ESPECTáCULOS
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Imperativos de la conciencia
Por Horacio González*
No hay cómo argumentar que el conflicto suscitado en torno de Los rubios de Albertina Carri es una cuestión “estrictamente comercial”, como afirma Marcelo Céspedes. Al contrario, se trata de una cuestión que involucra dimensiones que nosotros sí reclamamos sean consideradas. La película es un bien cultural y artístico notable, como el público y la crítica del V Festival de Cine de Buenos Aires han señalado. El lenguaje que emplea Céspedes no es apropiado para tratar este tema. Lucen en su jerga construcciones como “estrategia comercial”, “cobros inmediatos” y “somos perjudicados”. Nosotros venimos a hablar aquí de los obstáculos que se están interponiendo entre la película y su público ¿Qué tal si Céspedes escucha algunas obviedades? Debe estar dispuesto, señor Céspedes, a dejar de emplear tontas socarronerías como la de “portación de apellido”. Abandone las excesivas categorías económico-chicaneras que mantiene en su conciencia. Y escuche: sería bueno que perciba la verdadera dimensión de este conflicto.
Desde nuestro punto de vista es muy simple. Deben dejar de interponerse en la difusión de la película (lógicamente, no en lo que le corresponda como coproductor), simplemente porque se trata de la obra de una directora que ya ha dado muestras evidentes del modo en que se ha inscripto en las nuevas realizaciones del cine argentino y de la manera innovadora en que ahora ha producido un relato cinematográfico en torno a la figura de la desaparición y del vínculo padres-hijos. Estas razones se relacionan exclusivamente con los imperativos de la conciencia pública. La película, entonces, no debe quedar retenida en la lengua emparedada del estratega comercial. En lo que a él le toca (en lo que a usted le toca, señor Céspedes), sólo le cabe librar la película al público y a los espacios culturales y sociales que la reclamen.
* Sociólogo.