ESPECTáCULOS
› PAGINA/12 PRESENTA, A PARTIR DE MAÑANA, DOS DISCOS NOTABLES DE TITA MERELLO
Todos los tangazos de una muñeca brava
La colección incluye todos sus grandes éxitos, desde “Se dice de mí” hasta “Arrabalera”, pasando por “Cambalache” y “El choclo”, y sirve para meterse de lleno en el universo musical de una de las grandes divas del siglo XX.
› Por Fernando D´addario
Escuchar hoy a Tita Merello es, más allá del placer que contagia, un ejercicio de revisionismo histórico: sus tangos dibujan un complejo y fascinante cuadro de época, congelan a Buenos Aires en sus contradicciones sociales de las décadas del ‘20 y del ‘30, y encuadran el rol de la mujer desclasada de aquellos tiempos. Tita, el personaje, trascendió esos límites temporales y culturales para convertirse en “la” figura del espectáculo argentino del siglo XX. En ese tránsito de jerarquías influyeron su carácter indomable, su lengua filosa, su condición de muñeca brava y frágil, ingredientes que construyeron un arquetipo femenino superador de los moldes convencionales. Todos esos matices, entendidos con la perspectiva del paso del tiempo, se expresan en sus tangos, casi siempre reformulados por su modo de interpretación inconfundible. Página/12 editará, a partir de mañana, dos CD con sus mejores temas. La colección incluye en total treinta canciones, las que inmortalizaron a Tita como la más personal de las tangueras argentinas: “Se dice de mí”, “Arrabalera”, “Cambalache”, “Garufa”, “El choclo”, “Pipistrela”, “Dónde hay un mango”, entre otros clásicos del cancionero criollo.
Tita fue la orillera que llegó a conocer los salones y no se mareó. Acaso haya sido ese atributo, algo parecido a la dignidad, el que posibilitó su equidistancia entre los mundos que el tango –como quizá ningún otro género– contraponía y hacía convivir. Ella conocía las miserias de los pobres y de los ricos, y las fundía en un tono de burla escéptica, que muchas veces adquiría la figura de la autoflagelación. Tita era, si se quiere, “discepoliana de espíritu”. Sacaba de sí un humor pesimista, que dramatizaba como nadie. Asumía su origen (en “Arrabalera” canta: “Si me gano el morfi diario / qué me importa el diccionario / ni el hablar con distinción / llevo un sello de nobleza / soy porteña de una pieza / tengo voz de bandoneón”) y a menudo se burlaba de sus limitaciones (“Se dice de mí”: “Se dice que soy fea / que camino a lo malevo / que soy chueca y que me muevo / con un aire compadrón”), pero exhibía siempre una reivindicación de clase. Por eso sus dardos más punzantes se dirigían a quienes “traicionaban” su origen. “Del barrio de las latas” habla del pobre diablo que “se vino pa’ Corrientes con un par de alpargatas y pilchas indecentes”, y una vez que le fue bien se olvidó del barrio, de sus amigos y de su familia.
Aunque en Tita esa interpretación visceral evidenciaba, más que resentimiento, una dosis de tierno cinismo. Escuchar, si no, “Pipistrela”, donde se cuenta la historia de la chica pobre con pretensiones, que está cansada de tantos “mucamos, cocineros, botones” y quiere un “otario” que le brinde todos los lujos. En “Los amores con la crisis” se “queja”: “Los amores con la crisis / están difíciles / y los muchachos se hacen los giles / se acabaron los regalos”.
Merello nació en un conventillo de San Telmo y sufrió privaciones que excedieron las penurias económicas: de chica vivió internada en un asilo, fue peona de campo y trabajó como corista en locales de mala reputación. Allí conoció el mundo. Después dramatizó con talento la interpretación del mundo que hicieron los grandes poetas (Cátulo Castillo, Cadícamo, Discépolo), en la que se mezclaban el realismo y el grotesco.
No es arbitrario decir que Tita fue la representante tanguera del peronismo. Por origen y actitud. Del mismo modo que Libertad Lamarque podría ser el reflejo del antiperonismo artístico. Eran muy distintas: una, Lamarque, representaba a esa incipiente burguesía que adoptaba los modales de una clase media en ascenso. Tita era la expresión de los marginales que recién en el último lustro de los ‘40 encontraron su voz. No es casual que luego de la denominada “Revolución Libertadora” haya sido ninguneada por las radios y los estudios cinematográficos. Plasmó muy bien, y con mucha gracia, esa identificación social en “Los ejecutivos”:“El mundo siempre fue de los que están arriba (...) / qué vivos son los ejecutivos / qué vivos que son / del sillón al avión / del avión al salón / del harén al edén / siempre tienen razón / y además tienen la sartén / la sartén por el mango y el mango también”.
De su repertorio, la compilación de Página/12 privilegió su costado más arrabalero. Acompañada por la orquesta de Francisco Canaro (con la que cosechó sus mayores éxitos) y por el conjunto de Carlos Fígari (su preferido), su voz ronca y poco afecta a las sutilezas se pasea por un cancionero heterogéneo, que ella supo codificar. Tita, que aprendió a leer a los 20 años, escribió tangos en una clara línea discepoliana como “Llamarada pasional” y “Decime Dios... dónde estás” (“Le di la cara a la vida / y me la dejó marcada / En cada arruga que tengo / llevo una pena guardada (...) / Si sos audaz, te va mal / si te parás, se te viene el mundo encima. / Decime, Dios, dónde estás / que me quiero arrodillar”) y reinventó un puñado de aciertos ajenos, como “Cambalache”, “Viejo rincón”, “Niebla del Riachuelo”, “Niño bien” y “Naipe marcado”, entre muchos otros.