ESPECTáCULOS
› SE ESTRENA ”EL VIAJE DE CHIHIRO”, DE HAYAO MIYAZAKI
Todo un maestro del Sol Naciente
Mañana llegará por primera vez a la cartelera local un film de quien es considerado el mayor artista japonés del cine de animación, un realizador que viene de ganar el Oso de Oro de la Berlinale y el Oscar de Hollywood.
› Por Martín Pérez
Junto a un Dios sin rostro, un pequeño roedor y un insecto que carga con él, Chihiro realiza un viaje en tren a través de tierras inundadas hasta el horizonte. Al llegar a la estación donde deben bajarse, ya es de noche. Pero un farol acompañará a los saltos a Chihiro y sus amigos hasta el destino donde se resolverá la suerte de la niña y de sus padres, convertidos en cerdos. Ubicada hacia el comienzo del último acto de El viaje de Chihiro, esta escena –considerada por su director como su verdadero final– encierra en aquel farol saltarín un velado homenaje al estudio estadounidense que más se acerca a su filosofía cinematográfica. Y que tiene como símbolo, precisamente, una lámpara de mesa saltarina. Que se llama Luxo Jr., y que desde que protagonizó el primer cortometraje animado de Pixar aparece saltando antes de cualquier película del estudio de John Lasseter, el director de Toy Story, y el responsable de que el trabajo del venerado animador japonés Hayao Miyazaki finalmente haya sido reconocido en la tierra de Disney. Al punto de haber logrado algo que incluso aún no consiguieron para sí los films del estudio del buen Walt: ganar un premio Oscar al mejor largometraje. Animado, claro está.
“Siempre hemos amado a Miyazaki”, le confesaron a Página/12 los directores de Buscando a Nemo, durante una teleconferencia realizada en ocasión del reciente estreno del último film de Pixar. “Lo que más amamos en él es que parece tener una imaginación sin límites. En un mundo en el que siempre parece que uno ha visto todo lo que hay para ver, Miyazaki nos demuestra una y otra vez que puede llenar una película con cosas que uno nunca podría haberse imaginado jamás. Su trabajo es para nosotros realmente excitante, toda una inspiración”, afirmó Lee Unkrich, mientras su codirector Andrew Stanton asentía a su lado. Lejos de ser un capricho de estos directores, la veneración hacia el animador japonés es algo que comienza desde el mismísimo Lasseter, a quien Miyazaki conoció dos décadas atrás, durante un viaje a Los Angeles. Allá por 1987, invitado por una conferencia de animación por computadora, Lasseter aprovechó su primer viaje a Japón para hacerle una visita a su maestro. “A pesar de que todo el mundo me decía que a Miyazaki no le interesaban las computadoras, fui a visitarlo a su oficina en los Estudios Ghibli, y le mostré los dos cortos que había realizado por entonces con Pixar, uno de los cuales era Luxo Jr., por supuesto”, recordó Lasseter el año pasado, en el estreno de El viaje de Chihiro en el Festival Internacional de San Francisco.
Cuando Disney firmó a mediados de la década pasada un convenio global con los estudios de Miyazaki, el primer estreno dentro de los límites de ese acuerdo fue La Princesa Mononoke (1997), una película que en el año de su estreno fue la segunda más taquillera en el mundo del cine no angloparlante, detrás de La vida es bella, del italiano Roberto Benigni. Así fue como, a la hora de programar su estreno norteamericano, el film de Miyazaki pasó a ser responsabilidad de Miramax, una empresa Disney, la que había llevado a Benigni hasta el Oscar. Cuando Ghibli presentó el siguiente largometraje animado firmado por Miyazaki, una fantasía de más de dos horas de duración llamada El viaje de Chihiro y ganadora del Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín, el aval de Lasseter fue fundamental. Actual peso pesado en Disney, el director de Pixar se encargó de todos los detalles vinculados con el estreno del nuevo film de Miyazaki en los Estados Unidos, hasta llegar a un Oscar que, en una ceremonia eclipsada por la decisión del gobierno de Bush de invadir Irak, el director decidió no ir a recibir.
Titulada originalmente Sen to Chihiro no Kamikakushi y bautizada como Spirited Away para su estreno norteamericano, su nombre en castellano en realidad es la traducción del título que la película adoptó para su estreno en Francia. “Aunque ninguno de sus protagonistas maneja armas ni usa poderes supernaturales en una batalla, se trata de una historia deaventuras que no tiene por tema la confrontación entre el bien y el mal. Es la historia de una niña que fue arrojada a un mundo donde coexisten el bien y el mal. Allí es entrenada, aprende sobre la amistad y la devoción, y sobrevive usando sus conocimientos, hasta encontrar el camino de salida para regresar a su vieja vida”, explicó Miyazaki sobre El viaje de Chihiro, que narra las desventuras de una niña que ve a sus padres convertidos en cerdos, y se pierde en un mundo fantasmal donde deberá orientarse por sí misma. “Siempre me fascinó la transformación de humanos en animales”, confesó Miyazaki, que ya presentó a un cerdo antropomorfo como protagonista de Porco Rosso (1992). “En Pinocho, por ejemplo, los personajes se vuelven asnos. Pensé en hacer lo mismo, pero los niños japoneses no conocen los asnos”, explicó el director en una entrevista publicada en el periódico francés Le Monde, donde también sugirió que los adultos transformados en cerdos estaban relacionados con la explosión económica en el Japón. “Me pareció que todos los japoneses por esa época se transformaron en cerdos.”
Sobre la angustia que inflige a su protagonista infantil al separarla de sus padres, Miyazaki explicó que –a su manera de ver– los chicos se enfrentan a situaciones similares en la vida cotidiana. “Los niños todo el tiempo están ansiosos. Viven en un mundo lleno de preocupaciones”, aclara. “El cine de animación imagina situaciones dramáticas, como nuestro planeta siendo atacado por monstruos, pero hay chicos que más de una vez en sus vidas se deben imaginar que sus padres se transformaron metafóricamente en cerdos. Muchos de ellos se dan cuenta de que el mundo es hostil, y desean que desaparezca. Aquí, la que desaparece es Chihiro”, cuenta Miyazaki, que siempre ha afirmado ser un gran pesimista con respecto a su visión del mundo. “Pero trato que eso no se perciba en mis películas”, asegura el director, que asegura haber creado a Chihiro a imagen y semejanza de la hija de un amigo, que tenía esa edad cuando comenzó a imaginar la historia, tres años atrás. Y que, pese a ser venerado por artistas de todo tipo –de Moebius a Akira Kurosawa, entre otros– que no consideran su trabajo como infantil, asegura que la animación es el mejor medio para comunicarse con los niños. “Creo que un film que es hecho específicamente para chicos, cuando es realizado con devoción, también puede agradar a los adultos. Mientras que lo opuesto no siempre es verdad.”
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