Como una estrategia que intenta capitalizar la experiencia real para formas alternativas de producción dramatúrgica, el Biodrama –una tendencia surgida en Europa que sigue expandiéndose– tiene su ciclo en el Teatro Sarmiento por iniciativa de Vivi Tellas, su directora artística. La propuesta consiste en elegir una persona viva (pública o anónima, pero argentina) y, a partir del contacto directo, capturar las particularidades de su mundo, entre otras posibilidades, en las dimensiones de lo familiar, laboral, afectivo o artístico. El ciclo estrena hoy a las 20 su quinta producción, El aire alrededor, de Mariana Obersztern, con dirección de la autora. El elenco está integrado por Vanesa Weinberg, María Merlino y Osmar Núñez y los niños Mario Bogado y Juan Dicen. La banda sonora pertenece a Joaquín Segade y la iluminación, a Gonzalo Cordova.
Cuando la convocaron para el proyecto, la directora no dudó en elegir el entorno de la pampa bonaerense, un ámbito desconocido para ella, en las inmediaciones del pueblo de Naón, a 350 kilómetros de la capital. “Un caserío alrededor de una plaza, con un kiosco y un club que alguna vez debió haber sido una pulpería”, según describe la directora a Página/12. Allí Obersztern conoció a la maestra Mónica Martínez. Cuando sucedió el encuentro, la docente explicaba los detalles de un proyecto que había encarado con sus alumnos, la construcción de una salita de primeros auxilios. “Hablaba con tanta pasión, tanto orgullo por sus alumnos y amor a su gente”, cuenta Obersztern, que no dudó en decidir que sería ella la figura de su espectáculo, el cual define como “una mirada porteña sobre una vida posible en el campo, una narración sobre las transformaciones y las permanencias que caracterizan el mundo de Mónica Martínez”.
A partir del contacto con la maestra y su entorno, la directora vivenció “ese contexto rudo y hostil, cercano y a la vez desconocido, una realidad impactante que desconocía, como las escuelas en las que se da clase a unos 7 chicos por grado en el mismo salón”. Iniciados los ensayos, los actores (que sólo conocían a Martínez a través de textos y grabaciones) tuvieron contacto con ella cuando viajaron a su pueblo, ya con los personajes en composición. “Creo que el teatro no es experimental por sus resultados sino por la actitud frente al trabajo”, destaca Obersztern. “Para mí es estar ante lo desconocido, en el territorio de la prueba, en un mundo del que no conozco nada. Es muy cautivante.” Otras de las razones de su elección tuvieron que ver con la edad de Martínez: “Tiene poco más de 40 años y me gustó basarme en una persona que tiene experiencia pero le queda mucho por vivir”. También la tentó que se trata de una persona sencilla, sin el exceso de verbalización común en las ciudades, con “un humor sabio, que ama lo que la rodea y cree en el porvenir, sin ser conformista”.
Obersztern todavía no tiene en claro en qué consiste la diferencia -desde el punto de vista del público– entre un espectáculo originado en una obra escrita en soledad y otra creada a partir de la experiencia directa con una persona. Por el momento sólo reconoce el impacto que el proceso de creación tuvo sobre ella. Pero, contra lo que pueda imaginarse, el resultado está en los límites del teatro tradicional: “Se trata de una obra de ficción, porque si bien hay elementos biográficos, yo construí un artificio con vistas a una experiencia estética”, analiza la autora. Con una formación en artes plásticas, Obersztern se rodeó de artistas provenientes de ese campo (Silvana Lacarra y Daniel Joglar) para elaborar la propuesta espacial consistente en dos planos, uno horizontal, que reproduce una gran extensión de pasto, y otro vertical, desde donde se proyecta el video de Paula Grandío. “Creo que todas las vidas tienen una riqueza propia, cada persona tiene obstáculos y miedos que vencer. Por eso descreo de las grandes historias: me gusta acercar la lente y hacer foco en lo que parecen argumentos invisibles”, resume.