ESPECTáCULOS
› LILIANA HERRERO PRESENTA HOY LOS TEMAS DE “CONFESION DEL VIENTO”
“El Cuchi Leguizamón es el futuro”
La cantante explica por qué cree que hay temas
que permanecen en el tiempo, mientras la TV forma estrellas que rápidamente se olvidarán.
› Por Karina Micheletto
“¿Qué sería de nosotros sin la astucia del viento?”, pregunta Liliana Herrero desde el arte de tapa de su nuevo disco, Confesión del viento. La astucia a la que la cantante y profesora de filosofía hace referencia, tomando la frase de Hegel, se inspira en el poema que da nombre al CD, escrito por el pampeano Roberto Yacomuzzi y musicalizado por Juan Falú. Esta noche, desde las 22.30, Herrero presentará su nuevo trabajo en el teatro ND Ateneo (Paraguay 918), junto a Diego Rolón en guitarras, Facundo Guevara en percusión y Luis Volcoff en bajo y teclados. Se trata de una selección exquisita en la que la poesía de Violeta Parra, Jaime Dávalos, Atahualpa Yupanqui, Eduardo Mateo y Jorge Fandermole, entre otros, se potencia en el fraseo y las inflexiones de la entrerriana.
–En el disco usted aclara: “Prefiero tomar el acto interpretativo como una especie de ‘comentario’ realizado sobre una versión tomada como original. De este modo, hice pequeñas intervenciones sobre los legados”. ¿Todavía tiene que dar explicaciones?
–Eso surgió por una duda personal: ¿Cómo tenía que escribir las letras en el disco, como son o como las canto yo? Porque yo no respeto mucho la estructura de los temas, los ahueco, les quito palabras, desarmo estribillos, mezclo cuartetas... Siempre puse las letras tal como son, pero esta vez decidí poner lo que canto.
–Puede pensarse que la aclaración tiene que ver con su postura interpretativa frente a los “legados” folklóricos.
–Bueno, también. El tema de la interpretación es muy complejo. Por lo general, la interpretación se entiende como la imposibilidad de agregarle o quitarle algo al original, es una visión bastante reducida del asunto. No digo que no haya un original, digo que nunca sabremos cuál es. ¿Quién sabe cuál es el original de “Los ejes de mi carreta”, entre las muchas versiones que dejó Atahualpa? En la música popular y en el folklore hay mitos sacralizados. No niego la potencia del mito, al contrario. Pero cuando está sacralizado, el mito te devora.
Dos de los temas del nuevo trabajo de Herrero suenan en films argentinos: “Palabras para Julia” en Kamchatka y “Una larga noche” en Vidas privadas. La versión de la película de Piñeyro es bastante diferente a la del disco, arreglada sólo con guitarras. En el caso del film de Páez, el músico fue quien propuso y produjo el tema íntegramente, y quien convocó a Herrero con Lucho González y Huber Reyes (dos músicos que acompañaron a Chabuca Granda, autora de esa zamacueca).
–En su momento, tanto usted como su pareja, Horacio González, defendieron el film de Páez frente a las críticas adversas. ¿Por qué lo hicieron?
–Porque Fito es nuestro amigo, a los dos nos había gustado mucho su película, y las críticas nos parecieron prejuiciosas. Por eso hicimos una convocatoria contando por qué nos había gustado.
–¿Cómo se relacionan la filosofía y la música?
–Muy íntimamente, aunque yo prefiero hablar de música y filosofías, en plural, de la cultura. El año pasado gané un concurso de ensayo que organizaba el Senado de la Nación, con el título “La música argentina y el aporte a la identidad nacional”. Escribí un ensayo en contra de ese título. Apuntaba a que la memoria musical argentina es en sí misma identidad, forma parte del problema de la identidad nacional. Los que organizaban el concurso entendían la identidad como algo previo e inamovible.
–Durante los ‘90 se hablaba de un “folklore menemista”. Ahora se habla de una “primavera kirchnerista”. ¿Influye la política concreta en el panorama de la música popular?
–Yo tengo un sentimiento esperanzador. Se tomaron tres o cuatro medidas fundamentales para sentar las bases de un nuevo pensamiento sobre el país. Tal vez sirva para que los medios y el mercado empiecen a mirar la producción de mucha gente que no se detuvo nunca. Gente como NoraSarmoria, Lilian Saba, Laura Albarracín. O tantos que conozco cuando voy de gira por el interior, como el chaqueño Coqui Ortiz o el tucumano Lucho Hoyos. Ojalá esta “primavera” pudiera renovar las exigencias notables de estandarización y de facilismo que propone el mercado, simbolizado por la televisión. En la TV sólo hay espacio para estos realities de estrellas, con formatos casi religiosos.
–¿Por qué religiosos?
–Porque se basan en el descubrimiento esencial de alguien que hasta entonces desconocía sus propias virtudes. Y en la idea escandalosa del juicio y el sufrimiento: esa espera que les hacen pasar a los participantes antes de decirles quién es el elegido es una inquisición tecnologizada. Pero finalmente todo esto es menor, y olvidable. Lo que permanece exige un acercamiento mucho más complejo.
–¿Por ejemplo?
–El Cuchi Leguizamón. ¡Hay que hamacarse mucho para hacer un tema suyo! Las grandes obras de tipos como El Cuchi Leguizamón son el futuro, no el pasado. Son obras que nos están esperando. Por suerte aquí contamos con cinco nombres de creadores fundamentales: Gerardo Gandini, Juan Falú, Dino Saluzzi, Charly García y Luis Alberto Spinetta.
–¿No incluye a Páez?
–Fito sabe que él es el resultado de un hermoso diálogo entre todos los que nombré. Fue capaz de armar un universo propio y maravilloso. Y eso lo hace grande.