ESPECTáCULOS
El discreto encanto de las imágenes de la nada
“Edificios”, el documental experimental de Marcos Martínez y Hernán Lucas basado en tomas de las cámaras de seguridad ubicadas en los edificios porteños, propone un nuevo tipo de hilación argumental.
› Por Eugenia García
Imágenes en blanco y negro que registran puertas de distintos edificios, desde sus cámaras de seguridad, se suceden en silencio. Una radio, el chillido de un ascensor, alguien que sacude unas llaves. Chicos que corren, vecinos que discuten en una reunión de consorcio, un policía. De esas cosas se nutre Edificio, el documental experimental de Marcos Martínez y Hernán Lucas que se proyectará hoy en el Microcine del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), a las 19.30. Después de su anterior trabajo, Social (2001), documental que reflexionaba sobre el papel de una cámara en reuniones sociales, los realizadores decidieron tomar para Edificio las filmaciones de las cámaras de seguridad. “Te venden un poco esa idea de seguridad, pero después la cámara no cumple ese rol. Porque es una cámara que no graba y que sólo ven los inquilinos. Los primeros tres o cuatro días la cámara genera una atracción, pero después la gente se olvida de que está ahí. Y quedan esas imágenes cotidianas.”
–¿Cómo se les ocurrió usar el material de las cámaras?
Hernán Lucas: –Originalmente el proyecto era trabajar con cámaras de seguridad de muchos lugares. Cámaras de canchas, de bancos, de edificios de todo tipo. Finalmente decidimos restringirlo a estas cámaras.
Marcos Martínez: –La primera imagen que nos llegó fue la de los edificios, y al verla nos dimos cuenta de que había un montón de cosas que nos interesaba trabajar ahí. Desde lo estético, el plano con profundidad de campo, el hecho de que en la puerta limitan varios planos, situaciones, y la imagen blanco y negro.
H. L.: –Recopilamos unas treinta horas de grabación, de cámaras de diez edificios distintos de la ciudad. De esas treinta horas, seleccionamos tres. Y después 30 minutos.
M. M.: –El documental es, sobre todo, sobre la vida en edificios, o esa idea del palier, que es como un híbrido entre lo público y lo privado.
–¿Tiene algo de reality show?
H. L.: –Sí, tiene que ver. Pero creo que la gente del reality tiene más conciencia de que está siendo filmada. Acá, en cambio, la gente se olvida completamente.
M. M.: –También hay mucha gente que se recopa con esas imágenes, que son como una opción más que te ofrece el cable. Es un canal más.
H. L.: –Por ahí estás viendo el programa de Grondona y de golpe pasás y estás viendo el palier de tu edificio. Y así la cámara pierde completamente su sentido original, que es el de seguridad.
–Casi no hay intervención en las imágenes.
H. L.: –La idea era trabajar con esa imagen enteramente. No hacer ningún tipo de intervención que no sea la del montaje. Salvo cuando metemos el audio de la película El inquilino, de Roman Polanski, y las imágenes de las películas mudas de los hermanos Lumière. Es un material que, en las películas o en las publicidades, funciona para ilustrar un momento, y en los medios para dar una noticia. Nosotros queríamos reflexionar sobre la idea de esa cámara. Y nos preguntamos si en el palier esa cámara de seguridad sirve para controlar, o si en cambio es algo espectacular.
–¿Por qué decidieron la inclusión del audio de El inquilino y las imágenes de los Lumière?
H. L.: –Lo de los Lumière, porque nos parecieron imágenes similares. Filman un lugar en que la gente entra y sale, la imagen está en blanco y negro, la cámara fija, la profundidad de campo del plano... Es una estética cinematográfica que se había abandonado bastante. Durante mucho tiempo el cine se apartó de lo que era profundidad de campo, la cámara frontal, y tendió más al primer plano, a la estrella. Ahora resulta paradójico que esa imagen blanco y negro, muda, tan arcaica, retorne de golpe en forma de algo tan tecnológico como son estas camaritas.
M. M.: –Ahora el cine quiere mostrar. Cuanto más cerca mejor. Y nosotros, en cambio, lo que queremos es rescatar el fuera de campo.
H. L.: –Hay una gran parte de la película que está afuera, fuera de cuadro, pero que sugiere algo. Lo del audio del film de Polanski también, es toda una película que está ahí corrida.
–¿No pensaron en darles más linealidad argumental a las imágenes?
M. M.: –No. No buscamos una idea argumental, de montar una historia, si no que había varias ideas y situaciones y creíamos que la única forma de mostrarlas era ésta. Tal vez la unión está más en lo estético. No queríamos guiar tanto sino darle mucha mas fuerza a la imagen.
H. L.: –Buscamos que cada uno haga su montaje, su película. Las ficciones están metidas de un modo sutil. Pero lo principal es que trabajamos con material prefabricado, que generalmente tiene otro destino. Básicamente material sobre el que nosotros no tenemos control. Tratamos de entender esa imagen que recibimos y recontextualizarla.
–¿Qué diferencia a este documental de otros?
H. L.: –Pienso que el documental tradicional transmite la información desde otros medios. Acá tratamos de encontrar el lenguaje específico de esas imágenes, y brindarles un contexto.
–No se trata de anclar las imágenes.
H. L.: –No, para nada. Por eso es que por momentos linda con la ficción. No hay actores, pero al mismo tiempo nadie mira a la cámara o explica.
M. M.: –A veces es difícil digerir el video. Es media hora de imágenes y hay gente que no entiende que no haya alguien que les hable. Están acostumbrados a la tele, y piensan: “ahora va a pasar algo...”
H. L.: –Es raro, porque en el video pasan pocas cosas fuertes, pero apenas aparecen algunas cositas la gente se ríe. Creo que es la forma de evacuar esa angustia que produce una imagen en la que no pasa mucho. Y en la que básicamente no aparece nadie que explique o que la valorice de algún modo. Al que no está acostumbrado a ver imágenes o productos que no sean los más televisivos o los más fluidos, le cuesta, se me ocurre, decodificar unas imágenes en las que no hay color, que no tienen sonido, o mucha dinámica. La gente tiene tan incorporada una estructura que cuando se la quitan no sabe muy bien de dónde agarrarse.