Mar 05.08.2003

ESPECTáCULOS  › “TRAYENDOLO TODO A CASA”, DOCUMENTAL DE FILM & ARTS

El añejo sabor de lo irlandés

Los cinco episodios producidos por la BBC buscan echar luz sobre los múltiples nexos entre las culturas de Irlanda y Norteamérica.

› Por Roque Casciero

Los lazos que unen a la música de Irlanda y de Estados Unidos sólo podrían ser más fuertes si a alguien se le hubiera ocurrido construir una autopista sobre el océano Atlántico. La inmigración irlandesa en el siglo XIX y la explosión del rock sólo fueron algunas de las corrientes invisibles que retroalimentaron esas culturas. De eso trata el documental “Trayéndolo todo a casa”: de la historia de la relación entre los sonidos que se generan en los dos países y de cómo la interacción enriquece ambas tradiciones. Durante cinco martes (a las 23), a partir de esta noche, Film & Arts emitirá los capítulos de esta serie dirigida por Peter Carr y estrenada por la BBC de Irlanda del Norte.
El documental comienza con Bono, cantante de U2, quien dice que no tuvo conciencia de que era irlandés hasta que viajó a Estados Unidos. “Fue alucinante ir a Graceland (la mansión de Elvis Presley), al lugar donde nació el rock’n’roll, y encontrarme con que los irlandeses ya habían estado allí con sus canciones y sus melodías, y que no sólo contribuyeron sino que inspiraron muchos tipos de música del Delta (del Mississippi), como el country o el gospel. Me di cuenta de que éramos parte de eso.” Enseguida, el veterano Pete Seeger (quien tocó en Woodstock y vino a la Argentina para presentarse con León Gieco) habla sobre las dos grandes corrientes que generaron la música de Estados Unidos: la africana y la irlandesa. “El ritmo de la canción irlandesa está en la melodía”, afirma el cantante. “Se puede cantar sin acompañamiento y sentir el ritmo saliendo de la melodía. En la música africana, en cambio, el ritmo está provisto por el uso de instrumentos. Es interesante ver cómo se han mezclado ambas tradiciones.” Seeger ejemplifica ese mestizaje: canta una melodía gospel de origen africana, pero que tiene innegable influencia de las melodías de violín irlandesas.
“Trayéndolo todo a casa” rastrea, en principio, la influencia de la música irlandesa en la de Estados Unidos. En 1840 comenzó una corriente inmigratoria que escapaba del hambre y la pobreza de la isla, y que duró un siglo. Como bien se encargó de documentar Martin Scorsese en Pandillas de Nueva York, los irlandeses se establecieron primero en esa ciudad-puerto. Pero más tarde se mudaron hacia el sur y se establecieron en la zona de los montes Apalaches, donde llegaron a ser la mitad de la población. Era inevitable que su cultura (mezclada con la escocesa y la galesa, también importantes) traspasara la de los lugareños. Las baladas de amor y de asesinatos, una suerte de registro de la actualidad hecho canciones, eran la música del estado de Kentucky y sus alrededores, que luego llegó al country a través de los Everly Brothers.
Un buen ejemplo de la música norteamericana influyendo sobre la irlandesa es The Pogues: la banda liderada por el idiosincrático Shane McGowan (sin un diente sano, con orejas a lo Dumbo) mezcló la tradición de los Dubliners con la energía del punk surgido de Nueva York. Los Pogues le recordaron a los jóvenes irlandeses lo valioso de su cultura y provocaron el renacimiento de un género que se había convertido en un montón de clichés nostálgicos. Un par de décadas antes, los responsables del renacer de las baladas habían sido los Dubliners (influencia notable en McGowan y en Bono), quienes se preocuparon por hacer buenos arreglos y presentar la música tradicional de un modo más orgánico que las típicas bandas de pub.
Esas líneas que unen estilos antiguos y modernos pueden rastrearse también a través del Atlántico: Liam O Maoalaí, líder de los rockeros Hothouse Flowers y formado en el sean nos (viejo estilo, canto a capella irlandés), interpreta una antigua balada de la guerra civil estadounidense. En el documental, desde una ignota cantante de pub hasta Bono y The Edge tienen su espacio para mostrar su arte. “Amo la tradición de la balada”, asegura el líder de U2. Un viaje a Los Angeles le inspiró una canción que canta en el cierre del primer capítulo y que nunca grabó: “Wild Irish Rose”. “En Irlanda, la rosa esel símbolo del amor, obviamente, pero también de lo que significa ser irlandés”, concluye el vocalista, irlandés hasta la médula.

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