. El aludido apareció como de entrecasa, sin guitarra y con una expresión del tipo “gracias por lo que me toca”. Se paró a un costado, cantó a dúo “Bello abril” y “El centro de tu corazón”, no dijo nada y se fue con un abrazo al colega y una leve reverencia al público. El segundo momento, casi al final del show. Si Spinetta pasó como una exhalación, Charly Gacía fue un tornado. En la última curva de un concierto prolijo, el invitado llevó las cosas al ripio de su concepto constante rock: acoples, confusión y zapadas ruidosas. Después de la prevista “Ciudad de pobres corazones”, un tambaleante García se adueñó del escenario y amotinó a la banda para una versión–happenning de “Cerca de la revolución”. A Páez no parecía gustarle el repentino cambio de mando (algo habitual si de García setrata), pero sostuvo el capricho hasta el final. Después de todo, el show iba lo suficientemente bien como para permitirse un desbarranque.
Más allá de sendas apariciones estelares, lo que importaba era Páez. Páez y su nuevo disco. De la lustrosa big band del tiempo de Rey Sol quedó lo básico, una compactación necesaria para un nuevo estado de emergencia emocional. Si “Nuevo” es una canción desesperada de renacimiento, la confesión del redescubrimiento de un viejo mundo, la capoteana “Música para camaleones” es un alegato de defensa propia en plan tecnopop. En ambos casos, Fito Páez habla del descrédito. En la primera canta “No creo en casi nada que no salga del corazón”. En la segunda confiesa: “Si algo aprendí, es que no me creo ni mis emociones”. Naturaleza Sangre no es exactamente un disco de divorcio, del divorcio de Cecilia Roth. En efecto, canciones como “Volver a mí” y “Los restos de nuestro amor” hablan de ruptura y despertar, a veces con un dramatismo carente de ironía, a veces con cierta mirada tanguera del tipo “fui un gil”; pero el disco parece relatar, también, un estado de (re)enamoramiento con Buenos Aires y el ser argentino. Hace tres años, en “El diablo en tu corazón”, Páez reprendía a la ciudad por posesa y frívola. Era una mirada distante. Ahora, en cambio, “Salir al sol” (título que retoma una consigna fundacional del rock argentino, responsabilidad de Billy Bond y La Pesada a principios de los setenta), compuesta en tiempos de cacerolazos, quiere formar parte, a su manera, de la banda de sonido de la lucha popular. “Hay que volver a encontrar/ todas las cosas divinas/ defender el lugar”, clama el cantautor.
Naturaleza Sangre es autobiográfico, autocrítico y al mismo tiempo autoindulgente, consejero y narrativo. Es una vuelta al rock and roll y a la noción expresa de que, después de todo, “uno” vive tomando decisiones desacertadas. En el Luna Park, entre clásicos y nuevas canciones, quedó claro que es un disco que contiene buena parte del universo–Fito, el de los viejos tiempos y el de los años recientes: cuentos cortos en tercera persona como “Ojos rojos” (una bossa nova ausente en la noche del viernes) y la honestidad brutal de “Volver a mí”. Páez 03 asume el sufrimiento, expone las heridas, pero no da lugar a la nostalgia. Y sueña con que su despertar rockero-sensorial coincida con el despertar de una nación. “Nuevos aires en Argentina...”, dijo al comienzo, exultante, en un estado de sonrisa permanente. “Ojalá... Ojalá todo sea para bien.”