Mié 09.07.2003

ESPECTáCULOS

“Hay escritores extraordinarios que hoy no encuentran lectores”

Carlos Monsiváis será la figura central de un programa de Canal (á) en el que la cultura popular sirve de disparador de varios temas.

› Por Emanuel Respighi

La cultura popular, como conjunto de expresiones artísticas surgidas y consumidas en el seno del grupo mayoritario de una comunidad, posee una tensión histórica con la cultura de “academia”, reservada a unos pocos privilegiados. En el fondo, sobre lo que se discute es qué manifestaciones del ser humano pueden considerarse artísticas o no. “Si bien parecen categorías muy ficticias, luego resultan extraordinariamente reales, en la medida en que un tipo de cultura exige especialización y devoción, y dan recompensas distintas”, señala el escritor mexicano Carlos Monsiváis, dueño de una palabra autorizada debido a que construyó buena parte de su obra indagando en las culturas populares de América latina. “Situarlas jerárquicamente –continúa– resulta muy ocioso, pero mantener el distingo de lo que requiere un arduo trabajo de concentración y lo que se da naturalmente como casi parte de la experiencia familiar, creo que vale la pena. Indican situaciones no jerárquicas, pero sí cabalmente distintas. No es lo mismo leer a Alejandro Samalina que oír a Carlos Gardel. Y eso no significa nada, en contra de uno ni de otro, ni diferencias jerárquicas, pero sí momentos diferentes de atención, captación y entrenamiento.”
Las palabras del mexicano le dan sentido al programa “La página en blanco” que, este sábado, a las 14, se emitirá por Canal (á). Bajo la conducción de la periodista Silvia Hopenhayn, el ciclo se centrará en el caudaloso tema de las culturas populares. Sin embargo, el eje no hace otra cosa que servir de excusa para que el autor de Días de guardar, A ustedes les consta, A través del espejo y Amor perdido se explaye sobre diversos temas, desde el Subcomandante Marcos hasta su forma de escribir, pasando por los lectores del siglo XXI. Aquí se ofrece un extracto de los momentos más jugosos.
- Subcomandante Marcos: “Es un hombre muy inteligente, de gran cultura literaria. Es un interlocutor en serio. Es una fuerte exigencia saber que hay un oído atento que desmenuza las palabras y obliga a uno a concentrarse. Le hice una entrevista que me resultó difícil en la medida que yo no estaba de acuerdo con algunos de sus planteamientos, y él me daba argumentos para demostrarme que la razón que yo tenía tampoco era muy exacta. En cambio, conversar con un político tradicional es más fácil, porque ya tiene las respuestas memorizadas”.
- Interlocutor: “Mi interlocutor soy yo mismo. No tengo otra gente dispuesta a cederme su tiempo, no tengo otra atención tan voluntariamente capturable. Como soy muy crítico con lo que hago, el resultado es siempre muy desastroso. La autocrítica, en mí, es una tarea de reedición. Cada texto lo entrego con una serie de dudas que, al verlo publicado, se transforman en certeza trágica. El único público cautivo que tengo soy yo mismo, un público levantisco, rentado, molesto y febril. Mi modo de ser. Todo mi trabajo al escribir es llegar a una reconciliación conmigo mismo”.
- Clase política latinoamericana: “Un libro clásico de la cultura política es el Martín Fierro. Hay un verso del libro que define a los políticos del PRI y a muchos otros. ‘Cuando se iban los indios con lo que habían manoteado, salíamos muy apurados a perseguirlos detrás. Si no se llevaban más es porque no habían hallado’. Ese verso es una visión perfecta de lo que ha sido la política en América latina”.
- Literatura actual: “El abandono se está convirtiendo en la zona más poblada de la literatura. A muy pocos se los lee como se merecen. Si bien a Paz, Fuentes y Poniatowska se los lee, hay otros extraordinarios que no encuentran lectores. Es una pena porque los lectores se rebajan al no ejercerse como tales. Se está leyendo muy poco. La literatura de autoayuda es el primer y más grande de los espejismos. La gente cree que está leyendo cuando va a uno de esos libros”.
- Cultura popular: “Hay relaciones muy profundas entre la cultura popular mexicana y la argentina, pero también distancias. Un texto como Elmatadero no se concebiría en México. Algo tan bárbaro y brutal sería imposible, ya sea por algo de cortesía hacia el lector o hacia la idea de concepción del país. No tuvimos un momento de tanta expresión literaria de la violencia, aun cuando seguimos teniendo momentos de violencia social”.

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